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POLíTICA | 31-10-2013 21:07

Parrilli, llanto en público y respuesta a Lanata

No es la primera vez que llora en público. El lunes 19, en una entrevista televisiva con el periodista Rolando Graña, el secretario general de la Presidencia, Oscar Isidro Parrilli, se quebró cuando recordó al ex presidente Néstor Kirchner y sorprendió a todos los televidentes. Los funcionarios que lo conocen saben de su debilidad cada vez que habla de Kirchner. “Si recuerda una anécdota de él, se emociona y no puede seguir hablando”, aseguran. A pesar de su fama de duro, Parrilli tiene su lado sensible. Cuentan que el día que la Presidenta recibió en su despacho de la Casa Rosada las siete banderas que en 1966 se izaron en las Islas Malvinas en el llamado “Operativo Cóndor”, Parrilli también se quebró. Una de esas banderas descansa en el mausoleo junto a los restos del ex presidente en Río Gallegos.

Parrilli ganó poder y protagonismo al lado de la Presidenta. Esta semana fue el encargado de salir a contestarle a Jorge Lanata, quien publicó en su programa “Periodismo Para Todos” un informe sobre el polémico viaje de la Presidenta a las Islas Seychelles. Pero esa no es su única tarea. Cuida que nunca le falte la comida a su jefa en el despacho de la Casa Rosada, controla los aviones que la trasladan, se ocupa de que las cortinas y la decoración sean del gusto presidencial y de la convocatoria y ubicación de los funcionarios en todos los actos del Gobierno. Está en todos los detalles y siempre a disposición.

El pianista. La noche de la derrota electoral se vivieron escenas de dramatismo en el Hotel Intercontinental. Una la protagonizó Parrilli. Como publicó el diario La Nación, a las dos de la madrugada el secretario general se sentó en el piano de cola negro ubicado en el lobby e improvisó unas notas para calmar las tensiones de una jornada extenuante. Parrilli no es un buen pianista. Apenas sabe combinar algunos acordes. “Estaba golpeado, como casi todos en el Gobierno”, reconoce un funcionario que lo conoce y que presenció la escena junto a uno de los periodistas acreditados. Como siempre, esa noche se quedó hasta que la Presidenta decidió partir hacia la Quinta de Olivos.

Parrilli es el último en irse y el primero en escuchar la voz de Cristina por las mañanas: lo llama apenas se levanta para conocer las novedades de la agenda del día. La Presidenta lo estima y lo considera un confidente. A él no le molesta que algunos por lo bajo y con cierta maldad lo llamen “el mayordomo”. Ni que la Presidenta lo chicanee en algún acto, delante del auditorio: “No te hagás el vivo que de tonto venís muy bien”, lo castigó en una ocasión.

por Nicolás Diana

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