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PERSONAJES | 21-02-2014 08:00

Priscila Crivocapich: “Quiero ser periodista deportiva”

De las pasarelas del mundo a los vestuarios del fútbol. Una modelo que estudia y quiere más.

La historia de la Cenicienta parece repetirse de modelo en modelo. La chica bella, encontrada al azar por el príncipe azul en la forma de un renombrado manager, dueño de una agencia prestigiosa, que la recluta y la lleva a recorrer el mundo, es casi un lugar común.

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Priscila Crivocapich nació con la democracia, hace tres décadas, en Neuquén. De ancestros yugoslavos, en los `90 se mudó con su familia (mamá Felisa, papá Daniel, y sus hermanas Lucila, Micaela y Elina) a San Nicolás, donde estudió en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia y donde aún viven sus padres.

Admite que era rompecorazones desde chica (“En el colegio todos los chicos gustaban de mí, y mis compañeras estaban celosas”) y cuenta que a su padre le insistían conque alguna de sus cuatro hijas -o las cuatro- tenían que ser modelos.

Durante su adolescencia, Ricardo Piñeyro -la vio en la playa durante unas vacaciones- le hizo una oferta para modelar y la productora de Cris Morena la tentó para que se sumara a su troupe. En ambos casos dijo que no: el mandato familiar implicaba, como mínimo, terminar la secundaria, y solo consintió una mudanza a Buenos Aires para estudiar diseño de indumentaria. Otro elemento repetitivo en el cuento de hadas: el estudio abandonado en pos del glamour, y las intenciones -con la madurez- de retomarlos.

Duró en las aulas apenas un año. A los 19, Pancho Dotto la descubrió en un torneo de golf y de allí a las pasarelas del mundo no hubo escalas. Con su 1,76 de altura e impactantes 90-58-89, Priscilla abandonó los estudios, vivió en Nueva York y desfiló en ciudades tan dispares como Miami o Berlín.

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“Hice desfiles para Gucci, Thierry Mugler, Krizia, tenía una decena de castings diarios. Pero las modelos argentinas somos reacias a alejarnos de la familia, iría al exterior para determinados trabajos pero no me instalaría, como cuando recién empezaba en ésto”, afirma. De Dotto pasó a Multitalent -estuvo casada con Leandro Smitto, uno de sus fundadores y se separó tras siete años de convivencia- y en la actualidad maneja sus propias contrataciones. Es su propia empresa.

Taurina, pasional y -según confiesa- “hipercelosa”, Crivocapich no se priva en las comidas: siempre fue muy deportista, hace yoga, algo de tenis y baila salsa porque no tolera la rutina. Más aún: le encantan los postres y su especialidad en la cocina es el Rogel. En su casa anda con jean y remeras, muy lejos de los stilettos y los escotes para el infarto. “Hice fotos sexy, pero siempre fueron muy sensuales, insinuaban pero no mostraban. Se puede transmitir mucho más de este modo que con un desnudo, algo que me daría mucha vergüenza”, remarca. Y agrega que le gustaría ser una mamá joven, “pero todo a su tiempo”.

Hasta aquí, la historia es una repetición de tantas otras. Sin embargo, el cuento de Priscila rompe el molde y se sale del clisé: quiere ser periodista deportiva. Y, para lograrlo, volvió a estudiar. Sueña con las grandes cadenas de cable dedicadas a los deportes y, para qué negarlo, la cámara ama a esta morocha de piel blanquísima y ojos verdes. Señores productores con ganas de contratarla, pasen y vean.

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por Diego Gualda

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