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SOCIEDAD | 14-06-2015 15:21

“La gala de los Oscar fue la noche de mi vida”

Compartimos con nuestros lectores la última entrevista del director a NOTICIAS, publicada en abril de 2015. Acababa de restaurar “La tregua”, primer film argentino nominado al Oscar. Cómo veía el cine nacional y sus ganas de filmar.

El hombre nos cita en La Biela y llega con varios diarios en la mano. “Cuando gana Racing”, dice, “me compro el Olé”. Sergio Renán está sonriente: este hombre que hizo de todo fue el primer director argentino en lograr que su película fuera nominada al Oscar. Está de buen humor, pero respecto del cine no parece del todo feliz. “No tengo reparos en contar la depresión que me causó el fracaso de ‘Tres de corazones’”, su última película –estrenada en 2007–, adaptación de un relato de Juan José Saer, maltratada por la crítica y peor por la taquilla. “Cuando mi hija leyó el guión –cuenta– me dice ‘me gusta, pero no se salva nadie’; cuando se estrenó, le pregunté al boletero de un cine y me dijo ‘la gente sale hablando bien, pero sabe qué pasa, ¡no se salva nadie!’. No pasaba eso con ‘La tregua’”. De aquella película y, sobre todo, de la nominación al Oscar, pasaron cuatro décadas, y el film se proyectó restaurado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina en el actual Bafici, y sigue siendo buena.

Noticias: “La tregua” se estrenó en un contexto donde el cine argentino vivía una especie de primavera, pero donde la mayoría de los éxitos (“La Patagonia rebelde” o “Quebracho”, por citar los más conocidos) eran abiertamente films políticos. Y sin embargo, su película se apartaba de eso.

Sergio Renán: Es que ya en el año 1974, si bien tenía una mirada optimista respecto de la condición humana, sentía un alejamiento casi total hacia las adhesiones y rechazos absolutos en la teoría política. Los rechazos estaban claros y lo siguieron estando: contra los totalitarismos, sean de derecha o de izquierda. Pero se había producido un cambio en relación con el adolescente que fui, que era un socialista lo suficientemente convencido como para afiliarse al partido, vender La Vanguardia, o hacer pintadas desde mis quince años. En 1974 todo eso ya no existía: sí existía una mirada amable por las personas. Eso es lo que hizo que “La tregua” fuera una película cargada de amor por sus personajes.

Noticias: Algo sorprendente de la película es cómo temas como el sexo, la fidelidad o la homosexualidad se desdramatizan. Hoy parece normal, pero no era así en 1974.

Renán: Vivía a esas personas así, y quería desdramatizar lo previsiblemente dramático. Por otra parte, uno pone parte de los acentos según lo que siente respecto de esos momentos. Es curioso porque yo no tengo un carajo que ver con Martín Santomé (Héctor Alterio). Mi vida no fue triste, gris, ni rutinaria desde los quince años; mi relación con las mujeres fue diferente. Lo que me importaba tanto era contar la historia de alguien que no está vivo –por lo menos lo que yo creo que es estar vivo– y no se da cuenta, aunque ese tipo era un buen tipo. Creo que todos los directores tenemos proyecciones privadas, particulares respecto de los personajes cuyas vidas contamos, aunque no tengamos nada que ver con ellos. Tampoco tenía nada que ver con el chico de “Crecer de golpe”, y me hizo llorar tanto que ni cuando la filmé ni cuando se proyecta puedo ver la escena donde descubre a su papá muerto.

Noticias: Cuando se estrenó, las críticas fueron buenas pero casi ninguna entusiasta, ¿qué cree que hizo que “La tregua” se volviera un éxito?

Renán: Creo que fue la cantidad inusual de identificaciones que esa historia y esos personajes proponían. Eso determinó que la tristeza no fuera lo principal, que no causara una distancia con el espectador, incluso entre quienes sabían cómo terminaba. Creo que la muerte de Avellaneda (Ana María Picchio) estaba neutralizada por un afecto muy grande y notorio por los personajes. Era una película coral donde seis o siete personajes tienen su solo, su aria –y yo todavía no dirigía ópera–. La tiene Luis Politti, la tiene Oscar Martínez, la tiene Marilina Ross, la tiene Norma Aleandro, la tiene Luis Brandoni, la tiene Walter Vidarte.

Noticias: ¿El asunto Oscar lo tomó por sorpresa?

