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CULTURA | 15-02-2013 14:09

Delitos hechos con arte

Todas las semanas desaparecen obras en los mayores museos del mundo. Pero el tráfico de piezas es menos floreciente de lo que parece. Secretos y mitos de un mercado con más mentiras que autenticidad.

Hasta hace poco más de un mes, Christian Gregori Parisot era la máxima autoridad mundial en torno de la obra de Amadeo Modigliani, el pintor italiano más importante del siglo XX. Este hombre de 55 años no solo era el presidente del Archivo Modigliani, un puesto que ocupaba desde que en 1984 la hija del artista se murió tras caer por una escalera. También era una especie de juez supremo cuando se trataba de determinar si un cuadro atribuido al pintor de los cuellos largos era una falsificación o era auténtico.

La torre de prestigio que Parisot había ido levantando durante los últimos 30 años, acallando incluso rumores que lo vinculaban al misterioso accidente en el que murió la hija del artista, se desmoronó el 17 diciembre pasado. Ese día, el Comando Para la Tutela del Patrimonio Cultural de los carabinieri italianos lo arrestó y acusó de integrar una organización que se dedicaba a falsificar obras de Modigliani.

La banda, integrada por unas doce personas, desde técnicos en fundición a un refinado marchand, vendía un pequeño dibujo de Modigliani en unos 60.000 euros y una escultura por no menos de 75.000. Parisot era la pieza clave, ya que su certificación liberaba a esas obras de cualquier sospecha.

Cotidiano. Las páginas especializadas registran episodios de este tipo, casi a diario, en distintos puntos del planeta. El lunes 28 de enero, por ejemplo, la Guardia de fronteras de Ucrania detuvo a un hombre de 32 años que intentaba cruzar de contrabando a Polonia cinco cuadros y una linografía (aún no se sabe si originales o falsas) de Picasso. Una semana antes, la policía rumana había arrestado a tres presuntos responsables del millonario robo de octubre en el Museo Kunsthal de Rotterdam, de donde se llevaron siete cuadros (entre ellos un Picasso, un Monet, un Matisse y un Gauguin) en medio de la noche. Otro hecho destacado ocurrió a principios de mes en Londres, donde se anunció que un detective especializado en arte llamado, Cristopher Marinello, había recuperado intacto “El Jardín”, un cuadro de Matisse que habían robado de un museo sueco hacía 25 años.

Casos como estos revelan la existencia de un enorme mercado subterráneo de obras de arte y también hablan de la variedad de personajes involucrados. Las historias no solo las protagonizan hábiles ladrones o falsificadores. También son parte del juego especialistas que certifican las obras, galeristas con los contactos indicados para venderlas con discreción o falsos herederos que deben inventar una historia creíble para obras falsificadas que surgen de la nada.

Para tener una idea de las cifras que se manejan, basta citar la subasta que se celebrará el 6 de febrero en Sotheby's de Londres. Un cuadro de Modigliani, “Jeanne Hebuterne” (con sombrero), saldrá a la venta con un precio base estimado en 25 millones de dólares.

El botín de uno de los robos más importantes de la historia, el que sufrió en el año1990 el Museo Gardner de Boston, se estima en 500 millones de dólares. Ocurrió mientras toda la ciudad celebraba el día de San Patricio y lo protagonizaron un par de hombres vestidos como policías: entraron al museo y se llevaron 13 cuadros –entre ellos varios Rembrandt, un Degas y un Manet– que hasta hoy no aparecieron, a pesar de la recompensa de cinco millones de dólares.

En la Argentina, los casos más famosos fueron el robo de 16 cuadros del Museo Nacional de Bellas Artes en la Navidad de 1980 (tres de los cuadros, un Cézanne, un Renoir y un Gauguin, fueron recuperados en una galería de Francia en el 2005, a donde llegaron procedentes de Taiwan) y el golpe tipo “piratas del asfalto” ocurrido en el 2008 en Vicente López, cuando una banda fuertemente armada y disfrazada con uniformes policiales detuvo a un camión que transportaba cuadros de Berni, redujo a los custodios, traspasó 15 obras a otro vehículo y desapareció sin dejar rastros.

Más información en la edición impresa de la revista.

por Juan Manuel Bordón

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