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SHOWBIZ | 13-05-2015 18:12

¿Mas libertad o más plata?

Un nuevo servicio de streaming pretende defender los intereses de los artistas. Famosos, costos, beneficios y polémica.

A pocos días de que Iron Man, Thor, Hulk y varios superpoderosos vuelvan a compartir pantalla en el cine para salvar al planeta, el mundo fue testigo de otra reunión de héroes inédita. En este caso, algunos de los nombres de mayor peso del “star system” se dieron cita con un fin un poco menos ambicioso que lograr la paz. Madonna, Rihanna, Daft Punk, Kanye West, Alicia Keys y Beyoncé, entre otros, hicieron una aparición en conjunto para presentar en sociedad Tidal, un nuevo servicio de música por streaming con el que buscan recuperar el control creativo de su música… y recaudar más dinero. Para algunos, se trató de una demostración de poder frente al actual rey de la industria, Spotify, pero para otros no pasó de un intento burdo de un grupo de millonarios por tratar de conseguir aún más dinero. Algo es cierto: cada día son más los artistas que muestran su descontento con el modo en que se maneja el negocio musical digital, pero en esta lucha entre poderosos, el principal damnificado puede ser el usuario.

La génesis del desembarco de Tidal en el mapa de la música por streaming comenzó hace varios meses, cuando Jay Z –quizá el rapero y productor más importante de su generación y también quien mejor supo sacar rédito de su fama– compró por 56 millones de dólares la plataforma al grupo suizo Aspiro. La movida generó revuelo en el ambiente musical pero pocos pudieron anticipar la jugada maestra que tenía bajo la manga. Gracias a sus contactos, Jay Z logró convencer a una veintena de estrellas de primer nivel para que se sumen a su sueño: un servicio de streaming liderado por músicos y no por inversores.

Además de Rihanna, Alicia Keys y Beyoncé, el rapero convenció a los rockeros Coldplay, Arcade Fire y Jack White y a la sensación de la música bailable Calvin Harris. La inoxidable Madonna tampoco quiso quedarse afuera y en la presentación de Tidal a la prensa –en donde todos firmaron una suerte de acta de declaración de principios en la que celebraban su independencia artística– y dio la nota al subirse a la mesa y mostrar sus musculosas piernas en actitud rebelde. Pero había poca rebeldía en el ambiente. “El objetivo de Tidal es mantener una industria que promueva la salud y la sustentabilidad de nuestro arte y nuestra industria en todo el mundo”, aseguró frente a los flashes Alicia Keys. Dicho esto, y al unísono, todas las cuentas de Twitter de esas megaestrellas cambiaron sus avatares y colores para celebrar que había llegado una nueva revolución. Kanye West, conocido por su propensión a la hipérbole, tuiteó que “hoy podremos cambiar el curso de la historia de la música”, sugiriéndoles a sus fanáticos que también cambien sus avatares por algo de color azul para indicar su adhesión. Al parecer en el siglo XXI las revoluciones son muy modestas a la hora de los requisitos para reclutar simpatizantes.

Billetera mata idealista. En el lanzamiento, Jay Z trató de evitar mostrar una confrontación directa con el statu quo actual, hablando de un idílico mundo de armonía. “Yo sé que muchos pensarán que como nueva compañía, nuestro principal competencia es Spotify. Pero en realidad no estamos aquí para competir con nadie, estamos para mejorar el paisaje. Pero si la presencia de Tidal causa que otras compañías tengan una mejor estructura de pagos, o pongan más atención en ello de aquí en adelante, entonces habremos tenido éxito de alguna manera. Así que no los vemos como competidores. Si sube la marea, todos los botes estarán más alto”, aseguró haciendo un juego de palabras con el nombre Tidal (“mareográfico”, de “tide”, marea).

