Una brevísima nota inicial aclara que no es una autobiografía, porque excluye la vida privada de Augé, pero incluye los elementos de una vida que contribuyan a “una definición más general de la escritura antropológica”. El particular estilo de este etnólogo que creó el concepto de los “no-lugares” (autopistas, aeropuertos, etc.) permite sin embargo que termine por ser también una autobiografía. Cumple con definir lo que él llama “la escritura antropológica” (que no se diferencia demasiado de la literaria), y lo va definiendo a sí mismo como una autobiografía más absorbente y menos narcisista que muchas de las que circulan.
Un primer tramo está dedicado a su servicio militar en Argelia. Ya allí aprende a moverse entre un “nosotros” y un “ellos” que exige un equilibrio particular para que no estalle la violencia.
Su primera gran experiencia de campo, tan esencial que sigue apareciendo en etapas posteriores, es en la Costa de Marfil, donde se relaciona con los “profetas” locales, que hacen lo imposible por mantener el equilibrio entre los africanos y el impacto de la modernización. El factor “hombre blanco” tiene importancia múltiple. Más adelante, Augé aprende a estimar a fondo la mecánica de los viajes, que también mira con ojos antropológicos.
Un momento especial es “el 68”, que al impactar entre los compañeros “de campo” donde está trabajando, permite que ellos mismos sean mirados como “otros” por los supuestos estudiados. A medida que se destaca en sus investigaciones, aparece su sutileza para describir los distintos tipos de globalización, y un análisis múltiple de los mecanismos de la memoria. Augé define en pocos rasgos a algunos personajes, pinta con precisión los entornos. Una teoría final sobre la escritura, aplicable a la propia literatura, cierra este libro excepcional.
por Elvio E. Gandolfo
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