Friday 29 de March, 2024

SHOWBIZ | 31-01-2016 00:14

The Beatles: El negocio de ser inolvidable

Del vinilo al streaming, claves de la vigencia de la banda que cambió la historia del rock.

Si alguien me dice que no le gustan tanto los Beatles, ya no confío tanto en él”. La frase –con su construcción algo confusa y todo– es de Charly García. Pero algo de verdad tras el prejuicio debe haber, seguramente. Porque, si esa masa anónima cariñosamente llamada “la gente” no amara profundamente a los Beatles, no se explicaría que, a más de medio siglo de su primer single y casi medio de la disolución del cuarteto, sigan siendo una de las bandas más vendidas del mundo.

Son un fenómeno inusual. Las bandas que alcanzan cierta longevidad tienden a renovarse, a actualizarse. Génesis pasó del progresivo al pop. Deep Purple aggiornó su sonido al siglo XXI. Hasta Taylor Swift –con muchísima menos carrera y salvando las enormes distancias– migró en pocos discos del country a un sonido bailable. Salvo quizás por los Rolling Stones, que hacen exactamente lo mismo desde la última glaciación, todos los artistas evolucionan.

Pero la evolución de los Beatles está detenida en el tiempo. Hicieron, de “Love me do” a “Let it be”, un camino largo y sinuoso que dejó un catálogo de más de doscientas canciones que parecerían tener su propio toque de Midas: donde suenan, se convierten en oro.

All you need is cash. Durante los últimos casi cincuenta años de inactividad –pero sobre todo en los últimos quince, con dos de los cuatro integrantes ya muertos–, han ido apareciendo varias vetas en la gran mina Beatle. Al trabajo arqueológico que implicó el lanzamiento de los discos “Live at the BBC” y la trilogía “Anthology”, se sumarían “Let it be... naked” (2003, una versión de “Let it be” sin los arreglos orquestales del productor Phil Spector, que Paul McCartney siempre odió, una versión “al desnudo”), “On Air - Live at the BBC 2” (2013) y “Early takes” (2011, banda de sonido de “Living in the material world”, la documental que produjera Martin Scorsese sobre la vida de George Harrison). Además, se pactaron derechos para la producción de un espectáculo del Cirque Du Soleil (“Love”, en cartel en Las Vegas desde el 2006), se comercializaron videojuegos –la versión Beatle de “Rock Band” ya pasó de moda, pero fue furor en un remotísimo 2009– y tanto Paul McCartney como Ringo Starr han seguido de gira en forma más o menos ininterrumpida (el crítico británico Howard Sounes afirma que la mejor banda-tributo a los Beatles en todo el mundo es... ¡el show en vivo de Paul McCartney! Una banda que clona el sonido de otra, del pasado, pero que tiene a uno de los músicos originales, un mecanismo que no es único y que ameritaría una nota aparte.

Pero al negocio de seguir desenterrando discos viejos, vendiendo la marca para productos alternativos y girando por el planeta mientras la edad y la salud lo permitan, se han sumado un par de productos nuevos, relacionados con avances tecnológicos que han cambiado la forma en que el público consume música.

Let it stream. Los Beatles eran el segundo artista favorito de Steve Jobs –nunca ningún músico ocupó en el corazón del creador de Apple el lugar que tuviera Bob Dylan– y una de sus cruzadas personales fue llevar el catálogo de la banda a iTunes. Lo logró en el 2010, con cifras récord: sólo en la primera semana tuvo más de dos millones de descargas.

Pero iTunes era sólo el comienzo. Porque, a medida que avanzaba la popularidad de los servicios de streaming, el público empezaba a reclamar por la ausencia del cuarteto más famoso del siglo XX.

Se tomaron su tiempo. Siempre lo hacen: iTunes nació en el 2003, pero no tuvo Beatles hasta siete años más tarde. Y, si bien los sitios y aplicaciones que permiten escuchar música en vivo por internet son algo razonablemente nuevo (los primeros surgieron entre 2008/2009), la discografía Beatle se sumó recién la última Navidad, con un lanzamiento con bombos y platillos que incluyó a Spotify, Apple Music, Tidal, Deezer, Google Play y Amazon Prime, entre otros. Una semana antes de que la música llegara a Spotify, la banda ya tenía un millón de seguidores.

Estos plazos largos de espera tienen que ver con una postura algo conservadora por parte de Apple Records –la compañía vestigiaria que administra el legado de la banda, ninguna relación con Apple Computers–, pero que en algún nivel tiene sentido: lo Beatles no fracasan. Nunca. Por eso, ante la irrupción de un nuevo formato, sus albaceas esperan a que se consolide antes de pactar.

