Friday 29 de March, 2024

SOCIEDAD | 30-05-2016 06:00

Cómo mueve sus piezas Tinelli, el ajedrecista del poder

Esta noche, con el regreso de Showmatch, el conductor vuelve a proyectarse como influenciador de primera línea.

"Marcelo hace tiempo dejó de ser productor para convertirse en un gran lobbista”. La frase es contundente y saca a la luz un Tinelli muy diferente del muchacho de Bolívar, humilde y bonachón, que el público conoce y cuya imagen él se empeña en mantener. La descripción de este nuevo rol de Tinelli impacta no sólo por lo que significa sino también por quién lo dice: un allegado de extrema confianza que lo conoce como pocos.

Tinelli ya no es un mero conductor televisivo. Si bien es  cierto que frente a las cámaras es uno de los mejores y con el que más empatiza el público, en los últimos años se convirtió en un habilidoso estratega que aprendió a sortear las trabas de la política con un solo fin: acumular poder. Primero, desde la tele y manejando su seducción con el rating, logró inquietar a los políticos con imitaciones que podían ridiculizarlos o encumbrarlos. Así se convirtió en un personaje influyente a la hora de promover candidatos. Pero después Tinelli decidió trabajar para sí mismo y metió las narices en un mundo mucho más resbaladizo que, el ya de por sí traicionero, minuto a minuto: el fútbol. E, indirectamente, la política. En esta transformación es donde aparece una faceta desconocida para el gran público. Un hombre que, a veces de manera caótica, busca generar más influencia en el mundo de los negocios de la mano del producto que mejor sabe vender: él mismo. Una máquina de construir poder que no tiene escrúpulos y que si es necesario utiliza la presión y el apriete para lograr sus objetivos. “Tinelli es un kamikaze. Sólo piensa en él”, admite uno de sus hombres de confianza. Un lobbista letal.

Oficialitis. En sus aspiraciones a presidir la AFA, Tinelli nunca encontró un apoyo real en el Gobierno. Si bien el presidente Mauricio Macri le palmeó la espalda y se dijo su amigo, por lo bajo, sus principales operadores como el presidente de Boca, Daniel Angelici, le pateaban en contra. Sin embargo, en las últimas semanas, el conductor logró revertir esa situación porque coincidió en un negocio en el que Macri venía interesado desde hace mucho tiempo: la “Súper Liga”, un campeonato inspirado en el modelo español, que maneja mucho más dinero que el “Fútbol para Todos” ya que la transmisión y comercialización está privatizada.

“Soy el pastor Giménez de la Súper Liga porque vengo a evangelizar”, bromeó Tinelli y Angelici lo aplaudió en la interna de la AFA, donde algunos dirigentes se niegan a implementar este sistema que beneficia a los clubes grandes.

Un detalle que pocos recuerdan es que Macri y Tinelli, según sus allegados, habrían sido socios en el club Badajoz de España –una fallida apuesta futbolística de los ‘90–, aunque, en realidad, quien aparecía en los papeles era el íntimo amigo del presidente: Nicolás Caputo.

Un calculador. Hoy la televisión para Tinelli parece ser el equivalente de lo que Clarín es a Magnetto. Sucede que desde la pantalla chica y las redes sociales, el conductor les da los golpes más duros a sus rivales.

“Ya sabés, Horacio. Yo soy libre y voy a seguir siéndolo”, le contestó el conductor al actual jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, durante una cena en su casa, luego de que el funcionario de Cambiemos le preguntara si podía aflojar con los palos contra Macri. Con respuestas de ese tipo, Tinelli intenta demostrar la independencia que gestó gracias a la credibilidad y el poder que le dio la televisión. “Tinelli es tinellista”, es el caballito de batalla que repiten quienes lo conocen. Todos saben que el conductor es indomable. Y quizás por eso también temible. Él, por ejemplo, logró lo que nadie: que convivieran en un mismo producto como “ShowMatch”, un empresario K como Cristóbal López y El Trece en el peor momento de la guerra con el kirchnerismo. Negocios son negocios.

