Thursday 28 de March, 2024

CULTURA | 01-08-2016 15:17

¿Qué es el humor político?

Las burlas a los funcionarios pueden servir para reforzar un sistema social o para desestabilizarlo, asegura el especialista Tomás Várnagy.

¿Qué es un chiste? Una breve historia con un efecto cómico al final (el remate) que provoca risa. Parece una fácil definición pero es imposible atrapar la esencia del humor, la risa o lo cómico: se pierde como la arena entre los dedos o se arruina como cuando hay que explicar un chiste. La risa es parte de la condición humana y Aristóteles definió al hombre como “el único animal que ríe” y esta cuestión ha preocupado a muchos pensadores desde Platón hasta nuestros días.

Platón creía que nos reímos por un vicio, la ignorancia, en el que perdemos nuestro control racional. Para Aristóteles el ideal moral es el punto medio, y en el humor hay que evitar los extremos: uno por exceso (el bufón) y el otro por defecto (el rústico). Su famoso libro II, sobre lo risible en la “Poética” se ha perdido y es al que hace referencia Umberto Eco en “El nombre de la rosa”.

La cristiandad medieval se caracterizó por una seriedad petrificada y congelada, con la humanidad hundida en el miedo, el temor y la humildad. Ni en el Antiguo ni el Nuevo Testamento encontraremos algo cómico: Dios se ríe únicamente como desprecio y la risa más común que encontramos es la irresponsable e irracional de los necios. El cristiano debía conservar una circunspección permanente, y una actitud de arrepentimiento y dolor para expiar sus pecados. El mimo, la risa y las burlas son emanaciones de Satanás.

La novela de Eco trata de una serie de asesinatos en un monasterio italiano en 1327, causados por un libro envenenado, el mencionado libro II de la “Poética” de Aristóteles, utilizado por el Anticristo en su tarea de poner al universo patas arriba, “mostrando al mundo al revés de lo que debe ser” y opuesto al que Dios ha establecido. En las parábolas de Cristo no hay nada que mueva a risa, pues ella fomenta la duda, es signo de estulticia, debilidad y corrupción de la carne, licencia del borracho y distracción del campesino.

Sin embargo la Iglesia permitió la fiesta, el Carnaval, para que los hombres puedan descargar sus humores, en una celebración pública cuya principal característica era la permisividad y el descontrol, en donde se invertían los valores produciendo un mundo al revés. Era una oposición al mundo cotidiano, una especie de ritual en donde la vida social se ponía de cabeza y los campesinos podían convertirse en reyes en contra de las estrictas jerarquías medievales. Los hombres se liberaban de la seriedad y el temor a Dios, con una inversión del orden y los valores: se proclamaba rey al bufón, se elegía un Papa de la risa y se ponía la ropa al revés.

Teorías. Existen decenas de teorías documentadas acerca del humor, lo cómico y la risa, pero las simplificaremos reduciéndolas a las tres principales: superioridad, incongruencia y descarga. La teoría de la risa como sentimiento de superioridad se desarrolló con Thomas Hobbes (1588-1679), pues considera que la risa no es más que la expresión de nuestra “gloria súbita”, un placer malicioso, cuando nos damos cuenta de que somos superiores al resto. El placer proviene a expensas de otro menos afortunado, por eso “los hombres se ríen de las desgracias y las indecencias, donde no hay ingenio ni broma”. Nos reímos de las desgracias ajenas, desdeñando a la gente, de su incompetencia y torpeza.

Immanuel Kant (1724-1804) consideraba que en lo cómico “tiene que haber algún contrasentido” y cuenta el siguiente chiste. Un indio en la mesa de un inglés ve abrir una botella de cerveza de la cual sale mucha espuma, manifestando gran admiración por ellos ya que no se admira de que la hayan sacado “sino de cómo pudieron meterla adentro”. Nos reímos no porque nos sintamos superiores al indio, “sino porque nuestra expectación era tensa y, de repente, quedó reducida a la nada”. Lo que provoca risa es la contradicción o incongruencia.

Finalmente, la teoría de la descarga supone que el humor “descarga” alguna forma de energía psíquica y libera al individuo de constricciones. Herbert Spencer (1820-1903) elaboró la noción de que la risa es una descarga de la energía nerviosa. Sigmund Freud (1856-1939) distinguió entre chistes inocentes y tendenciosos (que pueden ser obscenos, agresivos, cínicos o escépticos), siendo la función de los últimos la de ventilar pensamientos socialmente inaceptables, produciendo placer y satisfacción ya que se ahorra “energía psíquica” al no tener que reprimirse y dando la libertad que permite una expresión desinhibida proveyendo de un alivio mental.

En el caso de los chistes políticos, los teóricos de la superioridad apuntan a reírse de los presuntos patanes incultos que gobiernan; los teóricos de la descarga consideran que el humor provee de una salida para el miedo, el enojo y la frustración; y, finalmente, están quienes consideran a la incongruencia como el factor principal del humor ya que juega con la lógica desconcertante de la brecha entre lo que se dice y la realidad, entre la teoría y la práctica, o entre la vida doméstica y la pública. Cualesquiera sea el caso, el humor político puede servir para reforzar un sistema social o para desestabilizarlo; los chistes pueden ser una válvula de seguridad o convertirse –en palabras de George Orwell– en “diminutas revoluciones” subversoras del orden establecido.

por Tomás Várnagy

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