Renán: Mi falta de relación con el tema era tal que no tenía la menor información respecto de que la película hubiera sido propuesta por el Instituto al Oscar, así que no tenía expectativas. Estaba muy desconcertado con lo que pasaba con la película, por cómo rebotaba en los medios, por la cantidad de gente que iba. La sorpresa era mayúscula porque mi expectativa era inversa. No es que esperase que le fuera mal, pero lo que ocurrió sorprendía hasta a los distribuidores. De hecho se estrenó en salas de cruce (N. de la R. Salas donde no se estrenan filmes. Allí van las películas cuando salen de las salas de estreno) porque la principal empresa de exhibición de entonces no la quiso. En ese contexto y teniendo –como yo tenía dolorosos reparos respecto de varias escenas–, me llega la información de que la película había sido enviada al Oscar. No tenía la menor expectativa, y no exagero: no formaba parte de ninguna hipótesis. Un buen día me llaman de Associated Press para informarme que “La tregua” estaba nominada. Claro, hay que tener en cuenta la diferencia de contexto con lo que significa hoy: era algo que nadie entendía, nunca había pasado. Y yo, que era un actor reconocido y un director de teatro exitoso, me convertí en Gardel. Pasé a tener una relación con el mundo exterior que ningún director de cine había tenido. Sí los actores, pero la popularidad del director es algo que comenzó ahí conmigo y con “La tregua”. Me tocaban bocina, me gritaban cosas por la calle; gente que no era ni cinéfila ni intelectual. Me acuerdo de una reunión acá con Mario Benedetti, Tita Tamames, Rosita Zemborain, Aída Bortnik y Bernardo Zupnik y no sabíamos qué hacer. El telegrama que me había llegado informaba que había dos lugares y ni el Instituto de Cine sabía qué se hacía con eso. Cambió para siempre mi relación con mi país, que ya era exitosa. La cambió para arriba.

Noticias: Tuvo mucho apoyo de su equipo, ¿verdad?

Renán: Tengo un especial agradecimiento por Bernardo Zupnik. Todas la inseguridad y la carencia que podía tener como debutante, me la compensaron los actores, Carlos Galettini, que era mi asistente, y Juan Carlos Desanzo, que era el director de fotografía. Pero sobre todo de Bernardo que era el jefe de producción. Porque la bola que se corría en los laboratorios Álex era que la película era mala. Yo me enteraba y él me decía “No, flaco, estás haciendo una película de la puta madre”, cosa que no creía ni creo, pero fue el tipo que me sostenía cuando me amenazaba la depresión ante alguna noticia como que “la película era muy hablada”. Y no me quiero olvidar de los que no están, Carlos Carella que me regaló el libro, Nelly Prono, Politti, Vidarte...

Noticias: ¿Y el texto no se impuso a veces a la elección de la cámara? ¿Le molestaba que “se hablara mucho”?

Renán: Mi problema fue el inverso: tengo devoción por la palabra, por su capacidad para proyectar el universo de quien la pronuncia. Ese amor me hizo poner particular interés en que, sin abjurar de ella, las imágenes contaran lo que deseaba que contasen. Fue por devoción por la palabra que pasé a darle mucha importancia al valor expresivo de la imagen. Los maestros Bergman y Truffaut demostraron que podían tener a dos personas hablando diez minutos en la pantalla y eso, además de ser nutritivo, era cine.

Noticias: ¿Y cómo fue la noche del Oscar?

Renán: Obviamente, en términos objetivos, puedo considerarla como la noche de mi vida. Mi suite era limítrofe con la de John Wayne y con la de Ingrid Bergman. Delante de mí se vivía todo el show: estaba Jack Nicholson a punto de recibir su primer Oscar. Todos lo felicitaban pero el tipo se hacía el indiferente (risas). Hubo un homenaje a Fred Astaire con Gene Kelly y Sammy Davis Jr.; conducían Frank Sinatra y Bob Hope. Para mí esa noche tenía algo de irrealidad, pensaba “qué estoy haciendo yo acá”.

Noticias: Debió ser muy fuerte ese momento.

Renán: Igual lo máximo fue un día antes cuando me invitaron a la comida con la Asociación de Directores. Cada uno tenía señalado su lugar en la mesa con una tarjetita con el dibujo de un Oscar y el nombre. Llego, miro dónde me toca y era al lado de Billy Wilder. El señor que encabezaba se para, golpea la copa y dice “bueno amigos, quiero darles la bienvenida, mi nombre es Frank Capra” y se pone a contar quién es y qué hizo. Yo pensaba “debe suponer que no sabemos quién es, por eso tiene que contar”. Entonces propone que todos dijéramos quiénes éramos. Se levanta otro y dice “yo soy King Vidor” y cuenta también. Y después, William Wyler. Así todos. Cuando me llega a mí, digo que acababa de filmar mi primera película y hubo una carcajada. Es que ahí el que menos había filmado tenía cuatro películas, y aquellos viejos habían hecho cientos. En fin... pasó la comida, esperé que se levantaran todos, y me afané todas las tarjetitas con los nombres.

Noticias: ¿Cómo ve hoy el cine argentino?

Renán: Para mí el cine que supone búsquedas de formas narrativas diferentes y de historias diferentes para contar tuvo representantes siempre y un momento muy fuerte con la Nouvelle Vague, que aquí repercutió en varios directores. Ahora bien, la búsqueda de la novedad por sí misma para mí no significa nada: quiero ver cómo es la película. Lo que viene sucediendo es que hay muchos films donde el concepto de acción se vuelve secundario y buscan esa novedad. Y algunos son buenos y otros, no. Pero como pasa en toda producción abundante, hay ciertos directores interesantes. De lo último que vi, de otras procedencias, me gustaron mucho “Birdman” y “Whiplash”, sin dudas con “Whiplash”, que me parece perfecta. Y bueno, esas películas refuerzan un poco mis dudas sobre si volver a filmar o no.

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