Thursday 28 de March, 2024

OPINIóN | 14-08-2016 17:30

La defensa de lo indefendible

James Neilson analiza el vodevil judicial de la titular de Madres de Plaza de Mayo.

Algunos cometen delitos porque, según su ideología particular, es legítimo e incluso necesario que pisoteen la ley. Otros se adhieren a ideologías determinadas por suponer que les servirán para blanquear sus fechorías. Puede que entre los militantes kirchneristas haya personas que, con sinceridad conmovedora, se las han ingeniado para convencerse de que Néstor, Cristina y sus familiares tuvieron pleno derecho a apropiarse de miles de millones de dólares o euros ajenos ya que, con suerte, los usarían para construir el “proyecto” nat&pop glorioso del que hablaban. Pero también hay muchos que estaban más interesados en conseguir una parte del botín, por minúscula que fuera, cuando los jefes subsidiaban a sus fieles con dinero contante y sonante o salidas laborales y que, en la actualidad, están tratando de alejarse subrepticiamente de una causa que ha dejado de serles provechosa.

La distinción es importante. Los creyentes auténticos que se imaginan por encima de la ley son mucho más peligrosos que los oportunistas, personajes que suelen adaptarse sin demasiados problemas a las circunstancias imperantes y por lo tanto son, por decirlo de algún modo, rescatables. Si bien los kirchneristas están batiéndose en retirada y es poco probable que logren regresar, todavía queda un núcleo duro cuyos integrantes están dispuestos a subordinar absolutamente todo, incluyendo, desde luego, el bienestar de la mayoría que no pertenece a su secta, a las verdades reveladas de un “relato” en que ellos encarnan el bien y sus adversarios, comenzando con Mauricio Macri, son agentes del mal.

¿Realmente piensan así Cristina y los ultras que siguen apoyándola, entre ellos la, para muchos, madre emblemática Hebe de Bonafini? Aunque es tentador sospechar que Cristina por lo menos entiende muy bien que sólo se trata de una farsa improvisada con el propósito de mantener a raya por un rato más a la jauría judicial que le está mordiendo los talones, sería un error subestimar la capacidad de los politizados para tomar en serio virtualmente cualquier cosa con tal que les convenga. Las grandes tragedias del siglo XX fueron en buena medida consecuencia de la voluntad de millones de personas de adherirse a movimientos totalitarios que, en retrospectiva, les parecerían monstruosos. Por fortuna, el populismo kirchnerista es una variante relativamente inocua de aquel género siniestro; ha provocado muchos perjuicios al país, pero en comparación con las catástrofes que está ocasionando en Venezuela su pariente chavista, los daños no han sido tan graves.

El caso de Hebe nos recuerda lo difícil que es para muchos, en especial los de formación marxista, reconciliarse con el pluralismo democrático que, mal que les pese, es por antonomasia “burguesa”. Al elegir hacer de ella el símbolo máximo de la “lucha por los derechos humanos”, tanto los kirchneristas como otros pasaron por alto el detalle de que su postura frente a quienes no comparten sus propias opiniones truculentas se asemeja mucho a aquella de los ideólogos más sanguinarios del Proceso militar. Festejó la muerte de tres mil personas en Nueva York a manos de “hombres y mujeres muy valientes. Valientes, como una montaña de valientes, que se prepararon y donaron sus vidas para nosotros. Ni siquiera para nosotros, tal vez para nuestros nietos”. Para Hebe, se trató de un golpe certero, mortífero, asestado contra los odiados yanquis, capitalistas liberales para más señas, que, lo mismo que “los subversivos” para los halcones de la dictadura, no merecían tener derechos porque no eran humanos. Así piensan los genocidas.

Sería de suponer que la militancia belicosa de Hebe y sus amigos a favor de la muerte hubiera indignado tanto a los presuntamente comprometidos con la defensa de los derechos humanos que romperían por completo con ellos pero, huelga decirlo, con escasas excepciones han optado por perdonarlos. Tanta comprensión puede atribuirse a lo doloroso que les sería para ciertos progres cuestionar la condición casi mítica de las Madres de Plaza de Mayo como abanderadas principales de una gran campaña popular contra la represión militar. No se les ocurre que el protagonismo en aquel entonces de los familiares de los desaparecidos reflejaba la indiferencia del grueso de la sociedad; lejos de confirmar que el país entero estaba por alzarse en rebelión contra los abusos que se perpetraban, sólo mostraba que, hasta producirse la derrota en la guerra de las Malvinas, a pocos les había preocupado el tema.

