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SOCIEDAD | 01-07-2013 16:26

Ese vicio argentino

De alto poder adquisitivo o clase media, turistas dispuestos a “tarjetear” en la meca latinoamericana del consumo. Marcas fetiche y liquidaciones.

La purga” es una película americana que a pesar de sufrir la saña de los críticos se está convirtiendo en un fenómeno de taquilla. Su planteo es inteligente: 2022, Estados Unidos se transforma en el país más seguro del mundo, con una tasa de desempleo cercana a cero y casi sin homicidios. Eso sí, una vez al año y por 12 horas, el gobierno permite lo que llaman “purga”; básicamente supone que, durante ese tiempo, todos los controles estatales dejan de funcionar y cada uno puede matar a quien se le ocurra, incluso a los miembros de su familia. Desde jóvenes ricos que se ensañan con los pobres (al revés también) hasta novios que asesinan al futuro suegro porque no los quiere, hay de todo. Semejante sangría da como resultado una sociedad relajada que, pasada la limpieza, vive feliz y sin espasmos violentos.

¿Qué sería de los argentinos consumistas sin Miami? Antes de seguir con las limitaciones al viajero promedio, el kirchnerismo debería ver “La purga”. Por un lado, es cierto que contemplar a dos compatriotas luchando frente a un corpiño en cualquier sale de Victoria´s Secret, la tienda de lencería por excelencia, genera rechazo; por otro, la desesperación se justifica en el contexto de una cultura criolla que, mientras habla de crecimiento, demoniza al consumidor como si estuviera en una nación comunista. Mientras allá las bolsas con marcas representan alegría acá son sinónimo de culpa y hay que esconderlas rápido en el baúl del auto. El placer de comprar no pasa por los objetos, sino que representa una experiencia que empieza en la cara del vendedor, sigue cuando te sonríen al recibir la tarjeta (nuestros negocios prefieren el efectivo y sin factura), y termina al llegar a casa cargado de paquetes; es cierto que los americanos también sufren de depresión poscompra, pero al menos pueden disfrutar de parte del proceso, y su sufrimiento siempre es personal y ligado al exceso de gastos, nunca cuestión de conciencia social. De hecho, uno puede cuestionar la ética del consumo aunque está obligado a admitir algo: la forma más natural de redistribuir riqueza es estimular el gasto. Con buena música, luces bien ubicadas y un poco de ingenio, los ricos pagan por un “trapo de diseño” sumas que en la práctica le escamotean al fisco.

Operativo retorno. Ahora bien, ninguna purga es válida si termina en persecución. Al final de la película sacan los cadáveres sin hacer preguntas, “delicadeza” que está ausente en la vuelta a Ezeiza. “¿Nada para declarar?”, le preguntan los inspectores a una señora que, viajando sola, llega con cinco valijas. “¡No!”, contesta segura. “¿Algo de ropa?”, insisten. “Solo lo que usé”, responde la dama con cara de piedra. “Tenemos que revisarla”, le dicen en buen tono. “¡Por qué no se fijan en los narcotraficantes!”, grita la compradora compulsiva en cuestión y, con elegancia digna de mejor causa, se la llevan envuelta en un griterío. En mi caso particular (fui a trabajar), mostrarles la cámara profesional que llevaba en el bolso fue un verdadero placer. Comprarla en Argentina me insumió dos meses de búsqueda intensa, y su precio final cuadriplicó el valor que tenía en los Estados Unidos. Ni bien la declaré al salir sabía que a mi vuelta sería objeto de escrutinio. Fue un placer observar la cara decepcionada del inspector al descubrir que incluso los códigos del lente coincidían con lo declarado. Claro que todo eso pasa al final, antes la orgía de consumo argento se despliega y exhibe códigos propios.

Miami es la capital de Latinoamérica. Tras décadas de luchar contra ese posicionamiento e intentar mimetizarse con la sociedad americana, descubrieron que asumir su hispanidad era buen negocio. Al fin del día, New York tampoco representa a la Norteamérica profunda (cerrada y poco afecta al extranjero) y está orgullosa de ser una suerte de ombligo mundial. Junto a Orlando, el combo que ofrece Florida tiene al grueso de los hispanos a sus pies y ahora va por otro desafío: volverse confortable para los brasileños, quienes pintan como los nuevos reyes del consumismo desenfrenado. Igual, replicando lo que ocurre en Uruguay con Punta Del Este, los argentinos todavía pesan mucho y constituyen un mercado atractivo.

Para leer la nota completa, adquiera online la edición 1905 de la revista NOTICIAS.

por Omar Bello

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