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CULTURA | 18-04-2015 11:21

La evolución constante

Más de 400 películas, nacionales y del mundo, para chicos y grandes. El gran evento del cine entendió que crecer es la mejor manera de sobrevivir.

Siempre pasa lo mismo: comprobamos que el catálogo del Bafici –esta es su edición 17, sin desgracias– tiene más de 400 películas y sabemos que no podemos ver todas. Sabemos también que todas valen la pena al menos por un motivo, aunque a veces no lo descubramos. No importa: aquí no vamos a hacer recomendaciones –se supone que usted ya se arrojó de cabeza a una de las trece sedes del festival– y anda buscando en la grilla. Lo mejor es ir a la aventura, mirar apenas el título o entrar donde den los horarios. La sorpresa puede ser mayúscula. Hay de todo: desde una retrospectiva de la gran cineasta francesa Pascale Ferran (Francia es país invitado, con foco en películas con la ilustre visitante porteña Isabelle Huppert), hasta un conjunto de films provenientes de Corea del Norte que nos permiten descubrir ese país más allá de los titulares de los diarios. O, en el cada vez mejor Baficito –ahí se puede ir con chicos– films extraordinarios como “La historia de la princesa Kaguya” o el foco sobre Chuck Jones, gran genio gran que creó al Correcaminos y dio los mejores papeles de su vida a Bugs Bunny. O la última película de Asia Argento, “Incompresa”. O el retorno a Buenos Aires de uno de sus mayores cineastas, Hugo Santiago, con “El cielo del centauro”. O un documental –cierra la muestra– sobre “La calle de los pianistas”. Y los nombres conocidos del circuito, como Lars Von Trier –va “Nimphomaniac I”, un evento a priori–, y mucho, muchísimo cine argentino de directores consagrados como Juan Villegas o José Campusano más los nuevos novísimos, muchos excelentes.

Siempre lo mismo, entonces y por suerte. La muestra porteña ha resistido en estos años a todos los avatares políticos, económicos y sociales que sufrió el país y sigue siendo un oasis amable. Esta es la tercera vez que lo dirige alguien que, desde siempre, está vinculado a la muestra, Marcelo Panozzo, periodista y hombre orquesta cuyo saber va de Bach a Britney Spears o, para ser coherentes con el caso, de Ingmar Bergman a Adam Sandler. Y uno se (le) pregunta cuál es la “onda Panozzo” del asunto. “¡'Onda Panozzo' espero que ninguna! –larga el hombre– Idealmente lo mejor es que tenga onda Bafici (por sobre todas las cosas), onda cosmopolitismo, radicalidad y alegría, onda 'fuera medio pelo de aquí', onda explorar en serio hacia dónde va el cine, onda 'pueden venir / cuántos quieran / que serán tratados bieeeen'”.

Personalismo: lo mínimo indispensable, y a veces, incluso, eso es demasiado. Son muy aburridas esas “pseudo-stars” de la “curación” que a veces podría mejor llamarse “curración”, o lo que un buen amigo define así: 'No deja de ser curioso que el viejo debate del 'conocimiento' frente al 'reconocimiento' ahora pueda aplicarse a los festivales: diríase que muchos programadores y críticos lo que ansían es verse reflejados en los catálogos, que estén en ellos todas 'sus' películas y reprochar a continuación las que faltan'”. Eso último, la multiplicidad –a veces agobiante– es lo que hace al Bafici un Bafici. Siempre ha habido debates respecto del público que va y se lo ha tildado de snob. Pero considerando la venta de entradas, resulta un poco extraño que haya 200.000 snobs en Buenos Aires. Estaría por encima de la media estadística.

Por dentro. El Bafici es, ya, un lugar establecido, pero en la Argentina puede pasar siempre cualquier cosa. Hace años que se intenta darle al festival un marco legal que lo blinde a los avatares partidarios con una Ley de Autarquía que no sale. En la presentación de la muestra, el ministro de cultura porteño Hernán Lombardi explicó que se había mandado el proyecto a la Legislatura, pero que la oposición (el PRO no tiene mayoría) no termina de ponerse de acuerdo. El cinéfilo (el que escribe) se preocupa por el futuro y le pregunta al director artístico. Y Panozzo responde: “Me parece que el Bafici no corre ningún riesgo a esta altura de la soirée. Ok: sé que es Argentina y siempre puede haber un loco con

'gilette'. Pero el costo a pagar sería altísimo y ahí ni siquiera una ley podría defenderlo, como bien sabemos en este país. La mejor defensa del Bafici es el Bafici mismo: esos 12 días de fiesta de cine, y ni las leyes ni los nombres están en condiciones de igualar ese poder”.

A veces nos desesperamos por las cosas que suceden en la política nacional, y es cierto que ocurren cosas terribles y absurdas que descorazonan. Pero uno se olvida de que contra esos malestares hay anticuerpos notables. Uno de ellos es el Bafici –el festival de Mar del Plata, ambos ahora en colaboración, es otro– donde el gusto, la discusión franca, la bulimia y la necesidad de abrir los ojos a otros mundos obligan inadvertidamente a un ejercicio democrático y ciudadano en serio. Ha sido así siempre (recordaremos el récord de público en plena crisis terminal de 2002, por ejemplo) y es más que seguro que lo seguirá siendo. Las entradas andan por los $ 30 (dos alfajores), hay de todo, hay films gratis en el Parque Centenario (selección buenísima), y el Centro Cultural Recoleta es acogedor. Vaya nomás y déjese llevar por el azar: pueden ir cuantos quieran, que serán tratados bien.

* CRÍTICO de Cine de NOTICIAS

por Leonardo D’Espósito

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