También tiene sentido que se hayan sumado al universo streaming justamente en el 2015, el primer año en que, curiosamente, el consumo on line creció, en detrimento de las descargas legales. Según cifras de Billboard, en el período que va de agosto del 2014 a agosto del 2015, la suma de todos los servicios de streaming acumuló más de 191.400 millones de reproducciones, un incremento de un 100% interanual.

Pero esta eclosión del consumo digital no fue el único fenómeno inusual que vivió la industria discográfica en el año que acaba de terminar.

Magical mistery oldies. Según estadísticas de la consultora Nielsen, el 2015 fue el primer año en la historia en que los álbumes “de catálogo” vendieron más que los nuevos lanzamientos (en la industria discográfica se considera como “de catálogo” a cualquier disco que tenga más de dieciocho meses de lanzado). Las ventas en Estados Unidos de discos “viejos” cayó un 2,9% interanual. Pero la venta de lanzamientos recientes cayó un alarmante 9,2% con respecto al 2014, y los números hubieran sido más espeluznantes aún si Adele no hubiera lanzado su astronómico “25”, que lleva vendidos más de siete millones de copias y representa poco más del 6% del total de las ventas de discos nuevos.

Curiosamente, en la era digital, este cambio en el balance se habría dado, siempre según Nielsen, por las altas ventas en formato físico, incluyendo tanto CDs como discos de vinilo, un formato que no sólo es aún consumido por los Djs, sino que se ha convertido en el fetiche de los audiófilos, que afirman que el sonido es más cálido, nítido y cercano a lo “real”. Según la RIAA (la asociación norteamericana de la industria discográfica), el 48,7% de las ventas del primer semestre del 2015 corresponden a CDs, vinilos y álbumes digitales, entendiendo como “álbumes” a la compra de un disco completo en vez de la compra de una canción suelta, un hábito de consumo más propio del público adulto que aún valora al álbum como tal –como unidad artística en sí mismo–, inclusive en tiempos en que las nuevas generaciones prefieren consumir “sueltitos”, en tiempos en que la unidad de consumo dejó de ser el disco y pasó a ser la canción.

El consumo de discos de vinilo como producto premium y coleccionable tuvo una eclosión el año pasado donde –curiosidades de los hábitos de consumo– ciertos discos históricos compartieron las preferencias con lanzamientos del año, pero en su formato negro, grandote y lleno de surcos.

El vinilo más vendido del 2015 fue el “25” de Adele, seguido de cerca por “1989”, de Taylor Swift. Los discos de catálogo aparecen en el ranking recién a partir del puesto número tres, que le corresponde a “Dark side of the moon”, de Pink Floyd. El cuarto del ranking es el legendario “Abbey Road”, de los Beatles.

With a little help from remasters. El producto Beatle más reciente en llegar al mercado, como para no dejar nunca de marcar la cancha y demostrar la vigencia de la banda, es “1”. Que no es nuevo. Es más bien una curiosa reedición de una reedición. O algo así.

En el año 2000 salió a la venta, como parte de este catálogo expandido que incluía todas las “grabaciones encontradas”, un disco que contenía todas las canciones de los Beatles que habían llegado al número uno en los rankings. En el 2011, “1” fue relanzado tras una remasterización digital de sus pistas. Pero además, a fines del año pasado salió “1+”, una edición de tres discos que incluye DVDs con videos de las canciones número uno, también mejoradas digitalmente, como para que, en ese enorme LCD super-ulta-mega-HD de demasiadas pulgadas, sigan luciendo tan bien como en los '60.

Dicen que no hay situación en la vida para la que no haya una canción de los Beatles (o un episodio de “Los Simpson”, lo cual deja en claro cuál es la vara que mide el estatus de un “ícono pop”). Pero el viejo cuarteto de Liverpool sigue vigente por cuestiones que exceden completamente a su música.

Una de esas cuestiones está en su narrativa: en que tanto las historias que cuentan sus canciones como la épica de las vidas de John, Paul, George y Ringo conectan con la gente. Los mismos músicos se han constituido en “personajes”, en arquetipos. Todos en alguna época fueron –o anhelaron ser– rebeldes como Lennon, románticos como McCartney, profundos como Harrison o alegres como Starkey.

Pero además, los Beatles como negocio no han permitido que el público los olvide, sosteniendo un calendario de lanzamientos de nuevos productos y de incorporación de su viejo catálogo a las nuevas plataformas.

Si sostienen un desarrollo de producto inteligente, quizás logren ser, algún día –como dijera en 1966 el polémico John Lennon– más famosos que Jesucristo.

por Diego Gualda

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