Tinelli ya había comprendido el poder que tenía en sus manos en el 2009, cuando con 30 puntos de rating bajo el brazo y gran olfato, realizó su mejor jugada política: “Gran Cuñado”, una sátira de políticos, en aquel momento en plena campaña electoral, que siempre utilizó para ridiculizar candidatos. Arma poderosa, si las hay. Aquel año, muchos atribuyeron la derrota electoral de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires contra Francisco De Narváez a la popularidad que este logró gracias a la pegadiza frase “Alica Alicate”. El propio Tinelli sigue convencido de que la influencia del programa fue clave en aquella cachetada electora.

La autonomía del conductor se potenció y, más de una vez, comenzó a cometer errores que lo dejaron al borde del abismo. Pero también le sirvió para aprender a reinventarse. “Salvo en San Lorenzo, por ahora, no encontró la manera de sostener sus proyectos. Lo único infalible es ‘ShowMatch’, con el resto aún no logró demostrar ser un buen gestor. Y eso, a la hora de negociar, le suele jugar en contra”, afirmó un empresario a quien el conductor suele consultar.

Gambeteador de fracasos. Cuando Tinelli decidió venderle el 30% de Ideas del Sur (productora que creó en 1996) al Grupo Clarín, lo hizo porque esa asociación le aseguraba horas de aire, continuidad laboral y un millonario ingreso. Todo fue bien hasta que en el 2013, comenzó a negociar con el kirchnerismo su incursión en el Fútbol Para Todos. Las presiones del grupo Clarín para que no lo haga lo llevaron a tomarse un año sabático de la tele. El fin del conductor parecía inevitable. Sin embargo, no fue así.

“Marcelo tiene la virtud de siempre caer bien parado. Nunca termina perdiendo él. Y cuando parece que va a tropezar o caer, de alguna manera se las ingenia para dar vuelta todo y zafar”, afirmó un ex titular de un canal que tuvo al conductor entre sus estrellas. En el peor momento de Tinelli se le acercó Cristóbal López, quien estaba en plena expansión en el negocio de los medios, y la cintura del conductor logró un consenso entre enemigos: Clarín les vendió las acciones de Ideas a Indalo y Tinelli logró que, a pesar del odio entre empresarios, “ShowMatch” continuara en la pantalla de El Trece. El conductor había vuelto al ruedo.

“Por esto de mandarse de acuerdo a lo que le parece, a veces erra. Como la sociedad con Cristóbal López o con Burzaco –detenido en Estados Unidos por el FIFAgate–. Pero es muy creativo para no quedar pegado y siempre sale ganando o empatando. Nunca pierde”, afirmó un empresario amigo del conductor. Eso fue lo que sucedió con la llegada del macrismo a la presidencia. Cristóbal López quedó en la mira de la Justicia por una evasión impositiva de 8.000 millones de pesos. Tinelli, que no quería quedar pegado a la corrupción K, comenzó a negociar su salida. Intentó quedarse con Ideas del Sur, pero se lo negaron. Entonces, selló su salida. Vendió la totalidad de la productora por 17 millones de dólares, aunque dejó a todos sus empleados en manos de Indalo. Así y todo, ganó la pulseada al firmar un contrato como conductor de “ShowMatch” durante el 2016 y el 2017 con una cláusula que le reserva el poder absoluto de decidir sobre el contenido del programa.

De hecho, este año reincorpora un viejo libreto que había dejado de lado en la última etapa kirchnerista: “Gran Cuñado”, el sketch humorístico que, entre otros, hará una parodia del presidente Mauricio Macri y de su mujer, Juliana Awada. ¿Una forma de ejercer presión para lograr su inclusión en el millonario negocio del fútbol?

“Si lo acompañás, te cuida, sino agarrate. La gente ve a Marcelo como un buen tipo y le cree. Eso hace que si él dice que sos un corrupto, entonces estás al horno. ¿Y la gente a quién le va a creer, al político, al empresario corrupto o a Marcelo? La respuesta la conocemos todos”, explicó un integrante de su círculo íntimo.

El trampolín del poder. La clave de Tinelli para salir indemne de sus fracasos es contar siempre con un buen chivo expiatorio. Lo hizo en San Lorenzo, donde evitó ponerse al frente y usó en ese lugar a su amigo, Matías Lammens. Y repite esa fórmula en otros ámbitos, donde interviene su amigo y socio de máxima confianza, Fabián Scoltore. Aunque el dueño de la última palabra siempre es él.