Para el rapero, la gran ventaja de la flamante plataforma es que brinda mayor espacio para que los artistas: “Lo pienso como un salón creativo en el que se puede experimentar, haciendo cosas como canciones de dieciocho minutos de duración o lo que quieran. Esto puede sonar un poco loco, pero quiero que esta plataforma permita que el arte florezca”. Para los usuarios, en cambio, significa un servicio de 20 dólares mensuales, cuando la versión premium de Spotify cuesta apenas 9.99

¿Acaso Madonna necesita el doble de dinero para ser experimental? Tidal justifica el precio a partir de varios factores. Por un lado, ofrece una calidad de sonido superior a un CD, lo que significa un avance frente a las ofertas tradicionales del mercado, pero para poder disfrutarlo se necesita una conexión de alta velocidad y parlantes o auriculares que estén a la altura de las circunstancias, algo que pocas veces se cumple en la vida cotidiana. Otro de los motivos para pagar de más es que Tidal tendrá novedades exclusivas para sus usuarios. Jay Z, por ejemplo, retiró su disco debut –“Reasonable Doubt”, editado en 1996– de la versión estadounidense de Spotify y la puso en su servicio de streaming. Beyoncé, por su parte, estrenó allí una canción inédita y Daft Punk publicó su película “Electroma”, que estaba hasta entonces disponible gratis en YouTube. La más arriesgada del grupo fue Rihanna, quien hizo allí la premiére de su esperado nuevo videoclip pero terminó sufriendo terribles críticas de sus fans en Twitter, quienes se sintieron dejados de lado.

Cambios de paradigma. Hasta ahora, sin embargo, nadie se animó a tomar decisiones verdaderamente drásticas. Ni siquiera lo hizo Jay Z, quien es el director de su propio sello y que podría migrar a todos sus artistas a Tidal. Lo cierto es que el dinero, mucho o poco, sigue estando en jugadores como Spotify, iTunes o Deezer. Además, todos tienen contratos previos con sus compañías discográficas que no son tan fáciles de dar de baja y nadie quiere que sus lanzamientos no sean promocionados por las plataformas populares.

La más valiente entre los músicos fue Taylor Swift, la actual reina del pop y única artista que logró vender más de un millón de copias en el 2014. En pleno éxito, en noviembre del año pasado la rubia eliminó de todos los servicios de streaming sus canciones. “Spotify perpetua la idea de que la música no tiene valor y debe ser gratis, algo con lo que no estoy de acuerdo. Siento que es un experimento que no compensa justamente a los compositores, productores, artistas y creadores de música”. La respuesta del gigante no se hizo esperar. Su CEO, Daniel Ek, publicó una carta abierta en la que invitó a la artista a cambiar de idea y recordó que Spotify desembolsó dos mil millones de dólares en regalías desde que comenzaron sus actividades en el 2008 y que la mitad de ese dinero se desembolsó entre el 2013 y el 2014. El músico y compositor Beck ya había expresado temores similares hace tiempo, cuando en una visita a la Argentina le dijo a Página/12 que “lo que me paga Spotify no me alcanza siquiera para pagarles a los músicos que tocan conmigo ni a la gente que trabaja en los discos. El modelo todavía no funciona, así que tendremos que imaginar modos en que la gente nos ayude a hacer discos gratis o que cobre mucho menos. Pero del modo en que es ahora no funciona”.

Tidal no parece ser la solución a los problemas de Spotify, porque una vez que el humo de las declaraciones se disipa, no ofrece nada relevante o nuevo al usuario. Mientras que la calidad de sonido no es un punto fuerte para un servicio que se consume principalmente en computadoras y teléfonos, el acceso a materiales exclusivo deja mucho que desear. La canción inédita de Beyoncé es una balada con piano compuesta por el séptimo aniversario de su casamiento con… Jay Z. Lejos de los contagiosos himnos sintéticos de la morocha, el tema inédito está en Tidal porque no podría estar en ninguno de sus discos. Y el video que lo acompaña –filmado por el mismo Jay Z–, apareció a los pocos minutos replicado en YouTube, Vimeo y Tumblr, a donde fue eliminado por problemas de copyright una y otra vez, pero reapareciendo al instante, como las cabezas de la Hidra de Lerna. Lo de las mayores regalías también parece ser discutible. Según la información brindada por Tidal, el 75% de lo recaudado será destinado a los artistas, cuando Spotify brinda el 70%. No parece ser el gran salto cuantitativo que promocionan.

Quizá el vaticinio de Jay Z se vuelva realidad, pero no con los resultados esperados: es cierto que la marea está subiendo, pero también es verdad que nadie puede controlarla. Hacer una versión similar pero el doble de cara de algo que ya funciona puede terminar dañando a la golpeada industria discográfica, reavivando la piratería y las descargas ilegales.

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por Tomás Balmaceda

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