Michel Houellebecq siempre es noticia. Ahora acaba de publicarse en la Argentina su quinto libro de poemas “Configuración de la última orilla” (Anagrama) mientras Francia le rinde homenaje con una muestra biográfica en el Palais de Tokyo, uno de los templos del arte moderno en París. “Rester vivant” (“permanecer vivo”) se titula la exhibición y es una instalación que ocupa 1500 metros cuadrados y contiene fotos y películas producidos o imaginados por el escritor. Las fotografías son el elemento más fuerte: paisajes urbanos desolados, kitsch, desamparados. Pero también hay imágenes de su perro Clément.
Mientras a su última novela, “Sumisión”, le tocó la ingrata coincidencia de lanzarse el mismo día que el atentado a Charlie Hebdo (se la consideró premonitoria por su temática, la fantasía de que los musulmanes gobiernen Francia) su libro de poemas tuvo mejor suerte.
Desesperación erótica, desesperación amorosa y desesperación a secas. Así puede resumirse el contenido de este grupo de poemas a los que es muy difícil separar del estilo y la temática de sus novelas. Es decir, uno lee al poeta Houellebecq sin olvidar nunca que se trata de la obra del escritor maldito de Francia.
Como muestra basta un botón:
“He vivido muchas aventuras
preservativos usados
incluso visité la naturaleza,
y me pareció desordenada”.
O:
“No existe el amor
(no el de verdad, no lo suficiente)
vivimos sin ayuda,
morimos abandonados”.
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