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PERSONAJES | 22-04-2013 13:28

Teresa Anchorena: “Los que tienen éxito no son los mejores”

Marchand de arte y galerista, se define como “transclase”. Dictadura y zurdaje; los hijos artistas, el cambio de Milo Lockett, creación y riqueza.

Vean el murallón rosado, vean los árboles que asoman por arriba y digan si no podría ser esta, tranquilamente, la vieja quinta de Rosas en Palermo. Pero es puro espejismo de belleza, porque esto es en realidad Villa Crespo y del otro lado del muro no están la niña Manuelita ni Eusebio de la Santa Federación, sino una mujer bastante más viajera y enigmática, reina indiscutida de esta casa altísima que incluye un patio fresco y con parra, pinturas que dejarían con la boca abierta a cualquier coleccionista y hasta una galería de arte que lleva su nombre. Y qué nombre.

Noticias: Es popular la frase “tiene más plata que un Anchorena”. ¿Cómo es eso de portar un apellido que de, algún modo, la precede?

Teresa Anchorena: Digamos que, para bien y para mal, siempre me marcó. Me ayudó porque mucha gente, así haya sido por simple curiosidad, me atendía cuando la llamaba. Y me perjudica todavía mucho, porque hay quienes tienen una idea acerca de cómo tiene que ser una persona que tiene el apellido que yo tengo. Evidentemente es un apellido que suena. Pero tampoco es para tanto.

Noticias: ¿Esta es su casa familiar? Porque ya imaginé a su tatarabuela en la época de la Restauración, mínimo…

Anchorena: (risas) No, en realidad esta casa ha sido de abuelas de otra gente. Desde el ´72 al ´83 yo viví en Europa. En el medio, volví por una semana durante la guerra de Malvinas, le pedí a un amigo que me paseara por Buenos aires y me enamoré de esta casa. Entré, vi a una mujer lavándole el pelo a otra en una palangana y me dijo: “Compre esta casa porque aquí hemos sido muy felices”. Me volví a Francia con la casa donde conseguí dos cosas que en Europa no tenía: espacio y naturaleza.

Noticias: ¿Y por qué se había ido a Europa?

Anchorena: En ese momento yo estaba casada con un artista, Rolando Paiva, que tenía una historia personal muy especial. Era hijo de gente que durante la Segunda Guerra Mundial había estado en la Resistencia. Y cuando vio cómo estaba todo acá en el ´72 me dijo: “Aquí va a correr mucha sangre. Me quiero ir”. Y como yo quería conocer el mundo, nos fuimos. Por ese entonces la junta militar nombra como embajador en Francia a un pariente mío, y él vio que en los listados de gente “sospechosa” aparecían nuestros nombres. Averiguó quién era Rolando y supo que el padre había sido uno de los fundadores del Partido Comunista del Paraguay y que la madre era una judía polaca, también comunista, que se había ido con las brigadas internacionales a España, donde se conocieron. Entonces, cuando este pariente mío ve quién era ese señor (risas), bueno... Escándalo.

Noticias: Suegros de la Resistencia, comunistas, paraguayos y judíos, usted evidentemente quería matar a sus padres de un infarto. ¿Hubo reto por eso?

Anchorena: No, porque mi madre ni sabía. Y mi primo no me retó sino que me denunció. Así fue como nos convertimos en exiliados. Fue una época horrible. Nos llegaban todas las cartas abiertas, nos denunciaban ante la policía francesa… Pero lo bueno fue que yo comencé a tomar conciencia de qué pasaba. También hubo gente amiga mía de toda la vida que cuando me veía se cruzaba de calle. Porque, claro, yo venía de un medio que no estaba a mi favor.

Noticias: ¿La convirtieron en “la zurdita Anchorena”?

Anchorena: Sí, sería eso. Sí. No teníamos militancia, pero estábamos en contra del golpe. Y tuvimos la suerte de no estar en la Argentina, porque mucha otra gente en esa misma situación y aquí, murió. En ese momento comencé a interesarme mucho por lo que pasaba en el país y en Latinoamérica. En realidad, yo me hice latinoamericana afuera.

Noticias: ¿No habrá sido pura “saudade”?

Anchorena: Yo extrañaba horrores. Todos los días extrañaba, y además con el hecho de no poder volver… Pero fíjate que hacerse latinoamericano y argentino cuando se está afuera es algo que le pasa a mucha gente. Esa toma de conciencia de lo que es la identidad latinamericana, de lo que es compartir un idioma con todo un continente, todo eso son cosas muy importantes. Por eso, toda esta experiencia fea me sirvió para interesarme por lo que pasaba en mi país y querer hacer algo al respecto. Volví en el `82 y en plena guerra, porque pensé: “¿Qué se van a ocupar de mí ahora?” Y como además se casaba mi hermano, me largué por una semana y de paso compre la casa.

Vista de perfil, sobre este sofá enorme, en una sala aún más enorme, ella se mimetiza con el decorado. Es una pieza más, algo así como un relicario viviente y de rasgos suaves. Sin embargo, algo en ese tono de voz que nunca se eleva dice de alguien acostumbrado a mandar. A organizar –aunque con gesto de hada– el desorden que pueda haber alrededor. Y ella admite que sí, que es también eso: alguien capaz de poner las cosas en su justo lugar. “Yo creo a partir de lo que ya existe: pongo en contacto a gente, pongo en valor algo… Esa es mi manera de ser creativa. Cada uno sabe lo que puede hacer y lo que no”, dice.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1895 de la revista NOTICIAS.

por Fernanda Sandez

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