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CULTURA | 26-11-2015 17:15

Amigos de los Museos: la pelea por la caja y la curaduría

Aunque sus miembros trabajan “ad honorem”, ellas financian actividades y adquisiciones que el Estado no cubre.

Si alguien está interesado en fundar una Asociación de Amigos del museo del barrio, además de mucha energía, bastante tiempo y algún dinero, necesita seguir algunas recomendaciones. En primer lugar, confirmar si ya no existe alguna (es muy probable que sí).

Después, averiguar las condiciones en la Federación Argentina de Asociaciones de Amigos de Museos (Fadam) donde el estatuto marca, básicamente, que se trata de asociaciones civiles sin fines de lucro cuyo objetivo principal es colaborar con cualquier iniciativa “que responda a los fines que presidieron la creación del Museo”. Según ese mismo estatuto, se sustentan gracias a las cuotas de los socios, donaciones, bonos por actividades recreativas o culturales y venta de objetos, catálogos, etc. Además, su actividad es “ad honorem” y la comisión directiva se elige y recambia por voto de la Asamblea.

Por último, pero no menos importante, cualquier preocupado por esta actividad debería saber, según indica la estadística basada en la experiencia, que los roces, las diferencias –en fin, digámoslo–, las peleas con la dirección del museo serán parte del asunto.

Quizá porque, como supone la galerista Marta Álvarez Molindi, actual presidenta de la Asociación de Amigos de Villa Ocampo, “el error reside en los directores de museos que son una especie de chiquitos malcriados que te dicen 'voy a hacer tal cosa, conseguime tanto y dame cuanto' sin explicar nada. Por eso se arman los conflictos”.

Quizá las asociaciones opinen más de la cuenta a pesar de que “no tienen que tener ninguna injerencia en las decisiones museográficas”, como afirma el historiador Gabriel Di Meglio, director del Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo. Tampoco deberían ser “recaudadores de entradas”, como definió Araceli Bellotta, la directora nacional de Patrimonio y Museos y a cargo ad honorem del Museo Histórico Nacional. Pero el Estado parece haber delegado una gran tarea en ellas. “A partir de los años '50, el Estado dejó de considerar al museo como parte constitutiva de la Nación, y entonces fue la sociedad civil la que se organizó para mantenerlos –dice Américo Castilla, ex director general de Museos y Patrimonio y ex director del Museo Nacional de Bellas Artes–. Las Asociaciones deben abogar para que los museos tengan un sistema de administración más eficaz para que ellas mismas no sean tan imprescindibles. Muchas asociaciones ven bien que el museo esté limitado para así tener más poder”.

Indomables. Si bien la razón de ser de las Asociaciones es siempre apoyar y difundir el patrimonio y la obra de los museos, hay múltiples diferencias entre ellas. En principio, porque los museos son distintos. Se distinguen por la temática que abordan (arte, historia, ciencia) y por su origen: privados o públicos, dependientes de la Nación, la provincia o el municipio, las universidades u otras entidades oficiales. Pero todas comparten “un Código de Ética internacional, aprobado por la Federación Mundial en Oaxaca. Allí está claramente establecido que quien conduce el museo es el director y la asociación está para apoyarlo. Nuevamente, de las relaciones humanas depende que la asociación tenga un diálogo más o menos fluido con el director”, dice Alfredo Corti, presidente de Fadam.

El ejemplo, casi legendario, es el del enfrentamiento entre quien fuera director del Museo de Bellas Artes, Jorge Glusberg y la presidenta de la Asociación de Amigos, Nelly Arrieta de Blaquier. Las crónicas de esos choques eran seguidos por la prensa pero podrían resumirse en la eterna pregunta de quién tiene el poder.

“Algunos museos somos pobres y no importa lo que se recauda”, dice la directora del Museo Roca, María Inés Rodríguez Aguilar, cuya Asociación de Amigos es presidida por Rosendo Fraga. “Pero es verdad que algunas asociaciones fueron estrellas en los '90. Es que cuentan con potestades recaudatorias y de esponsoreo en épocas de fondos escasos. Y surgen acuerdos y tensiones sobre la programación y los discursos expositivos, tanto estéticos como historiográficos”, dice.

A la hora de recaudar fondos, la tendencia en nuestro país y el mundo es reemplazar personas por empresas en las comisiones directivas de algunas asociaciones. “Esto obedece a un cambio sociológico de la última mitad del siglo XX. Los particulares ricos van desapareciendo (mueren y sus fortunas se dividen o sus herederos no se interesan en la filantropía) y son paulatinamente reemplazados por importantes empresas o empresarios que, bajo el rubro de Responsabilidad Social, asumen el rol de apoyar al Estado donde este no llega o no alcanza”, aclara el presidente de Fadam.

