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SOCIEDAD | 27-09-2015 12:18

La transformación de Servini de Cubría

En Tribunales, la jueza federal es considerada una de las más duras anti K. Hasta hace poco era señalada como permeable al poder. Robos extraños.

“Con la Chuchi no se jode”, se escucha en los pasillos de los Tribunales de Comodoro Py cada vez que se pregunta sobre la jueza María Romilda Servini de Cubría (78). Su fama de “implacable” en la Justicia la lleva desde hace unos años. Pero, esta semana, el mundo entero fue testigo de eso. Es que la jueza se encontraba en Barajas, España, esperando por un vuelo, cuando una empleada aeroportuaria le ordenó que pasara los cinco mil euros que llevaba encima en un cinturón portavalores a través del escáner de control. En cuestión de segundos, el dinero desapareció. Al principio le ofrecieron 900 euros como resarcimiento, pero ella se negó e hizo la denuncia. Horas más tarde, el cinturón apareció con la plata adentro. Ella insinuó que el robo podía tener que ver con su investigación por los crímenes durante el franquismo.

En agosto, mientras cenaba en la casa de unos amigos en Vicente López, uno de sus custodios mató a un ladrón que intentó robarle el auto. Otro episodio sospechoso.

Cualquiera a quien se le pregunte por la magistrada, aún sus amigos más íntimos, habla de su firmeza. “Es una persona inconmovible, invulnerable y dura”, cuenta un ex juez a quien le tocó litigar contra Servini. Tiene expedientes sensibles para el kirchnerismo, como la causa de la efedrina, la investigación a Amado Boudou por irregularidades en la ANSES, y el caso de malversación de fondos del Estado a través de Fútbol Para Todos.

Antes de eso, en la década del '90, algunos sectores judiciales la trataron de menemista. Es que era quien llevaba la causa del Yomagate, el caso de narcotráfico que vinculaba a la cuñada de Carlos Menem, Amira Yoma. Por errores dentro del proceso, la jueza fue sometida a múltiples juicios políticos. De todos salió ilesa. Aunque fue apartada del caso.

En 1992 tuvo su momento de fama, cuando protagonizó un episodio de censura en plena democracia. Le prohibió al capocómico Tato Bores que la mencionara en su programa. Bores, en su lugar, llevó a un coro de personalidades de la cultura integrado por Susana Giménez, Magdalena Ruíz Guiñazú, Alejandro Dolina y Luis Alberto Espinetta, entre otros, que cantaron a viva voz “la jueza Baruburubudía es lo más grande que hay”. Pocas veces se arrepintió Servini de sus actos. Este, tal como dijo años más tarde, es uno de ellos.

De familia judicial, llegó a Buenos Aires desde su San Nicolás natal a terminar sus estudios de abogacía en la UBA, y fue la misma María Estela "Isabel" Martínez de Perón quien en 1975 la nombró jueza de menores. Hace 25 años ocupa el Juzgado Federal Número 1 con competencia electoral. Vio pasar a seis presidentes, con los que , tal como afirman fuentes judiciales, “supo tener cintura política”.

Esta abuela de cinco nietos recuerda con todos los casos con una memoria envidiable. Se le infla el pecho al hablar de cómo ayudó a las abuelas de Plaza de Mayo a recuperar a algunos de sus nietos. Hasta al mismo Ignacio Hurban, nieto de Estela de Carlotto.

Entre sus memorias tiene un especial lugar para el caso del desbaratamiento del clan Puccio, en 1985, donde actuó como jueza subrogante en un juzgado de Instrucción de mayores. La adrenalina que vivió a lo largo de la investigación se le escapa al hablar de ello. La emoción la llevó a mover las más de 900 lechuzas que colecciona en su despacho en el Palacio de Justicia para el “El Clan”, el film de Pablo Trapero que cuenta el caso. Eso sí, prefirió no verla. “No me quiero olvidar de todo lo que viví. No me quiero confundir”, fue su respuesta. Estricta, hasta para no olvidar el más mínimo detalle.

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