“Tinelli ama el éxito, pero se esconde ante los fracasos”, aseguró un empresario de medios que lo tuvo en su grilla. Quizás por eso este paso hacia el árido mundo del fútbol y de la política lo esté transitando no sin pocas contradicciones. Casi como un adolescente, Tinelli lucha contra su necesidad de ser querido por todos y la necesidad política de embarrarse para acceder a más espacios de poder. Es una lucha entre el factor Tirri (su primo que le aporta una imagen naif y simpática) y el factor AFA (verse a sí mismo contabilizando los votos duplicados de la bochornosa elección de diciembre).

“El fútbol realmente le gusta y cree que puede mejorarlo y hacer algo productivo, pero algún provecho para él ve. Si no, no se manda”, aseguró un empresario amigo del conductor. Sucede que Tinelli, como muchos otros, ve en el fútbol un escalón clave para gestar poder. Los principales ejemplos los tuvo en la historia de Macri, que tras haber sido presidente del club Boca Juniors se convirtió en jefe de Gobierno porteño y hoy es presidente de la Argentina, y en la del ex primer ministro de Italia Silvio Berlusconi, quien comenzó su carrera política como titular del AC Milan.

Cuando se candidateó como vicepresidente de San Lorenzo, en septiembre del 2012, ganó con el 80% de los votos. Esa aceptación despertó el interés de los principales actores de la política.

Fueron épocas de gloria donde siempre se lo vio al frente del club. El presidente, Lammens, parecía no existir. Toda lo bueno era Tinelli. Pero mostró su debilidad en el 2014, cuando el club de Boedo quedó al borde de la eliminación, en la primera rueda, de la tan ansiada Copa Libertadores. Ese mismo día, Tinelli anunció su salida temporaria del club: licencia por 9 meses. “A Tinelli no le gusta ser parte del fracaso”, sentenció entonces un integrante de la comisión directiva. Hasta Lammens se sintió afectado y afirmó: “La figura de Marcelo es tan fuerte, que al irse te genera una sensación de fragilidad automática”. Pero, milagrosamente, el club de Boedo pasó de ronda y, cinco meses después, alzó la copa. En los festejos, Tinelli volvió para levantar el trofeo.

Apoyado por el fallecido Julio Grondona, su mentor en el fútbol, logró la vicepresidencia primera de AFA. Fue de la mano de Don Julio, y del entonces jefe de Gabinete K, Jorge Capitanich, que llegó a sentarse frente a Cristina Fernández para negociar una renovación en el Fútbol para Todos. Pero sus ambiciones e ideas privatistas lo dejaron afuera. La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza, se impuso.

Hasta ese momento, la relación con el kirchnerismo había tenido idas y vueltas. El conductor había tenido un enojo fuerte en el 2007, cuando desde el Gobierno le mandaron a la AFIP para revisar las facturas a la productora, intentando vincular a Ideas del Sur con el caso Skanska. Y el otro cruce se dio en el 2009, cuando Néstor Kirchner se negó a cerrar la campaña legislativa en “ShowMatch” y sólo aceptó salir telefónicamente horas antes de la veda electoral.

Volver a empezar. En julio del 2014, cuando falleció “Don Julio”, Tinelli vio una nueva oportunidad. El sillón de “El Pope” era el lugar ideal para recobrar el poder perdido. Pero el grondonismo, liderado por Luis Segura y el yerno de Moyano, Claudio “Chiqui” Tapia, le pusieron un pie encima.

El reglamento de AFA no le permitía a Tinelli presentarse a las elecciones de agosto del 2015, porque no cumplía los 4 años de gestión necesarios. Intentó avanzar judicialmente, pero entendió que no era la mejor manera. Luego probó con la presión mediática, su mayor poder, pero tampoco le sirvió contra la mafia grondonista que manejó el fútbol los últimos 37 años.

Luego de varias reuniones con el grondonismo, Tinelli logró un acuerdo que en realidad beneficiaba a Moyano ya que le permitía presentarse como candidato con sólo dos años de gestión al frente de Independiente. Sin embargo, Tinelli salió de la reunión en AFA y enfrentó a los medios como el ganador. Aunque sabía que no era así. Para entonces, los tres candidatos presidenciales, Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli, se habían pronunciado públicamente en “ShowMatch” a favor de Tinelli. Pero el conductor siempre supo que Macri, en realidad, no lo acompañaba y quizás por eso se tomó una pequeña venganza: cerró la campaña de Scioli en su programa.

