Thursday 28 de March, 2024

OPINIóN | 19-04-2016 20:01

Mani Pulite, de Menem a Cristina

La justicia y el poder ejecutivo llevan décadas de relaciones bipolares, de la confianza excesiva al ataque ensañado. Por Edi Zunino.

Hace 20 años, en marzo de 1996, escribí una nota de tapa titulada "Justicia ambigua". La ilustraba una producción fotográfica protagonizada por el travesti del momento, Cris Miró, con toga, espada y balanza. Quienes afirman que la última fue la década más corrupta de la historioa, deberían recordar que, solo en la primera mitad de su existencia, el menemismo gobernante acumuló 108 denuncias en ese rubro y había solo 3 condenados: un ex asesor presidencial (Mario Caserta), un concejal porteño (Carlos Suardi) y un fiscal "trucho" (Jorge Damonte).

¿Cómo se explicaba semejante estadística? Carlos Menem venía de reformar el fuero federal y de nombrar a sus 12 jueces, 24 fiscales y 5 de los 6 camaristas, aparte de los 13 miembros de la Casación y sus 3 fiscales. La Corte Suprema de 9 miembros le respondía en un 80%.

Uno de los jueces súper disciplinados de los 90, Jorge Urso, metió preso a Menem a mediados del 2001. Había otro gobierno. La crisis económica y social dibujaba un país a punto de explotar. Meses después, NOTICIAS publicaba su tapa "Mani pulite bananero", en la cual denunciaba la politización extrema de los tribunales de Comodoro Py 2002, sólo que soplada por vientos diferentes.

Hasta el miércoles 13, cuando Mauricio Macri le aceptó la renuncia al controvertido Norberto Oyarbide salvándolo de una escandalosa destitución, un tercio de los jueces federales seguían siendo los mismos de entonces. Ahora, María Servini de Cubría, Rodolfo Canicoba Corral y Claudio Bonadío representan un cuarto.

En la nota de tapa de esta semana se revela cómo y por qué Bonadío se convirtió en el centro de todas las críticas entre sus propios pares: lo cuestionan casi como artífice de la nutrida movilización del #13A para respaldar a Cristina Fernández de Kirchner.

La política es un terreno áspero, sinuoso y movedizo donde suelen mandar las creencias. La justicia, en cambio, debería ser el espacio de lo probado, de los hechos irrefutables. Cuando la política hunde a la justicia en su fango, ser un delincuente o alguien honesto puede depender sólo de la simpatía del personaje en cuestión. Lo justo se confunde con lo conveniente. Un default terrible, digno de países insignificantes.

*Jefe de redacción de revista Noticias. Seguí a Edi en Twitter: @zuninoticias

por Edi Zunino*

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