Friday 29 de March, 2024

MUNDO | 12-09-2015 00:00

Cómplices del horror

El rol de los países que miran para otro lado ante la ola inmigratoria que inunda Europa. Acusaciones cruzadas de potencias mundiales.

Suelen ser niños los que descorren el velo de la hipocresía. El mundo trata de mirar para otro lado y hacer de cuenta que no sabe, hasta que la imagen de la infancia victimizada lo anoticia de lo que ya sabía, pero simulaba ignorar.

En 1972, fue la pequeña Kim Phuc corriendo desnudita y gritando “quema, quema”, quien anotició a los norteamericanos partidarios de continuar la guerra en Vietnam hasta que no queden comunistas, que las bombas de napalm no sólo quemaban a los vietcong, sino también a los campesinos y a sus hijos.

Ahora fue el cadáver de un niño, lamido por las olas en una playa de Turquía, el que anotició al mundo entero lo que desde hace meses resulta más que evidente: en los naufragios de las barcazas destartaladas que se aventuran hacia costas europeas, también viajan niños. Y prácticamente todas las semanas mueren decenas de niños ahogados con sus padres, en la deriva de la desesperación.

El mundo se rasgaba las vestiduras mientras a Europa la tomaba por sorpresa una ola migratoria gigantesca, que de sorpresiva no tuvo nada. ¿Qué otra cosa podía producir ese inmenso campo de concentración en que se ha convertido buena parte de Siria y una porción de Irak, que una masa de inmigrantes intentando sobrevivir a las decapitaciones, los bombardeos y la desolación?

Esa ola no podía ser menor que las producidas por la limpieza étnica en Bosnia Herzegovina y las deportaciones masivas de albaneses que ordenó Milosevic en Kosovo. Y mucho menos podía tomar por sorpresa a Europa y al resto del mundo.

Pero el ensimismamiento europeo y la insensibilidad implacable de gobiernos como el húngaro, compensados luego por la histórica decisión alemana y austriaca de cobijar a buena parte de esa masa humana, no puede tapar otras responsabilidades aún mayores, que pasan desapercibidas detrás de los sonoros mea culpa occidentales.

¿Por qué las interminables caravanas pasan de largo por Turquía, buscando llegar a la Europa Occidental? ¿Qué ofrecen Arabia Saudita y las demás monarquías petroleras del Golfo a las víctimas de la tragedia que ellos fomentaron, al financiar milicias criminales para que derriben al régimen alauita de Siria?

¿Con que autoridad moral el presidente turco señala con dedo acusador a Europa? ¿Por qué otras potencias, como Irán y Rusia, ni se ofrecieron para recibir parte de la legión de inmigrantes que busca un destino?

Por cierto, fue brutal la policía checa intentando impedir que la ola inmigratoria atraviese sus fronteras, y fue imperdonablemente cruel el gobierno húngaro, que hasta obligó a la multitud a recorrer a pie los casi 270 kilómetros que separan Budapest de Viena, por negarse a trasladarlos en sus trenes. Pero la crítica a tales mezquindades horrorosas no puede dar impunidad a otros principales responsables.

La reina Rania lanzó una crítica que alcanza a su propio país, Jordania. “Es cierto que no estamos ayudando activamente a ISIS, pero tampoco lo estamos frenando activamente”, dijo la esposa del monarca hachemita Abdullá II. También dijo que “los musulmanes moderados no están haciendo lo suficiente” para frenar el avance de “la ideología diabólica” de los jihadistas.

En el caso de regímenes como el saudita, el qatarí y otras ricas petro-monarquías del Golfo, no sólo “no están haciendo lo suficiente”, son cómplices de ese III Reich ultra-islamista que ocupa un territorio equivalente al de Bélgica, donde está perpetrando el primer genocidio de la historia conocido instantáneamente por el mundo.

El reino de la familia Saud y su vecino, Qatar, financiaron y armaron el poderío militar que intenta aniquilar a los alauitas sirios y a sus aliados chiítas del Líbano e Irak, además de los kurdos y los árabes cristianos de las comunidades siríaca, asiria y caldea.

Con parte de Siria y parte de Irak convertidas en campo de exterminio, los sauditas y sus aliados combaten en Yemen a la milicia huti, brazo armado de un clan chiíta de ese Estado fallido que está en el extremo sur de la Península Arábiga. Como si el chiísmo yemení fuese un problema mayor que las milicias lunáticas que perpetran un genocidio étnico, mientras luchan contra el régimen de Bashar al Asad y sus aliados libaneses.

ISIS no puede escandalizar debidamente con sus decapitaciones y masacres a países que, como el reino saudita, mantienen la ley del talión por la cual un verdugo acaba de cortarle la cabeza a un hombre, por matar a otro en un accidente automovilístico.

El ajusticiado se había disculpado y también ofreció una indemnización a la familia de su víctima accidental, pero esta la rechazó y reclamó la decapitación, ejecutada de un solo golpe de cimitarra.

Un magnate egipcio ofreció comprar a Italia o Grecia una de las tantas islas desiertas que poseen, para darles a cientos de miles de refugiados sirios una tierra a convertir en país independiente.

No está claro que tan seria es la idea de Naguib Sawiris, pero está claro que no es más seria la actitud del gobierno turco frente al drama que viven sirios e iraquíes.

Cuando su ejército debió entrar a la ciudad siria de Kobane, donde la población kurda llevaba meses resistiendo el asedio de ISIS y provocó la emigración en la que iba Aylán Kudri, el niño muerto de la foto, los tanques turcos permanecieron en la frontera porque Erdogán condicionó la ayuda militar a un pacto de derribar el régimen sirio.

A renglón seguido, el presidente turco ordenó un par de bombardeos aéreos contra el “califato”, pero al mismo tiempo bombardeó a los kurdos de Irak y Siria, para que debilitar a ISIS no implique la posibilidad de un Kurdistán independiente en su frontera.

Estados Unidos salva la ropa con sus bombardeos aéreos contra los jihadistas y con la eliminación de algunos de sus comandantes.

Pero el poderío bélico y la capacidad exterminadora que aún posee esa milicia y otras que, como el Frente al Nusra, aunque menos ostentosas, son casi igualmente criminales, muestran que la acción norteamericana se queda corta, sobre todo teniendo en cuenta la responsabilidad de Washington en que Siria sea un agujero negro que devora vidas y vomita inmigraciones masivas.

Quizá Washington no haya dado armas y dinero directamente a ISIS y al Frente al Nusra, por la relación que el primero tuvo y el segundo aún tiene con Al Qaeda, pero armó otros grupos criminales y permitió que sus aliados en la región financiaran el peor fanatismo religioso, para limitar la influencia iraní en Oriente Medio al precio de un etnocidio.

Norteamericanos y europeos ya saben que, si bien el régimen de Bashar al Asad es una dictadura, no puede ser peor que lo que pueden engendrar las milicias fanáticas y sanguinarias que lo combaten.

Sin aún no lo veían, se los terminó de mostrar la ola gigantesca de inmigrantes que inundó Europa y las pequeñas olas que acariciaron el cadáver de un niño en una playa de Turquía.

por Claudio Fantini

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