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POLíTICA | 12-04-2015 04:15

La SIDE y los jueces

Extractos del nuevo libro que revela cómo Stiuso operaba sobre los magistrados. Presiones e incentivos. El rol de Javier Fernández.

De Jaime sabemos de su ferretería de espionaje. Sabemos que puede montar operaciones de prensa. Sabemos que puede elegir jueces para los amigos. O que puede tenerlos agarrados del puño. Para eso es el secreto. Para que no se sepa. Para que no sepamos lo que pueden hacer los Jaime.

El conflicto del gobierno con el campo, y luego con Clarín, modificó mucho las cosas. Para empezar, llevó a los Kirchner a desprenderse de su jefe de Gabinete, Alberto Fernández, a quien le atribuían demasiada simpatía con el nuevo enemigo. Si la SIDE celebró la salida de Alberto no fue por eso. Fue porque amplió sus dominios sobre la Justicia. Ocurre que Alberto tenía entre sus tareas no escritas buena parte de la relación del Poder Ejecutivo con el Poder Judicial más sensible, el del fuero federal.

Su salida le entregó más juego a los hombres de La Casa. Que no la iban a desaprovechar. En los siguientes cuatro o cinco años, la Secretaría impuso un poder de dominación formidable que bloqueó como nunca a los Tribunales, cerrados a cualquier intento por indagar en los actos de gobierno. Esa misión se ejecutó por momentos con sutileza, por momentos de manera brutal, pero siempre con mucha eficacia. Especialmente en Comodoro Py al 2002, sede de los juzgados federales, donde se deberían investigar las denuncias sobre corrupción. El bloqueo fue tan notorio que acabó grotesco. A la vista de todos los argentinos. Sin vergüenza. Durante cuatro o cinco años, prácticamente ninguna investigación sobre funcionarios públicos logró avanzar. Se cerraron sin vueltas denuncias gravísimas de todos los colores y formas. Obras públicas hechas con sobreprecios escandalosos.

Captación de organismos públicos por patotas. Valijas con dólares de contrabando en manos de funcionarios. El pago de coimas a cambio de la compra de vagones y locomotoras inservibles para el sistema ferroviario. Además de enriquecimientos impresentables, insostenibles salvo por la ingeniería contable o la mirada fallida de fiscales y jueces. Algunos casos iban a ser realmente inverosímiles.

Durante cuatro o cinco años, al menos hasta 2012 o todavía hasta 2013, la Justicia federal apenas indagó en lo que estaba ocurriendo en la administración pública y se ocupó de cerrar o dormir cualquier denuncia que llegaba a Tribunales. ¿Estaba la SIDE detrás de cada uno de esos favores? No siempre, pero muchas veces. Gracias a ellos. A Jaime y a Javier Fernández. Durante años, parecieron imparables. Especialmente el auditor, porque ese seguía siendo el cargo oficial de Javier Fernández, aunque en los hechos era el delegado de la millonaria Secretaría de Inteligencia. Fernández también tenía incidencia en el Consejo de la Magistratura, el organismo capaz de nombrar y remover jueces.

Durante años se le abrieron todas las puertas. O casi todas. Los jueces interrumpían indagatorias para escucharlo. Los fiscales demoraban operativos para antes saber si necesitaba algo. A algunos de sus interlocutores los conocía desde chiquitos. Como a Eduardo Farah, camarista federal, que había sido su compañero del Colegio Sagrada Familia, cuando escuchaban rock nacional, soñaban en blanco y negro y se creían inmortales. A los demás los había ido conociendo de a poco. O los pondría él, años más tarde. Pero Jaime y Javier Fernández no estaban solos. Al poco tiempo de lograr el monopolio del control sobre Comodoro Py, se les sumó para darles una mano Darío Richarte. Exacto: Richarte, el mismo que había sido subjefe de la SIDE en los tiempos de la Alianza, que era amigo de Javier Fernández desde hacía muchos años. Se conocían desde la Facultad y compartían la pasión por la política y las intrigas del poder. También la pasión boquense, que los había llevado a compartir un palco en la Bombonera.

Fernández y Richarte habían crecido a la par, como sus hijos, de quienes se hicieron padrinos cruzados, y así compadres. Richarte ahora se destacaba como socio principal de un estudio de abogados poderoso, con participación en muchos expedientes que involucraban a ricos y políticos. Como era de esperar de un abogado penalista con acceso, solía estar del lado de los malos. Defendía a banqueros acusados de fraude, a ex funcionarios involucrados en hechos de corrupción y pronto empezaría a defender a cada kirchnerista con problemas de papeles, aunque ninguno llegaría a ser condenado, al menos por muchos años. La SIDE atacaba por varios flancos a la vez. Jaime y Fernández operaban frente a los jueces y fiscales, intentando convencerlos de la conveniencia de no hacer nada. Por si acaso, estaba Richarte para asistir a los heridos. Richarte era el reaseguro, el que cubría la retaguardia mientras los otros hacían lo suyo.

* PERIODISTA

por Gerardo Young*

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