A demasiados les parece lógico que casi todas las organizaciones que se afirman defensoras de los derechos humanos se vean dominadas por las abuelas y madres, o hijos y nietos, de las víctimas de la represión ilegal que han hecho de “la justicia” un asunto personal, casi una vendetta. En el fondo, lo que muchos quisieran es que se aplicara la ley del talión, lo mismo que en países como Irán en que se toma al pie de la letra lo de ojo por ojo, diente por diente, aunque por ahora se conforman con ver pudrirse en la cárcel a todos los supuestamente culpables de violaciones de los derechos humanos. ¿Y los crímenes cometidos por los terroristas? Por razones tanto ideológicas como familiares, los atribuyen a su fervor democrático, lo que a buen seguro hubiera sorprendido a aquellos que, allá en los años sesenta y setenta del siglo pasado, despreciaban tanto lo que a su juicio era una modalidad liberal fraudulenta que le declararon la guerra.

Néstor decía que “la izquierda te da fueros”. Aún más generoso en tal sentido ha sido el papel de Hebe durante el Proceso militar. Al difundirse la noticia de que el juez Marcelo Martínez de Giorgi había ordenado su detención por haberse negado a comparecer en Tribunales para declarar en la causa de Sueños Compartidos, el escándalo inmobiliario en que formalmente participó con su ex amigo Sergio Schoklender, los convencidos de que debería permanecer por encima de la ley, luchadores sociales tan renombrados como Amado Boudou, Axel Kiciloff, Máximo Kirchner, Andrés Larroque y Luis D’Elia la rodearon para impedir que la agarrara “Macri”, ya que todos se aseveraron convencidos de que detrás del zarpazo judicial estaba el presidente. ¿Lo creen de verdad? Es posible. En el mundo conspiratorio en que viven, todo cuanto sucede ha de ser obra del principio de las tinieblas reinante. Sea como fuere, algunas concesiones mutuas mediante, se desactivó pasajeramente el conflicto.

La militancia vio en el show que se produjo en torno a Hebe un ensayo general para la eventual detención de Cristina. Por ser tan verosímiles las acusaciones de robo en escala industrial que enfrenta la ex presidenta, si la justicia funciona como es debido no tardará en verse entre rejas pero la verdad es que aún dista de haberse despolitizado. Con todo, aunque a Macri no le gusta la idea de que su antecesora sea sancionada como correspondería por lo que hizo en el transcurso de la larga década ganada, sabrá que indultarla directa o indirectamente enviaría al mundo un mensaje muy negativo al informarle que en la Argentina el poder político sigue otorgando impunidad.

Es factible, pues, que dentro de poco Cristina sea detenida. También lo es que sus partidarios protesten con furia, aunque a esta altura no parecen estar en condiciones de armar el quilombo fenomenal previsto por la gente de La Cámpora. Desde noviembre del año pasado el país ha cambiado bastante. Como ha sucedido con cierta regularidad, la mayoría se ha enterado de que durante mucho tiempo toleró como si fuera normal una situación aberrante y supone que, para hacer catarsis, debería repudiar con la vehemencia apropiada lo que hasta hace poco le pareció aceptable. Muchos habían oído hablar de denuncias tremendas y sabían que los Kirchner habían aprovechado el poder político para convertirse en multimillonarios, pero antes de ver en la pantalla de la tele montones de plata y las andanzas de Josecito López con las monjitas, se resistían a ubicar lo que ocurría en el mundo real.

Cristina misma entiende que podría esperarle una celda presuntamente VIP en una cárcel. No parece sentirse preocupada, acaso porque se ve en el papel nada desdeñable de una presa política famosísima perseguida por la derecha neoliberal por haber desafiado a los poderes concentrados planetarios, por su solidaridad con los pobres y por haber contribuido a crear un modelo novedoso que, dice, le hace digna de un premio Nobel de Economía. De ser Cristina una mujer de vida austera, sin hoteles, propiedades y un nivel de vida inalcanzable para quien desde hace muchos años depende del Estado por sus ingresos, encarcelarla podría merecerle el respaldo de una izquierda mundial en busca de mártires, pero puesto que no lo es, sería asombroso que muchos referentes progres de otras latitudes la creyeran víctima del imperialismo norteamericano. Asimismo, en vista de que las tribulaciones de Dilma y el futuro incierto de Lula, dos políticos cuyas credenciales progresistas son llamativamente superiores a las de Cristina, no han motivado ninguna reacción internacional adversa, lo más probable sería que, aparte de personajes como Nicolás Maduro, Evo Morales y, quizás, los hermanos Castro, los líderes del mundo tomaran su eventual encarcelamiento por un asunto interno acerca del cual no quisieran opinar.

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por James Neilson

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