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DEPORTES | 08-11-2014 19:03

Thomas Bach: el nuevo jefe

El presidente del Comité Olímpico Internacional reconoce los riesgos que implican los próximos juegos en Río de Janeiro.

El Mundial de la FIFA ya pasó. Ahora, el alemán Thomas Bach sabe que llegó la hora de los Juegos Olímpicos del 2016. Como flamante presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), tiene la responsabilidad de que todo salga perfecto. Y, aunque ya comprendió que los relojes brasileños no tienen la precisión suiza, confía en que, incluso con demoras, Brasil brindará un buen espectáculo. Abogado y medallista de oro en esgrima en los Juegos de 1976, hace más de dos décadas que forma parte de la organización creada por el barón de Coubertin, el padre de los Juegos Olímpicos modernos, la cual encabeza desde septiembre de este año.

Periodista: ¿Qué se puede obtener como experiencia del Mundial para los Juegos Olímpicos de Río 2016?

Thomas Bach: Principalmente, confianza. Lo esencial funcionó bien y el saldo fue claramente positivo. Es posible que, en el día de la apertura de las Olimpíadas, aún se vea a un pintor dando las últimas pinceladas y saliendo por la puerta de atrás, mientras el público ingresa por la puerta principal, pero estoy seguro de que las instalaciones estarán en pie, tal como sucedió con el Mundial. Además, nos viene muy bien que el Mundial haya sucedido antes para explorar el terreno. Los brasileños tienen el hábito de dejar todo para último momento. Esto forma parte de la cultura del país, pero también mostraron que son capaces de brindar un buen espectáculo deportivo.

Periodista: Hace apenas tres meses, algunas demoras en las obras olímpicas encendieron alertas en el COI. ¿Qué cambió desde ese entonces?

Bach: Todos comprendieron muy bien el mensaje. No había otra opción más que darse prisa. Para tener una idea, en el momento en que se dio esa situación de nerviosismo, el proyecto del parque olímpico de Deodoro todavía ni siquiera había sido licitado. Estamos hablando del escenario de once de las 41 modalidades de los Juegos. Era el caso más grave de demora. Afortunadamente, las obras comenzaron, y otras cruciales se encuentran en plena marcha. Es posible que estén listas sobre la hora, pero estarán listas.

Periodista: La presencia en Río de un alto funcionario del COI acompañando el paso a paso de la organización se asemejó a una intervención. ¿Qué sucedió?

Bach: No lo veo así. La presencia de Gilbert Felli agradó a todos los involucrados en los Juegos por su vastísima experiencia en la materia. Nadie duda de que pueda ser de gran valor. El mismo Comité Organizador Local quería y le solicitó que se quedara. Se convirtió en un importante eslabón entre nosotros, en Lausanne, y en Río. En lo que a mí respecta, da tranquilidad.

Periodista: En los Juegos Olímpicos de Londres, el COI tenía que lidiar solo con el primer ministro y el alcalde; en Brasil son cinco instancias de poder. ¿Eso no empeora las cosas?

Bach: Personalmente, estoy acostumbrado a tratar con las particularidades del sistema federal. También funciona así en Alemania. A veces allí, créame, es mucho más difícil que en Brasil. La burocracia que atraviesa todas esas instancias de poder puede hacer que algo muy sencillo demore una eternidad.

Periodista: ¿Por qué el COI tardó más de un siglo en organizar unos Juegos Olímpicos en América del Sur?

Bach: No me arriesgaría a especular sobre lo que pasó. En lo que respecta al presente, puedo decir que existía una percepción general de que, para no ser universales solo en el discurso, era necesario abrirnos hacia nuevas fronteras. Y Brasil se veía atractivo: es un país de economía emergente y con alta concentración de gente joven. Una ventaja demográfica, sin duda. Este es un punto esencial para la propia supervivencia de los Juegos; si queremos tener un futuro, está muy claro que no podemos distanciarnos de las nuevas generaciones.

Periodista: Apostar a Brasil implica un riesgo que el COI no correría en un país más desarrollado, ¿no es cierto?

Bach: Es verdad que el riesgo de realizar los Juegos en un país como Brasil es mayor, pero, sin riesgo, no hay recompensa. Y la recompensa en este caso puede ser grande: en una ciudad donde todavía hay tanto para hacer, como lo es Río, los Juegos Olímpicos tienen todo para que funcionen como un catalizador de los avances. Si el legado es bueno, será una excelente vidriera.

Periodista: Los Juegos Olímpicos de 2020 se llevarán a cabo en Japón, donde seis años antes, gran parte de las instalaciones ya está lista. ¿Será una especie de tregua para el COI luego de la saga brasileña?

