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EMPRESAS | 03-02-2015 08:54

A la caza de préstamos

Las exportaciones de materias primas rinden menos y acentúan el déficit comercial del país.

China institucionalizó la relación estratégica con América Latina en el reciente trascendental Foro Ministerial con la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, reunido en Beijing. Fue allí donde el presidente Xi Jinping anunció que en la próxima década la segunda potencia económica mundial invertirá 250.000 millones de dólares en la región. En pocas palabras: China pretende ir más allá de las relaciones bilaterales y los convenios comerciales con los países de la región para tratarlos como un solo bloque, que representaría, según Jinping, “una de las regiones emergentes con mayor potencial para desarrollarse”.

La potencia asiática ya se destaca hoy como el principal socio comercial de América Latina. Se ha convertido en el primer actor internacional influyente que reconoce y apuesta por la CELAC, una asociación regional creada hace solo cinco años. Aunque los términos de ese intercambio todavía se basa en la exportación de materias primas y la importación de manufacturas y valor agregado. La “primarización” del intercambio es el mayor temor de los empresarios locales.

El presidente chino sugirió incluso un plan de cooperación bilateral 2015-2019, que incluirá rubros tan diversos como infraestructura, finanzas, agroalimentos, energía, seguridad pública, industria, ciencia y tecnología. El proyecto le calzaría como anillo al dedo a los países que dependen de sus materias primas y commodities para equilibrar sus balanzas comerciales y soportan los bajos precios internacionales. Un caso paradigmático es el de Venezuela, arrastrada a la crisis por la caída de los precios del barril de petróleo, principal fuente de recursos para su debilitada economía. China le prometió al presidente Nicolás Maduro inversiones y proyectos de cooperación por 20.000 millones de dólares para los próximos meses (fundamentales para un país cuyas reservas se han desplomado a apenas 22.000 millones de dólares cuando enfrenta vencimientos de deuda este año por 12.000 millones). Según las fuentes chinas, ya han destinado desde el 2008 unos 50.000 millones de dólares a Venezuela. El presidente ecuatoriano Rafael Correa cerró por su lado acuerdos por otros 5.300 millones de dólares. La expectativa de los países latinoamericanos es ahora el lanzamiento, por parte de las autoridades del Partido Comunista, de lo que se ha dado en llamar "nuevas rutas de la seda", una forma de equiparar el ambicioso plan de inversiones en infraestructura y telecomunicaciones de la próxima década en América Latina con la proliferación de rutas comerciales que empezaban a conectar Asia Oriental con Europa en el siglo XIX.

El comercio desigual. Es lo que pretendería arrancar la Argentina en la próxima visita de Cristina Fernández a Beijing: adelanto de dólares de futuras inversiones. El comercio bilateral con China cerró el año pasado con un déficit superior a los 6.200 millones de dólares. Las ventas locales cayeron más del 17%, entre otras cosas por el derrumbe de los precios internacionales de los commodities agrícolas. También se redujeron las importaciones debido a la recesión local.

Este convenio genera temor en algunos sectores empresarios. En la última década, el comercio con China se disparó como consecuencia del aumento de la demanda de materias primas sudamericanas: el cobre chileno, el hierro brasileño, la soja argentina y el petróleo venezolano empezaron a llegar a China en cantidades crecientes y a precios cada vez más elevados. La diplomacia oriental pudo exaltar así su supuesto compromiso con los países en vías de desarrollo, la relación Sur-Sur. El “superciclo” parecía eterno tanto para los empresarios como para los nuevos consumidores chinos. Sin embargo, con la desaceleración de su economía y la recomposición del dólar a nivel global, el auge de las materias primas se fue desinflando y los precios del hierro, el cobre, la soja y, en especial, el petróleo, han caído a sus niveles más bajos desde la crisis financiera global del 2008/2009. Otra vez: se beneficia China y sale perjudicada Latinoamérica.

El ejemplo que mejor expresa la necesidad de transformar esa relación -desigual- basada en las materias primas, es Venezuela. La espectacular caída de los precios mundiales del petróleo está teniendo repercusiones desastrosas para el modelo chavista, que depende de sus exportaciones, y ventajas inéditas para China, que depende de las importaciones. Durante los últimos 15 años, China destina decenas de miles de millones de dólares en préstamos a cambio del suministro de petróleo a largo plazo. Claro, el hecho de haberse convertido en la principal fuente de financiación externa de Venezuela obliga también a China a hacerse cargo de los graves problemas de endeudamiento de su economía en riesgo de default. Maduro llegó a Beijing la semana pasada desesperado por obtener una nueva serie de préstamos a cambio de petróleo.

Para otras economías latinoamericanas, en especial las del Cono Sur y los países andinos, que también dependen cada vez más de las exportaciones de sus materias primas, la caída de los precios no es una amenaza tan vital como para Venezuela, pero la dinámica será la misma: las empresas y los gobiernos de los países exportadores tendrán que apretarse el cinturón y las empresas chinas, por el contrario, saldrán beneficiadas. Lo más probable es que el fin del auge de las materias primas genere mayores críticas de los líderes políticos y empresariales de los países del Mercosur, por ejemplo, hacia China. Fue justamente Dilma Rousseff quien viene reclamando que la relación de China con la región establezca “prioridades” que vayan “más allá de la complementariedad”. El reciente Foro CELAC-China empezó a discutir la evolución de esas relaciones a partir de ahora. Sobre todo porque el auge de las materias primas no ha sido una burbuja que haya estallado. Y nadie duda que sus exportaciones seguirán siendo la base de las relaciones comerciales. Pero la dependencia que han llegado a tener algunas economías latinoamericanas respecto a los altibajos de la demanda china -para no hablar de la competencia que representan las importaciones de productos chinos- ha vuelto a despertar inquietudes y debates históricos sobre las políticas y los modelos de desarrollo en toda la región. Serán en gran parte las empresas y los políticos de la región quienes tendrán que adaptarse a los cambios que está experimentando incluso el propio modelo de desarrollo chino.

Esos cambios deberían permitir nuevas formas de cooperación. En el aspecto económico, a medida que China trate de crear un modelo de desarrollo más sostenible, orientado hacia el consumo, deberían surgir nuevas posibilidades para que las empresas latinoamericanas más innovadoras suministren bienes y servicios, al margen de las materias primas, a la nueva clase media urbana en China.

por Christian Riavale

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