En uno de los libros de Carrère, un falso médico real, una vez descubierto, asesinaba a su familia; en otro daba su versión de la vida compleja de Philip K. Dick. La mezcla entre la realidad y el delirio también caracteriza la trayectoria de Eduard Savienko, más conocido como Eduard Limónov. Dentro de una familia rusa más bien pobre, fue un rebelde punk temprano, con una energía física y psíquica inagotables.
A la vez poeta y dandy, disciplinado en extremo, Limónov tuvo un perfil que lo llevó a ocupar a veces el lugar que en Occidente tienen los ídolos del rock. Como un Henry Miller redivivo, buscó la fama literaria en Nueva York, y la encontró en París.
Su camino cruzó tantos mundos diversos que parece abarcar varias vidas sucesivas. Si bien Limónov ocupa el centro, los rasgos de su personalidad a veces se trenzan con los del propio Carrère, aunque parezca ser su opuesto: un chico de buena familia francesa, controlado y muy culto. El largo camino mezcla la crónica periodística excepcional con la construcción narrativa. El trasfondo minucioso central es una U.R.S.S. sacudida por los cambios que la llevaron a desaparecer, su caída caótica en un liberalismo brusco que generó el crimen económico o mafioso a gran escala de una nueva oligarquía. Los jóvenes construyeron una contracultura en cuyo centro se insertó Limónov: franco, contradictorio, transgresor, decidido a conseguir la gloria. Fue soldado en la guerra serbocroata, y fundó un grupo político. El tramo dedicado a su estadía en la cárcel es memorable. También la rápida comparación con Vladímir Putin.
Carrèrre es fluido, claro, también irónico y contundente en las anécdotas. Describe crudamente el erotismo de las mujeres sucesivas de Limónov, y de su etapa homosexual. Y sabe cerrar con un encuentro final en el que Limónov recobra su parte de realidad y misterio.
por Elvio E. Gandolfo
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