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DANZA | 07-09-2012 14:48

En el escenario se ven los artistas

“II Gala de Ballet en Buenos Aires”. Con parejas de bailarines-estrella y solistas de elencos y centros de ballet internacional. T. Coliseo. Marcelo T. de Alvear 1100.

En un nuevo esfuerzo del Grupo Ars, se ofreció la Segunda Gala de Ballet. Los inconvenientes afrontados (cambios continuos de iluminación, diversidad de artistas y cantidad de público en el Coliseo) fueron superados por los organizadores. Solo se evidenció cierta estrechez del escenario. La repleta sala expresó su aprobación con ovaciones y aplausos, en general bien adjudicados, pues los recibieron los bailarines no solo por sus efervescentes y virtuosos aportes técnicos. También los otorgaron a obras de interpretación y de dinámica más lenta. Se insistió en pasos ejecutados con brillante precisión, pero... ¡cuidado con tanta intromisión de la acrobacia!

El público fue a ver bailar y la ex figura del American Ballet, Ángel Corella,  extraordinaria y de clara simpatía, se inclinó demasiado a demostrar lo primero, y le quitó a la “soleá” su auténtico estilo flamenco y bien “terre-à-terre” No fue el caso de su hermana Carmen, quien –muy inspirada– y de bella presencia, bailó con su ajustado partenaire Dayron Vera en “After the Rain”, con música de Arvo Pärt y coreografía de Christopher Wheeldon.

Los argentinos estuvieron bien representados, y además, refulgentes: Silvina Perillo-Edgardo Trabalón (Teatro Colón) se sometieron al intenso entrenamiento del “Grand Pas Classique” de Victor Gsovsky, sobre la operística música de Auber.

Perillo estaba radiante aun en la combinación del “poisson”, con su partenaire Trabalón y en el difícil trance de su variación femenina, cuando debe reiterar su danza, que se apoya sobre una de las puntas, y luego gira, y cumple una tarea agotadora con gran naturalidad.

Su segunda presentación la bailó sobre un exacto caneva del argentino Gustavo Mollajoli –“A Buenos Aires”, adentrado en los vericuetos del tango y donde se lució Trabalón con su recia personalidad–. Otra pareja de argentinos con dramática expresividad, fuerza y el erotismo que le impregnó Marcia Haydée a su coreografía de “Carmen” (Bizet), fue la de Julieta Paul y Bautista Parada, del Teatro Argentino de La Plata.

Ante un público complacido, llegó un bailarín de promisorio futuro: Daniil Simkin, del Ballet de la Ópera del Estado (Berlín) ¿A quién no gusta este ruso discípulo de su padre?... Ovacionado, repitió –con su exitosa versión de “Los Burgueses”– y presentó “Llamas de París”– en la que combina gestualidad heroica, acrobacia y pas-de-deux de la época soviética remozado por Alexei Ratmansky. Pareja excelente fue la de Polina Semionova y su hermano Dmitri, de alta estatura, que cautivaron con “El Corsario” (Drigo), aunque esa misma noche triunfaron en el “Duet” (I. Schwartz-Jasemine Bigo).

Finalmente, la grande danseuse argentina Marianela Núñez bailó junto a Thiago Soares –ambos del Royal Ballet de Londres– el conocido Pas-de-deux de “El Cisne Negro” de Chaicovsky-Petipá-Ivánov. La primera bailarina confirió a Odile peculiares caracteres y renovada plástica del movimiento, sobre puntas perfectas y gran distinción, que alcanzó también a Soares. Actuación tan brillante recibió la ovación final. Previo a lo programado bailaron con particular encanto niños de la Escuela Julio Bocca, con coreografía de Silvia Bazilis.

por Enrique Honorio Destaville

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