Friday 19 de April, 2024

SHOWBIZ | 27-12-2012 18:40

Desembarcan los megacines

Inversiones en producción y mejores salas para captar el interés de los espectadores.

Del cine mudo al sonoro. Del monoaural al esterofónico y, de ahí, al surround, Dolby o THX. Del blanco y negro al color, y del color al 3D. Del fílmico al digital, tanto para la producción como para la proyección. En poco más de un siglo de historia, el cine ha pegado más de un triple salto mortal en materia de avances tecnológicos. Pero lo último, si bien no parece incorporar un avance grande, promete una mejora sustancial en la calidad de imagen y sonido de las películas. La búsqueda es que todo luzca cada vez más realista. Y el desafío es no solo poder crearlo, sino también tener salas acordes para proyectarlo. Algo que tiene que ver con lo técnico y también con lo artístico y las finanzas de una industria que sigue compitiendo contra la televisión –ahora también digital– y las descargas (legítimas o no) de contenidos por internet.

Hiperrealismo. Desde mediados de la década del '20, las películas se filman a una velocidad de 24 cuadros por segundo. Esto es la cantidad de fotogramas de celuloide que se exponen a la luz, al momento de la filmación –y que se reproducen al proyectar–, para que el movimiento luzca natural. En la era digital, el concepto de FPS (cuadros por segundo, por su sigla en inglés) sigue vigente, solo que lo que se expone no es una película física tratada con químicos, sino un sensor digital.

Pero, si algo permiten las nuevas tecnologías, es ir un poco más allá de las limitaciones de los formatos físicos. El puntapié inicial lo dio el director Peter Jackson, que filmó su película más reciente, “El hobbit” a una velocidad de 48 FPS. Y, según medios especializados, James Cameron estaría rodando la secuela de “Avatar” a 60 FPS. Qué se logra con este cambio: mayor realismo y naturalidad, sobre todo en el movimiento y en las texturas. No faltaron los críticos: desde periodistas especializados que acusaron a la filmación en 48 FPS de parecerse demasiado a la televisión, hasta los espectadores que se quejaron de dolor de cabeza. Ahora, si a la nitidez del nuevo formato se le suma una proyección tridimensional, el resultado se multiplica. Más realismo para los fans de estos avances y cefaleas épicas para los más sensibles.

Más información en la edición impresa de la revista.

por Diego Gualda

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