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EMPRESAS | 09-08-2016 17:52

Capitán del Espacio, la leyenda de la pyme perfecta

Cómo una fábrica de alfajores familiar se conviertió en objeto de culto sin publicidad, hasta llegar al Presidente y hasta al Papa.

Que tal kiosco los tiene, que tal otro pone un cartel que niega el stock como quien coloca otro, harto de que le pregunten por la carga de la SUBE. Para quien no frecuenta la zona sur del conurbano bonaerense, el producto es una leyenda urbana. Para quien pertenece a esos pagos, el objeto es imbatible. El mito del “alfajor perfecto”abarca hasta la marca, sobre cuyo origen se han dicho tantas teorías que uno duda en publicar la verdadera por temor a romper alguna creencia barrial. Capitán del Espacio es un caso extraño para estos tiempos de multinacionales y marcas que buscan la innovación permanente en nuevos productos. Básicamente, es una empresa que fabrica cuatro tipo de alfajores. Y que tiene 45 empleados que “por alguna razón, una vez que entran, nunca abandonan el empleo”. Y que se encuentra en una zona residencial sin que ningún vecino se queje. Y que en 2008 ganó el “Mundial de Alfajores”. Y que sin recurrir a la publicidad ni al cambio de calidad con tal de expandirse, fue vanguardia en el “boca a boca” hasta llegar a los oídos del Presidente de la Nación (ver recuadro). Fue viral, sin community managers ni redes sociales.

El alfajor creado por Ángel de Pascalis en 1962 tiene sus orígenes a pocas cuadras de donde se encuentra actualmente, en el Partido de Quilmes, con un fondo de local que adquirió quien por entonces fuera un trabajador frigorífico, en sociedad con su amigo Arturo Amado, un repartidor de leche. Desde entonces, con excepcionales cambios –sólo en su envoltorio, que se mecanizó en 1986– el alfajor fue creciendo en demanda, más nunca en oferta. Casi un culto del anti marketing.

“Nunca lo necesitamos”, afirma Mario Díaz, actual presidente de Capitán del Espacio S.A, al recibir a NOTICIAS en las instalaciones de la fábrica. Desde allí recuerda que “hubo una época en la que exportamos a Australia, en 1995 y 1996”. Es entonces cuando plantea la cuestión de la calidad: “el alfajor de mousse se puede exportar, pero el de dulce de leche, que vence más rápido, no te queda otra que hacerlo por avión lo que encarece mucho el costo”.

La fórmula. El dulce de leche y el baño de chocolate es de primera marca. Sin embargo, el secreto se encuentra en la mano de obra: “La masa se sigue haciendo de modo artesanal, usamos cacao de verdad, no harina de algarroba, y se la deja airear; el glaseado es sólo clara de huevo y azúcar impalpable y se coloca a mano”.

“No sé por qué, pero esta es una fábrica en la que la gente que entra a trabajar, no se quiere ir, se jubilan aquí”, cuenta Díaz y remarca con orgullo que “ni siquiera en los tiempos de mayores crisis se redujo el personal”. Para explicar cómo hizo una empresa pequeña para superar una crisis como la hiperinflación, muestra que el ingenio muchas veces es mejor que cualquier manual de marketing: “Salimos a vender las tapas de los alfajores como galletitas en la puerta de la fábrica”.

Más allá de todo, en tiempos en los que las góndolas de los supermercados y los exhibidores de los kioscos se encuentran plagados de varias opciones por marcas como si de figuritas a coleccionar se tratara, Capitán del Espacio mantiene la fidelización de sus clientes, esa que construyó el mito de “quien prueba uno de estos alfajores, repite”.

“Nuestro crecimiento fue a largo plazo”, remarca Díaz, y acota que, en la actualidad, la fábrica produce 6 mil docenas de alfajores por día, entre triples y simples de dulce de leche bañados en chocolate (65%), dulce de leche y fruta glaceados (35%). Respecto de estos últimos, Alberto Cormillot llegó a mencionarlos al pasar como “el único alfajor respetado para una dieta” por su tenor graso del 2%. Otro punto para el mito.

“En la actualidad evaluamos opciones para ampliar el horno de las galletitas: si cocinamos más galletitas, podremos ampliar la producción”, relata Díaz, quien se encuentra dentro de la empresa desde 1982 y heredó el manejo de sus destinos tras la muerte de De Pascalis y la reconversión en Sociedad Anónima. De un modo poco común para estos tiempos, da a entender que no se puede crecer a cualquier costo –“ir a un parque industrial sale un montón de dinero”– y que muchas veces se hace contra todo beneficio –“somos uno de los pocos países del mundo que cobra ingresos presuntos por adelantado”–, aunque se muestra optimista respecto al futuro. Después de todo, el Capitán del Espacio ya ha atravesado varias tormentas de asteroides y siempre salió airosa.

No lea. “Se dijo que era por un tema de Spinetta (El anillo del Capitán Beto), o por la llegada del hombre a la Luna, todas cosas que pasaron años después de que naciera el alfajor. Lo cierto es que fue un invento del momento porque 'Alfajores El Capitán' ya estaba registrado”, cuenta Díaz con una sonrisa. Pero algo debe esconder. Se sabe: es parte del mito. 

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