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SALUD | 05-04-2013 14:06

Mentes infantiles

El fracaso escolar se suele atribuir a cuestiones emocionales. Puede haber condiciones biológicas de base. La importancia del diagnóstico precoz.

Más del 40% de los alumnos que cursan la escuela primaria tienen dificultades para seguir el ritmo de lo que se les enseña. De ellos, un 10% presenta disturbios psíquicos que comprometen el aprendizaje. Aunque el síndrome por déficit de atención (ADD) es el más popularmente conocido, hay otros a los cuales no se les presta la atención que merecen o que, al menos, no son considerados en una primera etapa ni en las escuelas ni en las familias. La consecuencia es que la mayoría de los chicos que tienen dificultades causadas por alteraciones en la bioquímica cerebral no recibe el tratamiento adecuado. Dislexia, discalculia, hiperactividad, depresión, ansiedad, bipolaridad, son algunos de esos trastornos que hacen sufrir a los chicos y adolescentes jóvenes, pero que no siempre son identificados a tiempo por los especialistas adecuados.

“Los trastornos del desarrollo están subdimensionados y subdiagnosticados y se van prolongando a través del tiempo con diferentes tipos de frustraciones”, resume Claudio Waisburg, Jefe del departamento de Neurología Infantojuvenil del Instituto de Neurología Cognitiva, INECO.  “Allí se pueden distinguir entre los trastornos de aprendizaje (como la dislexia y la discalculia) y los trastornos por déficit de atención, sobre todo el puro, no hiperactivo, en el que el chico, por no presentar problemas de conducta, pasa más desapercibido y los padres demoran la consulta médica.”

¿Cuál es el mayor problema? Adjudicarle a estos problemas un origen equivocado. “Las dos causas que se les adjudican incorrectamente a los chicos en esta etapa es o que están padeciendo por un factor psicoemocional (que a lo mejor es un condimento, pero no el núcleo central, es decir, trastornos del desarrollo y el aprendizaje), o que se deben a características de la personalidad de los chicos. Y así es cuando se le dice “vago” a un niño que en realidad tiene una condición médica”, resume Waisburg, que también se desempeña en el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.

Y, acuerdan todos los especialistas, lo más importante en este tipo de condiciones es que es imprescindible que el chico tenga un diagnóstico correcto para poder abordar la dificultad que presenta, darle tratamiento y, sobre todo, mejorar sus perspectivas a futuro.

Atención. En 1902, el médico inglés George Still, uno de los padres de la pediatría moderna, analizó a 43 chicos con serios problemas de atención, agresivos e incapaces de seguir lineamientos y directrices. En su estudio, publicado por entonces en la prestigiosa revista científica “The Lancet”, ese comportamiento irascible fue tratado como una falla congénita, un defecto en el cerebro que impedía “el control moral” infantil. Dos años después, el médico W. A. Potts, también inglés, describió el trastorno diciendo que el mal, transmitido por los padres, transformaba a personas normales “en seres egoístas, desinhibidos al punto de no tener vergüenza de nada”.

Muchos años pasaron, y la condición en cuestión, hoy ya mucho más investigada con técnicas más modernas por medio de las neurociencias, es conocida como trastorno de déficit de atención con hiperactividad (o ADHD), y afecta a uno de cada 20 chicos en el mundo.

El ADHD, el más popular trastorno psíquico infantil, se asocia muchas veces con otros disturbios, como la ansiedad, la depresión y el trastorno bipolar, que no se manifiestan de la misma forma que en los adultos. Todo padre que tenga un hijo más movedizo, menos concentrado, que no presta atención, tendría que seguir de cerca esos síntomas, que en general llaman especialmente la atención en la escuela, pero que se extienden a la vida en general.

“En realidad no se trata de un problema áulico, sino universal –aclara Waisburg-. El error es creer que es un problema que se da en el colegio cuando en realidad ocurre y se nota también en la casa, en el restaurante, en el cine. Cuando lo que tiene el niño es un déficit de atención sin hiperactividad, el problema se asocia más con un perfil temperamental introvertido, se describe al chico como que está más colgado, metido en su mundo, sin participar ni conectarse mucho con los demás. La realidad es que el déficit de atención en la infancia es un problema que afecta las relaciones de los chicos con sus hermanos, con sus padres y con sus pares, es académico, es social y es familiar”.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1893 de la revista NOTICIAS.

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