En diciembre, tras quedar fuera de competencia para presidir la AFA, el conductor entendió que para acceder a una porción del negocio del fútbol tenía que ganarse el apoyo de Macri.

Giro macrista. El poder mediático que maneja Tinelli puede hacer cambiar de opinión a muchos. Macri lo sabe, ya que él fue quien lo mandó a medir en el 2005 como candidato a jefe de Gobierno con resultados contundentes: 7 de cada 10 personas lo votaban. Esta influencia y el deseo de frenar el avance de Moyano en la AFA –y quizás también dentro del sindicalismo, que hoy se opone al Gobierno– hicieron que el Gobierno cambiara de opinión respecto a Tinelli. Macri decidió apoyarlo en la creación de la “Súper Liga”, pero con algunas restricciones: en la negociación sentó a Angelici, su alfil en el fútbol.

“Es un negocio que les sirve a ambos. A Marcelo para posicionarse con un campeonato paralelo al de AFA y así volver al ruedo. El necesita un nuevo emprendimiento que le dé poder porque sabe que “ShowMatch” tiene fecha de vencimiento. Y Macri necesita un loquito que esté dispuesto a incinerarse si esto sale mal, aunque si sale bien se hacen del fútbol y le reducen el poder que podría lograr Moyano manejando el trabajo y el ocio”, afirmó un grondonista que trabaja junto a Tapia. Juntos, Tinelli y Macri, con el apoyo de los clubes grandes menos Independiente, buscan hacerle torcer el brazo al grondonismo.

Para llevar adelante este campeonato paralelo, el macrismo sumó a un nuevo jugador, un hombre con ardua experiencia en el fútbol europeo, el abogado Javier Tebas, quien trabajó codo a codo con Tinelli en el Badajoz y que en España es muy criticado por los clubes chicos, que lo acusan de monopolizar el negocio del fútbol. “A Tebas no lo trajo Tinelli, lo traen Macri y Caputo. Ambos fueron socios de Marcelo en el Badajoz y son ellos los que pretenden manejar un fútbol paralelo”, afirmó un integrante del círculo íntimo de Tinelli. Quizá eso explique porque, en aquellos años, Macri –entonces presidente de Boca– le facilitó jugadores y hasta parte del equipo técnico del club Xeneize que el conductor se llevó a España. Años después, Tinelli le devolvió la gentileza a su amigo dándole una mano en su programa para la primera candidatura para jefe de Gobierno porteño.

El martes 24, Tinelli recibió un duro golpe. Apareció un fallo de la jueza María Romilda Servini de Cubría en el que da “libertad de acción” a la Inspección General de Justicia (IGJ) para intervenir la AFA. Sobre esto, dos cosas molestaron a Tinelli: que el fallo se diera a conocer cuatro días después de haberse firmado y que el titular de la IGJ sea Sergio Brodsky, un hombre del riñón de Angelici. “Qué Angelici termine con las presiones”, declaró Moyano indignado. “Fue todo armado por Angelici”, aseguró un asesor de Tinelli.

Pero eso no rompió la relación de Tinelli con el macrismo, porque el conductor sabe que la FIFA advirtió sobre las consecuencias que tendrá intervenir la AFA. Y Macri también lo sabe.

A horas de comenzar un nuevo ciclo de “ShowMatch”, el cambio del humorista Martín Bossi por Freddy Villarreal para imitar a Macri habilitó las especulaciones sobre un guiño político del conductor hacia el Presidente. Se sabe que Bossi es mucho más punzante a la hora de componer sus imitaciones. Así y todo, el teléfono de Tinelli no para de sonar. Los directivos de El Trece, quienes aportaron el capital que faltaba para armar el megashow porque Ideas del Sur se negó a aumentarle el presupuesto, lo llaman desesperados rogándole que comience ya para levantar el promedio de rating que el canal está perdiendo en manos de las novelas enlatadas de Telefe. Y también de dirigentes de fútbol ligados al macrismo preocupados por el show.

Hoy, Tinelli siente que logró parte de ese poder por el que viene trabajando hace años. Porque, como sentenció uno de sus eternos laderos de confianza: “A Marcelo hoy le importa más el poder que el dinero. Es un ajedrecista que sabe cuándo avanzar y, a veces tarda en dar marcha atrás, pero siempre cae bien parado”. 

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