Friday 29 de March, 2024

SHOWBIZ | 05-01-2015 23:02

Entre franquicias e innovaciones

Jim Morris, CEO del estudio de animación, explica las claves del negocio: alta tecnología y grandes historias.

Cambiaron la forma de hacer películas animadas. Fueron los primeros audaces en hacer largometrajes ciento por ciento creados por computadora. Fundaron marcas sólidas como “Toy Story” o “Monsters” y hasta crearon sus propias tecnologías para llevar al cine más allá del “dibujito”.

Tienen un modelo de producción “fordiano”: en la era donde es siempre más productivo tercerizar servicios hacia mercados emergentes, todo lo hacen “in house” y retienen el control de todo el proceso.

Los próximos estrenos del estudio navegan a dos aguas entre las nuevas ideas (con propuesta innovadoras como “Intensa Mente”) y el territorio más seguro que implican las marcas que supieron conseguir: dos nuevas entregas de “Toy Story” (un corto para televisión que llega a la pantalla del cable de Disney Channel y la pre-producción del cuarto largometraje) y “Buscando a Dory”, la tan esperada secuela de “Buscando a Nemo”.

Y, así y todo, detrás de la innovación estética e informática, lo más interesante que tienen para vender son grandes historias. De paso por Buenos Aires, Jim Morris, CEO de Pixar, dialogó con NOTICIAS.

Noticias: Los próximos estrenos de Pixar incluyen títulos nuevos como “Intensa Mente” y el regreso a marcas ya conocidas. ¿Qué los motiva a hacer algo como “Buscando a Dory”?

Jim Morris: Hacemos secuelas cuando el realizador realmente quiere, porque son películas muy difíciles. Andrew Stanton no había planeado una secuela para “Buscando a Nemo”, pero –mientras trabajábamos en otra película– apareció esta idea. Pero nos tomó mucho tiempo tener un guión que fuera exactamente lo que pretendíamos.

Noticias: ¿Qué diferencia hay entre encarar un proyecto original y uno que dependa de una franquicia, como “Toy Story”?

Morris: Tanto en el caso de una continuación o de un proyecto que empezamos desde cero el proceso es el mismo: un director llega con una idea, nos la “vende” y –si creemos que es algo que queremos hacer– ponemos los recursos al servicio de la idea. Con una película nueva hay que crear a los personajes y a todo su mundo desde la nada. Eso te da mucha flexibilidad en cuanto a quiénes son, qué hacen, qué les pasa. Ahora, trabajar sobre continuaciones parece sencillo en un principio, porque se trata de personajes y de un universo con el que ya estamos familiarizados, pero también hay que mantener la calidad. Pero, a la larga, no queremos repetir la misma película, queremos hacerla distinta. Entonces, el canon se vuelve una limitación creativa. Se hace complicado lograr un guión que sea tan fresco como una película original, pero atado a los personajes y al mundo de la franquicia.

Noticias: Pero, desde que existe Pixar, la tecnología ha cambiado mucho. ¿No entra en conflicto cómo lucen, por ejemplo, “Toy Story”, en contraste con “Toy Story 3”?

Morris: Es un desafío, porque uno siempre quiere preservar la esencia del “mundo” creado para la primera película, pero sin sacrificar calidad. Buscamos siempre el equilibrio para que la continuación no luzca anticuada, pero tomando las ventajas de las nuevas tecnologías.

Noticias: También, con el paso del tiempo, la tecnología para el consumo de contenidos se ha vuelto cada vez más barata... ¡Pero las películas de Pixar son cada vez más caras! ¿No bajan los costos con el avance tecnológico?

Morris: Es que, a la larga, producir una película de animación no es muy diferente que producir una película “live action” [con actores en el set], sobre todo en películas de cine fantástico, con muchos personajes o entornos animados. Hacer una película en Pixar no es más caro que hacer “Star Wars” o “Lord of the Rings”. De todos modos, volviendo a la pregunta, la razón por la que, aun cuando tenemos cada vez más tecnología por menos dinero, las películas de animación siguen siendo caras, es porque vamos cada vez más a fondo en cuanto a lo artístico. Tanto nosotros como cualquier otra compañía entiende que, cuando se llegó a una cierta calidad, eso marca un mínimo para toda la industria. A la larga, siempre estamos buscando formas de ir más allá y de hacer la experiencia del entretenimiento cada vez mejor. Así, la inversión que se hace en desarrollos, en encontrar nuevas formas, mantiene los costos altos a través del tiempo. Me encantaría que fuera diferente, pero no.

Noticias: ¿Vio “Metegol”?

Morris: No pude verla aún, pero me dicen que luce muy bien.

Noticias: Costó menos de 20 millones de dólares...

Morris: Me encantaría tener la varita mágica para hacer eso.

Noticias: ¿Consideraron alguna vez tercerizar la producción y hacer cosas aprovechando talento y recursos en mercados más competitivos, como por ejemplo Argentina?

Morris: En Pixar tenemos staff de una treintena de nacionalidades diferentes, pero nuestra forma de incorporar la diversidad multicultural es contratar gente de todo el mundo y llevarla a trabajar con nosotros. Por ahora, seguimos creyendo que la mejor forma de hacer las cosas es concentrando todo nuestro trabajo bajo el mismo techo, todos juntos trabajando en la misma película. Tener gente de distintas culturas nos ayuda a entender mejor el mundo y qué clase de historias conmueven a todos, pero retenemos el control de todos los pasos de la producción. Lo más cerca que estuvimos de hacer alguna clase de “outsourcing” fue cuando, hace unos años, abrimos una oficina en Vancouver, pero decidimos que era mejor estar todos juntos, aunque resulte más caro. A nivel financiero, por supuesto que tiene todo el sentido del mundo terminar una película en la India o en Corea, pero preferimos hacerlo todo nosotros.

Noticias: ¿Cuál es el secreto del éxito de Pixar?

Morris: Por supuesto que las buenas historias. El espectador perdona falencias técnicas y tecnológicas, pero es implacable si no hay una buena historia o los personajes son débiles.

Noticias: ¿Extrañan a Steve Jobs?

Morris: La verdad que no. Su forma de ser y de pensar quedó tan incorporada a la cultura de la compañía que es como si nunca se hubiera ido.

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por Diego Gualda

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