Friday 29 de March, 2024

COSTUMBRES | 18-04-2015 11:29

Nacional & Gourmet

En los clubes de las colectividades se esconden restaurantes que vale la pena visitar. Ambientaciones tradicionales y sabores autóctonos.

En tiempos en los que abunda la descripción “cocina de autor” para definir la propuesta de un restaurante, la premisa de los que se mencionarán en esta nota peca de simple y concreta. Cocina italiana, sueca, armenia, francesa, austríaca o siriolibanesa son los rótulos bajo los que pueden englobarse. Su concepto es uno: representar lo mejor posible las raíces gastronómicas de sus artífices, siempre parte de alguna colectividad extranjera que encontró su hogar definitivo en la Argentina.

Sin embargo, que se definan fácil no quiere decir que su oferta no sea rica. Con ambientaciones cuidadas, propuestas diferenciales acorde a su cultura y tradición y rigor y creatividad culinaria en partes iguales, estos restaurantes de clubes étnicos no brillan con histrionismo ni marketing ruidoso (lo suyo es el buen servicio y el boca a boca) pero valen la pena cada instante de su visita. A continuación, algunas de las mejores opciones gourmet que la inmigración nos legó.

Aires europeos. Se sabe que la inmigración europea fue una gran forjadora de nuestra actual sociedad. Y en ese camino, sus raíces han calado hondo en variados aspectos. La comida, por supuesto, fue uno de los centrales.

Aún sin ser parte de tal colectividad, no hay nadie que no haya escuchado alguna vez el clásico “mangia che ti fa bene” (comé que te hace bien) de las abuelas y madres italianas. La influencia tana en la cocina es vastísima, y por eso no podía faltar en este listado un representante. Emplazado en Recoleta (Libertad 1264), en lo que fuera la impresionante mansión de la familia Leloir, Circolo Massimo es el restaurante del Círculo Italiano, donde descendientes y no tanto pueden degustar especialidades como queso brie crocante y frito sobre hongos salteados, cebolla caramelizada y aceite de trufas, mero a la plancha en costra de frutos secos, risotto de trigo e hinojos grillado y por supuesto increíbles pastas caseras (resaltan los ravioles de cordero en masa de hongos con salsa de cerveza negra, miel y menta). Todo esto, disfrutable en sus salones con vista al jardín o en su terraza señorial, matizado además por agradable música italiana.

Países vecinos en Europa y también en sus respectivos clubes porteños, el restaurante del Hotel Club Francés se ubica asimismo en Recoleta (Rodríguez Peña 1832). Con exquisita impronta gala, ofrece un espacio distinguido en el que tener reuniones de trabajo o comidas con amigos o familia, aunando boiserie, cuadros y esculturas de tradición con algunas paredes de colores vibrantes que hacen a un mix interesante y alegre. Su jardín de invierno, en tanto, provee un espacio un poco más despojado y moderno, cumpliendo con todos los gustos. Y sus platos van por el mismo camino: sabores tradicionales y recetas clásicas de la más amada cocina francesa toman nuevo vuelo creativo y vuelven a sorprender (y reenamorar). Aunque los preferidos no dejan de ser los postres, con la créme brûlée y la tarte tatin a la cabeza.

Un poco más arriba en el mapa, Austria se muda a San Isidro y cobra nueva relevancia de la mano del genial chef Diego García Tedesco (creador del catering Rent a Chef, el restaurant La Pancha y parte de la comitiva de la feria Masticar). Allí reabrió sus puertas hace algunos años Restaurant Austria (Roque Sáenz Peña 1138), un punto que si bien existía hacía más de 80, cobró nueva vida y alma con el desembarco de García Tedesco. “Intentamos conservar el espíritu de club, pero haciendo que sea a la vez un espacio donde comer rico, cómodo y que asombre por su propuesta. Para nosotros es una misión recuperar estos rincones casi olvidados y poner en valor lugares que hicieron a los barrios”, apunta el chef. En ese cometido, se creó un ambiente que rescata lo más alegre del legado austríaco, con una pared de machimbre blanco que sirve de lienzo a bellísimos peces de colores que penden de techo y paredes, además de cuadros y escudos coloridos relacionados con la cultura autóctona. En el menú no faltan los clásicos: goulash con spaetzle, kassler, salchichas (proponen ocho variedades distintas) y postres aplaudidos como la mousse de chocolate belga, strudel de manzanas o ciruelas. “Y como buen club, todo a un precio razonable”, completa García Tedesco.

Completando el tour europeo, el Club Sueco ofrece un increíble viaje en pleno San Nicolás (Tacuarí 147). En un quinto piso, maravilla con sus muebles escandinavos, la calidez de su madera y un uso del blanco impoluto, que resalta aún más sus cuadros y detalles de color. Ideal para mediodías de oficina en los que desconectarse por completo del caos citadino probando delicias típicas como degustaciones de salmón, de lacha, albóndigas suecas o hamburguesa con alcaparras y remolachas agridulces, entre otras. Pero la cita mejora de noche: los viernes también abren, ofreciendo el clásico smörgåsbord, un buffet con diferentes ingredientes típicos apto para probar de todo y darse una idea bien cabal de la cocina sueca.

Otras influencias. Directo de Asia, el Club Sirio Libanés lleva más de 18 años mostrando lo mejor de la cocina de su colectividad en la sede de Recoleta (Ayacucho 1496). Bajo el nombre “Chef Abdala”, su restaurant, aunque emplazado en un edificio sumamente francés, por dentro se presenta con arcadas árabes, grandes arañas, narguiles y géneros profusos. En ese marco ofrece platos como kebbes, tabbule, babaganush y fatay, todas especialidades de esta cocina con infinita tradición. Durante abril, además, aprovecharon para sumarse al fenómeno “Las mil y una noches” y crearon una cena homónima en la que ir probando esas y otras versiones de preparaciones típicas a través de cuatro pasos, y finalizando en el clásico café turco. Todo, por $195.

Con algunos platos compartidos y similares influencias, otra comunidad con hondas raíces gastronómicas es la armenia. Y dentro de la Asociación Cultural Armenia, el Restaurant Armenia permite probarlas. En Palermo (Armenia 1366), hace casi 30 años que da cátedra de tradición, dominando a la perfección el arte de los kebabs, los sarmá (hojas de parra curadas y rellenas), los tabbulé y tantos otros clásicos de esta cocina milenaria y plena de sabores tan intensos y distintos a los latinos. Entre las costumbres distintivas también se destaca la lectura de la borra del café, rito para el que siempre hay alguien en el salón capacitado para hacerlo. Además, algunas noches se ofrecen shows de bailes típicos que terminan de completar la sensación de estar a miles de kilómetros del bullicio palermitano. Porque tanto aquí como en los clubes anteriormente mencionados, el disfrute máximo consiste en eso: viajar sin pasaporte, por algunas horas, a un territorio añorado, fantaseado o largamente anhelado.

por Vicky Guazzone

Galería de imágenes

En esta Nota

Comentarios