Friday 19 de April, 2024

MUNDO | 06-09-2016 19:22

El macrismo, preocupado por la situación brasilera

Susana Malcorra sinceró su alarma y contó su desazón ante la negativa de los bandos políticos a negociar una salida salomónica.

¿Qué piensa el gobierno argentino de la caída, finalmente confirmada, de Dilma Rousseff? Al menos su canciller, que parece interpretar y ejecutar con prolijidad de ingeniera –estudió lo mismo que Macri– la visión macrista de las relaciones internacionales, está muy preocupada por el futuro del país vecino, y del Mercosur en general. El martes 30 de agosto en un salón del Alvear Art Hotel, durante un desayuno privado con empresarios, diplomáticos, funcionarios y formadores de opinión, organizado por la fundación Embajada Abierta, que preside el ex embajador Jorge Argüello, Susana Malcorra sinceró su alarma acerca de la situación brasileña.

Contó su desazón ante la negativa de los bandos políticos en disputa a sentarse a negociar una salida salomónica a la crisis institucional que sacude al Palácio do Planalto: la idea era congelar el impeachment contra Dilma, a cambio de un pacto para llamar a elecciones anticipadas, previa modificación consensuada de la norma constitucional que lo impide. Pero ninguno de los grandes actores involucrados se mostraron interesados en esa solución: parece que Temer le agarró el gustito al sillón presidencial y no tiene apuro en que se vote a un sucesor en las urnas; y al PT saliente, golpeado por tanto escándalo judicial de corrupción y por el derrumbe económico del país, le hace falta ganar tiempo para reacomodarse antes de intentar recuperar el poder mediante elecciones populares.

El resultado de esta mezquindad compartida es una peligrosa transición política y económica, para la que el gobierno entrante no parece estar demasiado sólido, según calculan en la cancillería argentina. A esta incertidumbre se le suma el explosivo escenario venezolano, que le mete presión al tablero regional, necesitado de un sabio barajar y dar de nuevo. Malcorra –quien descree de aplicar la cláusula democrática a Caracas, igual que el flamante gobierno brasileño, temeroso de un efecto boomerang– propone “desideologizar” la discusión diplomática, buscando un camino negociado, con los intereses sobre la mesa. Ella asegura que, tras años de relato y encierro ideológico, Sudamérica tiene mucho que ganar volviendo a la apertura pragmática. ¿Será otro relato?

por Silvio Santamarina*

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