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DANZA | 16-10-2015 16:35

La última Julieta de Paloma

Romeo y Julieta. Ballet en tres actos, sobre la obra de William Shakespeare. Funciones de despedida de Paloma Herrera junto a Gonzalo García (New York City Ballet). Ballet Estable del Teatro Colón. Sáb. 17 de octubre última función.

★★★★ La historia de Romeo y Julieta, los arquetípicos amantes de Verona, no tiene fin: en todo momento, en algún lugar del mundo, reviven sobre cualquier escenario de la danza o del teatro para estremecer aún al más desapasionado espectador. Y ahora, doble significado emotivo tiene el cierre del telón del Teatro Colón sobre la imagen del amor trunco de los adolescentes, puesto que estas funciones marcan la despedida de una de las más grandes estrellas de la danza actual: la argentina Paloma Herrera, en uno de los papeles más logrados de su carrera.

En realidad, la expectativa por verla actuar como Julieta nació en 2014, cuando se anunció su participación en la magistral coreografía de Kenneth MacMillan. No pudo ser (nunca se dio una explicación oficial al respecto), y la revancha vino este año, de la mano de la coreografía de Maximiliano Guerra, actual director del Ballet Estable, estrenada en 2009 por el Ballet del Teatro Argentino de La Plata.

Profundizar hoy en el análisis de las dotes técnicas de Paloma Herrera se torna redundante. Baste decir que la aún joven bailarina planeó su retiro de la danza estando en óptimas condiciones físicas y artísticas, con la felicidad de entregar hasta último momento lo mejor. La autenticidad de su arte se trasluce no sólo en cada movimiento, sino también en cada expresión de su rostro.

Es totalmente pertinente reiterar lo que escribimos en esta misma columna en mayo último, con respecto a la Giselle de su despedida en Nueva York: Paloma es Julieta porque cree serlo. Y ahí radica el secreto de su magia, en la convicción con que ha abordado desde siempre cada uno de los personajes que forman parte de su repertorio.

Nada debe envidiarles a las más célebres intérpretes del papel: niña inocente, joven enamorada, mujer con el suficiente temple como para poner fin a su vida por amor, todas estas Julietas se conjugaron sorprendentemente en la figura de Paloma Herrera, que ofreció una de sus mejores actuaciones en la Argentina y en el Colón.

Gonzalo García, el bailarín español del New York City Ballet invitado por Paloma para acompañarla en esta despedida, hizo su exitoso debut en nuestro país encarnando a un Romeo juvenil, subyugado de amor por su Julieta, con perfecta línea e ideal labor interpretativa y técnica. Todo ello, sumado al verdadero tour de force que le significó aprender toda la coreografía en pocos días.

Entre los bailarines de la casa, Vagram Ambartsounian fue un estupendo Teobaldo, con su acostumbrado aplomo escénico. Edgardo Trabalón compuso con gran simpatía y desparpajo a Mercucio, y Norma Molina fue excelente como la nodriza. El cuerpo de baile (muy bien entrenado en esgrima) puso vitalidad y entusiasmo para remontar el mediano vuelo de la coreografía, enmarcada en una escenografía básica, pero con un atrayente vestuario, debido a Eduardo Caldirola. Siempre es agradable ver a bailarines de generaciones anteriores asumiendo comprimarios que requieren de experiencia actoral, gracias a un inteligente otorgamiento de roles.

El director suizo Emmanuel Siffert condujo a una velocidad inusitada la potente partitura de Prokofiev, pero ese hecho les quitó poesía y respiración a algunos momentos, como por ejemplo la escena del balcón. A pesar de eso, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires tuvo un buen desempeño.

por Patricia Casañas

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