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MUNDO | 12-10-2012 11:46

Un chévere eterno

Con un modelo enconómico agotado, el nuevo período implica el desafío de seguir sosteniendo a Venezuela a fuerza de petróleo.

Nuestro protector es uno de los nuestros”. La frase resume la percepción que tienen las mayorías populares de su líder, cuando entre la masa y su conductor existe una fuerte identificación social y cultural.

Esa identidad cimienta el vínculo entre Hugo Chávez y las clases bajas de Venezuela. Lo ven como al grandote de la cuadra, que se anima a discutir con los doctores y enfrentar a los poderosos de adentro y de afuera. La identificación socio-cultural y racial entre el exuberante líder caribeño y los sectores populares, es una de las razones de su última victoria.

La Argentina jamás estuvo tan pendiente de una elección ajena. Que tanto el campo kirchnerista como el opositor sintieran que en aquellas urnas se dirimía su propia suerte, explica que uno de los conductos para introducirse a la cuestión argentina sea, hoy, la cuestión venezolana. Hasta tal punto es así, que la primera consecuencia de aquella elección en este país, fue que el gobierno hizo explícita, por primera vez, su identificación ideológica con el chavismo “Su triunfo es también el nuestro”, dijo la Presidenta.

Los kirchneristas que aún resistan tal identificación, dirán que meses atrás Lula dijo algo parecido. La diferencia es que ningún acto gubernamental revela una construcción chavista en Brasil.

Por eso, si Chávez hubiera sido derrotado, multitudes habrían inundado espontáneamente las calles de varias ciudades argentinas. Sucede que una derrota del líder venezolano habría debilitado notablemente al liderazgo kirchnerista. ¿Implica eso que la victoria de Chávez fortalece al cristinismo? Posiblemente no, al menos, en la misma proporción en que la habría dañado la derrota.

¿Qué explica esta falta de proporcionalidad entre el efecto triunfo con el que habría tenido un efecto derrota? Entre otras cosas, las diferentes encarnaduras que ambos hacen en sus respectivos liderazgos. En síntesis, entre Cristina y las mayorías populares argentinas no existe la misma identificación social, cultural y hasta racial que se da entre Chávez y los “cabecitas negras” de Venezuela. Por eso el de Argentina puede ser, en todo caso, un chavismo elegante y culto que aspira a ser más de Harvard que de La Matanza.

Popular. La identificación entre Chávez y las mayorías populares es una de las razones legítimas de su poderío electoral. Hay muchas otras, de las cuales la más importante es la asistencia social masiva más grande y eficaz que se haya dado a los pobres.

Por cierto, no habría podido hacerla si su llegada al poder no hubiera coincidido con la trepada más espectacular y prolongada del precio internacional del crudo: llegó con el barril a 12 dólares, pero gobernó casi siempre con el barril a más de 120 dólares. Como fuere, haber apuntado un grueso oleoducto a las inmensas barriadas populares para llevarles asistencia médica y alimentaria en grandes cantidades, además de financiar el acceso de esos sectores al consumo de otros bienes, explica legítimamente la popularidad de Chávez.

Otra de las causas legítimas que sostienen el 55% de votos es la energía vital que irradia. Esa energía es el resultado de sumar carisma, pasión política y voluntad de poder, elementos que Chávez tiene en sobredosis.

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por Claudio Fantini

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