★★★ La segunda película del 2013 donde un grupo de malos malísimos (traidores, de paso) atacan la Casa Blanca y hasta el propio presidente se tiene que calzar el cinto con balas. Esta es menos rigurosa que “Ataque a la Casa Blanca”, de Antoine Fuqua, pero mucho más divertida, ya que el realizador es el desaforado Roland Emmerich. Pasa de todo, las explosiones son más grandes y el grado de “estamos todos un poco del tomate” mucho más evidente que en la anterior. Queda, sin embargo, flotando un misterio: ¿por qué este miedo constante del cine estadounidense a la destrucción de sus símbolos? Este film permite repensar tal cosa de un modo menos político (en el otro hay una teoría sobre el ejercicio del poder que subyace detrás del espectáculo violento), con un par de héroes que solo defienden lo poco que queda visible de las instituciones ante lo que, en la ficción, es impensado (y no en la realidad, si no no habría película).
por Leonardo D’Espósito
Galería de imágenes
Comentarios