Bach: Desde mi punto de vista, la situación ideal es exactamente esta: alternar entre una ciudad menos lista para recibir a los Juegos, como Río, y una más preparada, como Tokio. Es indudable que tenemos que expandir nuestros horizontes, pero también debemos preservar el circuito olímpico más tradicional, retornando a nuestros orígenes. Ahora bien, que nadie tenga una visión romántica sobre lo que significa llevar a cabo unos Juegos Olímpicos, incluso en los lugares más civilizados del planeta, existen siempre altos y bajos a lo largo de su desarrollo.

Periodista: Los integrantes del COI ya manifestaron públicamente un cierto escepticismo sobre la capacidad de Brasil para organizar unos buenos Juegos Olímpicos. ¿Aún se observa esa desconfianza en Lausanne?

Bach: La elección de una ciudad para que sea sede de los Juegos Olímpicos funciona como cualquier otra disputa en un sistema democrático. Aquellos que no lograron hacer prevalecer sus preferencias tienen la costumbre de resaltarle los problemas al vencedor. No es una particularidad del caso brasileño, tampoco del mundo olímpico. Es del propio espíritu humano.

Periodista: Durante todo el período que precedió a los últimos Juegos Olímpicos de invierno, en Sochi, Rusia, muchas personas temían que la organización fuera desastrosa. ¿Usted compartía ese miedo?

Bach: Ahora que ya pasó, puedo contar cómo me sentí en Sochi. Estuve allí tres meses antes de los Juegos y la visita me provocó un gran dolor de cabeza. Fui a caminar por el parque olímpico y aún se veía agua en el piso y muchas cosas que faltaban terminar. Las personas con las cuales conversaba me repetían: “Mister Bach, créanos, va a salir todo bien”. Sinceramente, en aquel momento me puse feliz de no ser ingeniero. De haberlo sido, no habría creído ni una sola palabra de lo que me decían. Tres meses después, sin embargo, todo estaba en su lugar.

Periodista: En Sochi, usted realizó un enfático discurso condenando la ley que prohíbe demostraciones públicas de homosexualidad en Rusia. ¿Esta situación provocó algún malestar con el presidente Putin?

Bach: Discutí mucho sobre ese problema con Putin antes de los Juegos. Logré obtener por parte de él la garantía de que nadie, ni atletas ni público, sería blanco de discriminación. Me dio su palabra de que no se vería ninguna muestra de intolerancia durante los mismos. Fue un requisito que puse sobre la mesa. Era eso o no habría Juegos Olímpicos.

Periodista: Usted también criticó duramente a los jefes de Estado que decidieron no ir a Rusia en protesta contra esa misma ley. ¿Alguno de ellos lo buscó?

Bach: He hablado con más de treinta jefes de Estado luego de Sochi, pero ninguno se refirió abiertamente a la polémica. Dejé en claro mi posición, porque pienso que no debemos mezclar las cosas, haciendo de un evento deportivo un acto político. Además, que quede claro: muchos se negaron a asistir a una fiesta para la cual la mayoría no había sido invitado.

Periodista: El COI manifestó la intención de incorporar a los Juegos Olímpicos modalidades más atractivas para los jóvenes. ¿Eso puede suceder ya en Río?

Bach: No, en Río permaneceremos con la grilla tradicional. Pero la idea está bien viva. En diciembre se discutirá un eventual cambio, durante una reunión del COI en Mónaco. Dependiendo del rumbo que tomen las conversaciones, es posible que en Tokio 2020 ya se observen las nuevas modalidades. El mes que viene comienzan los Juegos de la Juventud en China y allí habrá competiciones como escalada, skate y deportes sobre patines. Será un gran laboratorio.

Periodista: La cantidad de ciudades que se candidatean para ser sede de los Juegos ha ido en descenso. ¿Eso le preocupa?

Bach: Desde el punto de vista de la calidad, esta situación no representa aún ningún problema. Es posible que la cantidad de ciudades y países que se candidatean haya descendido, pero nunca nos enfrentamos a la situación de no tener buenas opciones. Jamás nos vimos en la obligación de tener que elegir entre candidatos débiles.

Periodista: ¿Los costos elevados de organizar una Olimpíada han espantado a los candidatos?

Bach: No diría que se trata solo de los costos. Las sociedades y sus gobernantes piensan de manera diferente hoy. No solo se preocupan más por el impacto de los Juegos en aquellos pocos días de espectáculo que los pondrán al tope del planeta, sino que también por sus consecuencias a largo plazo en varias áreas. Por lo tanto, la cuenta se vuelve más compleja y no necesariamente favorable para quien la realiza. Pienso que, si los países y las ciudades dudan más antes de candidatearse a los Juegos, debemos ajustarnos a esa realidad. En lugar de darles un formulario pesado y estandarizado con centenas de requisitos, necesitamos tener un discurso más personalizado, caso por caso, que ayude a cada país a entender qué especie de legado quedará luego de que los reflectores se hayan apagado.

por Mónica Weinberg

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