En “La mujer sin sombra”, Richard Strauss y su libretista, Hugo von Hofmannsthal, lograron una obra compleja, en torno a la interacción entre dos mundos, el espiritual y el humano, con sus miserias y vicisitudes. Con una trama de intrincado simbolismo, la obra plantea enormes exigencias para los cantantes y para la orquesta.
La producción que ofrece el Colón es digna de figurar entre los grandes acontecimientos de su historia. La puesta de Andreas Homoki combina magistralmente belleza visual y eficacia teatral. Con un único marco escenográfico que muta según las circunstancias, Homoki centra su concepción en la tensión entre el mundo espiritual y el terrenal, a partir de elementos (flechas, cajas, una enorme esfera), y de un vestuario con diseños y colores que definen el lugar de los personajes en esos dos mundos.
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por Margarita Zelarayán
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