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SOCIEDAD | 02-02-2016 11:58

Series de última generación

Abundan las historias policiales y de narcos; los conflictos sociales y políticos. Humor negro y nuevos arquetipos femeninos.

El brillante crítico Ángel Faretta afirma que el cine murió en la década del 70, porque para entonces ya había dado todo lo que podía ofrecer. Eso explicaría por qué hoy se apoya en secuelas interminables, comics, tibias remakes y trucos tecnológicos. Tal vez percibiendo esta caída que cuenta con muy pocas excepciones, mucha gente del cine, y no solo actores, se está volcando a la televisión. Steven Spielberg dirigió el primer capítulo de Columbo, en 1971, y desde entonces no ha dejado de producir para la TV. Lo mismo que Ridley Scott, los hermanos Coen y ahora los Wachowski.

El género clásico de la ficción en televisión ha sido siempre la serie. Pero en estos últimos tiempos se produjo un cambio importante en la forma de concebirlas y, gracias a las nuevas plataformas, también en el modo de exhibirlas. Al principio las series respondían a un formato amable, doméstico y gratuito (digamos). Siempre estaban ahí, en un horario determinado y con un héroe (abogado, detective, policía, médico) que transitaba sus aventuras en un prólogo y cuatro bloques bien definidos. Por difícil que se presentara la situación hacia fines del tercer bloque, todos sabíamos que en el cuarto el héroe iba a vencer y sobrevivir. Pero estas series clásicas, como las de las franquicias CSI y La ley y el Orden, también están entrando en una suerte de ocaso oscurecido por el tedio. La mayoría de las series nuevas de la televisión abierta son para chicos. Pero en otras señales, como Netflix o HBO, las series experimentaron una importante transformación: es una nueva generación, de calidad sorprendente e inteligencia superior.

The Wire, la precursora. Sin contar joyas del pasado como Prime Suspect (1991) con Helen Mirren, podría decirse que esta nueva generación nació con The Wire, de 2001, una serie de David Simon que transcurre en Baltimore. Antes de convertirse en autor, Simon trabajó veinte años para el diario The Sun, y esto se nota en la crudeza y verosimilitud del relato. La serie tiene 5 temporadas, cada una guiada por un tema en particular. La primera temporada muestra la problemática de los dealers de droga del nivel más callejero. En la segunda (la mejor) entran a jugar los sindicatos del puerto como factor de poder. En la tercera aparecen los mecanismos de la prensa y en la cuarta los políticos.

No es una serie fácil de ver: nada está tan claro como en las clásicas, los diálogos no se toman el trabajo de explicar de qué están hablando, y hay que prestar mucha atención para comprender qué pasa. Tampoco hay garantía alguna de que el héroe vaya a sobrevivir. Simon, junto con George Pelekanos –otro gran autor de policiales- pueden matar al protagonista en cualquier momento. Acá no hay cuarto bloque para tranquilidad del espectador: el capítulo termina en cualquier momento. The wire significa “la escucha”, y la serie muestra cómo van prosperando los instrumentos técnicos a medida que avanzan las temporadas. Y describe el mundo de la droga desde el vendedor callejero hasta la cámara industrial que agrupa a los grandes traficantes, en su relación –de igual a igual- con el poder político.

Esta serie abrió un camino en las policiales. Algunas provienen de Dinamarca o Suecia, como The Killing, de 2011, una versión americana de la danesa Forbrydelsen (Crimen). En este caso se investiga la muerte de una chica de 17 años que apareció ahogada en el baúl de un coche. Y el coche pertenece a la flota de un importante político. Es particularmente notable la protagonista, la detective a cargo –en ambas versiones-, un modelo femenino diferente de lo habitual: no sonríe, no usa ropa linda, no dice nada que no sea necesario y es dura tanto con su jefe como con su subordinado.

Otra mujer peculiar es la protagonista de The bridge (El puente, 2013), con Diane Kruger, que puede verse en Netflix y también tiene una versión original danesa. El puente de marras en este caso es el que une El paso en Estados Unidos con Ciudad Juárez, en México. Acá también la mujer tiene un estilo asombroso. Con extremo candor dice siempre la verdad, sea necesario o no, y esto mete en problemas a todo el mundo. Ella pertenece a la policía de El paso, y trabaja con un policía de Juárez, una ciudad asolada por un narcotraficante al parecer invencible, donde las jóvenes desaparecen de a cientos. Estas protagonistas pertenecen a un estilo nuevo de mujer, como Gillian Anderson en The fall: son altamente independientes, tienen otra relación con la autoridad, con el sexo y con su vida personal.

HBO presentó en 2014 True detective, una obra maestra protagonizada y producida por Woody Harrelson y Matthew McConaughay, con un estilo narrativo diferente, ambicioso y curiosamente poético. En su segunda temporada, aun sin alcanzar el nivel de la primera, logra dar intensidad y verosimilitud a actores menores como Colin Farrell y Vince Vaughn.

Netflix produjo The honourable woman (2014) con Maggie Gyllenhaall, sobre una fundación instalada en Londres que trabaja para lograr la paz entre israelíes y palestinos. Con una trama de alta complejidad, la serie transita la franja de Gaza, habla varios idiomas e involucra a las organizaciones de poder y espionaje de todos los países involucrados. También en Netflix, el mismo año, hicieron su entrada los hermanos Wachowski con una serie muy llamativa y fiel a su estilo: Sense 8. Algunas personas de diferentes lugares del mundo (México, India, Corea, Islandia, Estados Unidos, etc.) descubren un poder especial que les permite comunicarse entre sí de una manera puramente sensitiva, y ayudarse como una sola entidad. Con algunos resabios de Cloud Atlas e incluso un toque de Matrix, la serie sugiere poderes del futuro; es bellísima, aunque algo extrema en cuanto al erotismo.

Los hermanos Coen también incursionaron en el género con Fargo (2014), inspirada según ellos en la película del mismo nombre, aunque no guarda mucha relación más allá del clima general. La primera temporada es una especie de monumento a la maldad, en el personaje representado por Billy Bob Thorton. La segunda temporada es tan inferior que parece haber sido hecha por otra gente. Y sin embargo Kirsten Dunst se ganó un Globo de Oro por su participación en la serie.

Hay más. David Simon produjo una pieza notable para HBO llamada Show me a hero, actualmente en el aire, sobre un caso real y desgarrador. Y la misma señal proyecta, cuando puede, la serie Ray Donovan, donde Liev Schreiber tiene por oficio “resolver problemas”. Su estilo también es infrecuente; no es un matón común. Hombre de acción y pocas palabras, si hubiera que definirlo de algún modo diría que es un varón. Un varón de la pesada.

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por Cecilia Absatz

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