Entre todas las Asociaciones de Amigos, la más poderosa es la del MNBA (Museo de Bellas Artes). Tiene 2.500 socios. Los socios mecenas son el Banco Nación, el Galicia y Mercedes-Benz. El resto de los ingresos proviene de los cursos y talleres que se ofrecen al público y las entradas a los ciclos de cine. Desde 2011, el presidente es el abogado y coleccionista Julio Crivelli quien recibe a NOTICIAS en la sede de Figueroa Alcorta.

“La Asociación apoya al museo a través de cuatro ejes fundamentales. Uno, el programa de adquisiciones de obras de arte contemporánea –una suma de un millón y medio de pesos–. La compra es consensuada con la dirección del museo. También ayudamos en la adquisición de bienes de uso, con otro millón y medio. Por otro lado, hay unos dos millones destinados a emergencias. También damos ayuda a las exposiciones. Así llegamos a los siete millones de apoyo. Paralelamente, brindamos múltiples actividades de extensión cultural”, dice Crivelli.

Noticias: ¿La partida presupuestaria que recibe el museo no alcanza?

Julio Crivelli: Los museos tienen su propio financiamiento proveniente de los municipios, la provincia o la Nación que suele invertirse en sueldos. Hay que reconocer que desde hace cinco años se compra obra, esporádicamente. La Asociación, en cambio, lo hace de manera regular. La tendencia mundial se encamina hacia el museo híbrido. Un museo que pertenece a la sociedad civil y no al Estado. Es decir, los directorios representan a las Asociaciones de Amigos y otros sectores, más allá de que la última palabra la tenga el director. De hecho, desde 2006 existe un decreto orgánico que modernizó la estructura del museo estableciendo un consejo consultivo elegido por el director que debe contar con un miembro de la asociación, con injerencia en decisiones importantes. Pero no se cumple.

La historia de siempre. Los museos históricos no suelen tener tanto glamour como los de arte. Sin embargo, en ellos se juegan cuestiones como el “relato”, el hallazgo del ADN patriótico y el criterio para colgar y descolgar los cuadros de los ancestros. Es en algunos de los museos históricos nacionales adonde una resolución de agosto pasado, la 4.593, vino a renovar el malestar porque acota las funciones recaudatorias y financieras de las Asociaciones de Amigos y coloca sus atribuciones bajo el arbitrio del director del museo.

El Museo Histórico Sarmiento, del barrio de Belgrano, ha dejado de tener Asociación de amigos desde fines de septiembre. Tendrá otra a la brevedad, dice la directora Silvia Méndez, pero la anterior renunció en disconformidad con la citada resolución. “Lo único que les interesa es la caja –dice una ex integrante de esta disuelta Asociación, que no quiso dar su nombre–. Manejar el dinero. Pero no lo pueden hacer porque la ley no se los permite. Se requiere de una asociación intermedia que haga la entrada del dinero al Museo. Necesitan de la Asociación para todo lo que el Estado no hace: computadoras, cartuchos de tinta, papel, arreglos, extensión cultural”.

Jorge Carman es el presidente de la Asociación amigos del Museo Histórico Nacional, tarea que comenzó durante la gestión del historiador José Antonio Pérez Gollán y siguió cuando asumió Araceli Bellotta: “Pérez Gollán no contaba con el apoyo que tuvo Bellotta ni tampoco terminaba de decidir cuál era el relato del museo. Porque un museo histórico es un museo político, donde la museografía denota las orientaciones políticas de los gobiernos.

Noticias: ¿Y la Asociación qué opina?

Jorge Carman: Ni con tirios ni con troyanos. Tenemos una relación cordial, no nos consultan y tampoco corresponde que nos consulten por el rumbo historiográfico. Lo único que hacemos es supervisar que los bonos de entrada se utilicen en el museo.

Noticias: Es decir, se acomodaron a la nueva Resolución.

Carman: Sí. Antes hubo otra resolución (la 1.499) que no firmé porque no se ajustaba al concepto de buena amistad. Pero esta, la 4.593, es más concreta, blanquea todo, tiene una franqueza femenina. Dice, directamente: ustedes no participan en nada porque las entradas son para el museo, la gente viene por el museo y si quieren recursos, tengan asociados y comercien productos en la tienda. Veremos qué pasa después del 10 de diciembre.

por Leni González

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