Friday 29 de March, 2024

TEATRO | 07-12-2012 15:46

Casi treinta

“La edad de oro”. Autor y director: Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob. Con Ezequiel Rodríguez, Pablo Sigal y elenco. Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378.

La acción transcurre en Mar del Plata: dos amigos de toda la vida, Víctor y Horacio, quieren embarcarse en un proyecto comercial: van a producir y vender remeras con motivos autóctonos –sin texto– a los turistas. Para financiar la empresa, Víctor (un magnético Ezequiel Rodríguez) tiene que poner en venta su colección de discos de vinilo, joyas incunables del jazz y el rock and roll. Cada venta le rompe el corazón, y su amigo Horacio (Walter Jakob) trata de animarlo para que logre desprenderse de su tesoro. Después de todo, el futuro los espera.

No es fácil, para ninguno de los dos. La música no es solo su pasión, también ha sido su educación sentimental y esencia en la construcción de su identidad. Por eso, cuando llega el joven a quien llaman Meteorito (Pablo Sigal) a comprar discos, el acto de venta se convierte en una batalla generacional, una discusión ideológica destinada a evaluar si el joven está a la altura de lo que pretende adquirir. El joven no solo está a la altura, sino que comparte con Víctor y Horacio la devoción por Peter Hamill, un músico no tan accesible, no tan popular: una figura para entendidos e indomables. Los discos de Peter Hamill, de hecho, no están en venta. Ni hablar.

Víctor escucha la música con todo el cuerpo y la ejecuta en forma virtual al punto de la ilusión óptica; Horacio puede decirla con las manos como si fuera un texto. Las discusiones musicales tienen la estatura de una cosmovisión. Sin embargo, son torpes y lentos para armar el mueble que compraron para exhibir las remeras. Meteorito, en cambio, resulta inesperadamente eficaz. Y no solo eso: su influencia personal llegó a la joven Favorita (Denise Groesman), su novia, quien ahora también ama a Peter Hamill.

Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, autores además de la brillante pieza “Los talentos”, parecen haber construido esta obra en torno de su admiración por Hamill, a quien vieron en Buenos Aires en la década del `90, y pocos meses atrás en Bilbao, adonde viajaron especialmente para asistir a su concierto y de ser posible estrecharle la mano. En la obra se lee una carta del músico, y a propósito de su canción “Pushing thirty”, cuenta cómo fue para él llegar a los treinta años, la entrada al mundo de los adultos con todas sus responsabilidades, y la batalla por conservar aunque sea la materia de la que están hechos los sueños. Conservar, digamos, la edad de oro.

Pero lejos de la melancolía, Víctor y Horacio bien podrían estar a punto de entrar en una nueva edad dorada para ellos, y de eso mismo se trata la obra. Tal vez estén en condiciones de entregar su legado a la joven generación y metabolizar sus sueños en aventuras diferentes.

por Cecilia Absatz

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