Friday 29 de March, 2024

POLíTICA | 14-12-2015 16:47

Por qué no fue CFK al traspaso

¿Táctica maquiavélica para marcar la cancha o emoción violenta? Opinan psicólogos y analistas. El ego de Macri y la gestión Pinedo.

Parece una película. Una bizarra, quizá de Alex de La Iglesia o de David Lynch. Por un lado la presidenta saliente haciendo catarsis en las redes sociales y en sus últimos discursos, y por el otro el recién electo llevando el caso a la Justicia y consiguiendo instaurar a un insólito gobernante con un mandato de 12 horas. En el medio, aprietes al artista encargado de confeccionar el bastón, la resistencia desde cuentas de Twitter de órganos oficiales, llamadas, maltratos, gritos y el cumplimiento del tan anunciado faltazo.

La novela por el lugar físico del traspaso alcanzó niveles insospechados y obligó a preguntarse: ¿son o se hacen? ¿Es una pelea de egos o sólo estrategia política?

Psicología. No hay duda de que dejar el poder luego de 12 años debe suponer un tremendo shock emocional para cualquier persona, y en especial para alguien como Cristina Fernández que condujo el país con un liderazgo muy personal y con tintes de autoepopeya. De tal manera es así, que para muchos expertos no es casualidad la tremenda disputa que se desató sobre cuál sería el recinto donde debería culminar simbólicamente el gobierno de Cristina.

“La ex presidenta tuvo una reacción histérica y narcisista frente una situación que vive como una traición”, apunta el psicólogo Joaquín Pichon Rivière. Para el especialista, CFK cree estar casada con el poder y ahora que su marido acaba de serle infiel y dejarla por otro, siente que “volvió a enviudar”. “Además, Cristina estableció un vínculo enfermizo con Macri, al que trata como si fuera un chico que no puede o no quiere ver crecer”.

Según esta lógica, la catarata de tuits de Cristina contra el líder del PRO –donde decía cosas como “hasta acá llegó mi amor” y que el 10 de diciembre no era una “fiesta de cumpleaños”- y las flores amarillas que ordenó sembrar frente al chalet presidencial, serían parte de una “reacción adolescente con muestras de exhibicionismo” desencadenada por el fin del mandato.

“CFK está acostumbrada a marcar las reglas del juego: ella es quien toma las decisiones y la que siempre ríe último, y así quiso que fuera hasta el fin de su presidencia”, dice la psicóloga Beatriz Goldberg. Para la licenciada, Cristina mostró que es una mala perdedora y que, por su egocentrismo, no pudo aceptar la idea de no ser el centro de atención. “Si ella no fuera como es, tendría la inteligencia emocional para darse cuenta de que esta actitud está mal, con la idea de quedar bien para el futuro con gente que no la ha votado.”

Nelson Castro va más allá: para el periodista y médico, Cristina sufre la enfermedad del poder o síndrome de Hubris, y la postura desmedida que tuvo acerca del traspaso es una evidencia más de esa patología. “Es una reacción ilógica, que nace de su dolor por dejar el poder. Como se vio en su último acto en la Plaza de Mayo, ella quería su fiesta y no la de otro, algo que marca el nivel de su narcisismo”, dice el autor de “Secreto de Estado: la verdad sobre la Salud de Cristina Fernández de Kirchner”.

Cálculo político. Hasta la ex mandataria reconoció públicamente que el foco que se hizo desde la sociedad y los medios sobre la polémica por el traspaso desviaba la atención de aspectos más apremiantes de la política local. Gracias a acciones tan espectaculares e hilarantes como la medida cautelar que determinó el cese de la presidencia de Cristina a las cero horas del miércoles 9 o el pase a la clandestinidad de la cuenta oficial de Twitter de la Casa Rosada, se alejó la lupa sobre el gobierno que estaba por llegar.

“Macri, que debe cargar algún complejo de inferioridad, usó esta pelea para construir una imagen de poder que evidentemente piensa que no tiene”, asegura el encuestador Artemio López. Para el director de la consultora Equis, cercano al kirchnerismo, el esposo de Awada necesitaba esta pelea para demostrar que él también poseía la autoridad necesaria y que podía pelearle de igual a igual a alguien tan fuerte como Cristina. Sin embargo, para López el nuevo presidente cayó “muy bajo”, al judicializar el traspaso y al convertir al Poder Judicial “en un partido opositor”.

Alejandro Grimson, antropólogo y profesor de la Universidad de San Martín, también entiende a la polémica como parte de una estrategia: “La política nunca puede reducirse a cuestiones personales. Si fuera solo una pelea de egos habría que preguntarse por qué se metió el Poder Judicial en el medio”. Si bien para Grimson ninguno de los dos salió beneficiado por la pelea, sería Cristina la que se llevó la peor parte: “La foto principal fue la de Macri asumiendo, que sucedió a pesar de todo”.

A diferencia de sus colegas, para el psicólogo Sebastián Plut está descartado hablar de una pelea de egos personales como el disparador del conflicto por el traspaso. “Esa mirada sería ingenua y desacertada. Aquí se juegan estrategias de poder de cada uno de los sectores, con medidas que son propias de la vida política y democrática“, asegura el autor de “Psicoanálisis del discurso político”.

Más allá del 10D. Si bien la grieta existe y era anterior a la polémica por el bastón de mando, lo que pudo ser un capricho o un proyecto maquiavélico se sumará como una página o un capítulo más a las hojas de los libros especializados. Nicolás Tereschuk, politólogo y editor del portal artepolítica.com, sugiere que hechos como este demuestran la inestabilidad estructural que tienen las instituciones en la Argentina. ”Las reglas, o no se aplican tal como están o no hay acuerdo sobre lo que indican. Esto no es patrimonio de un partido político, es el modo normal de funcionamiento del país. Hacer intervenir al presidente provisional del Senado desde la medianoche hasta el mediodía, cosa que jamás ocurrió en 30 años, es parte de la baja institucionalidad democrática”.

Cuando todavía restan incontables bastones y cintas presidenciales para traspasar, ya sea en el Congreso o en la Casa Rosada, parece que quien más tiene que aprender, a fin de cuentas, no son los gobernantes de turno: es la propia Argentina.

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