Friday 19 de April, 2024

LIBROS | 25-09-2016 00:00

Alguien llama a la ventana: asomarse al laberinto gótico

Antología del cuento gótico, selección y prólogo de Cristina Bajo. Edhasa, 310 págs. $ 365.

★★★★★ El siglo XIX tuvo en Inglaterra un sabor peculiar. Se concretó en esos años el asentamiento total de la sociedad industrialista, y también el Imperio. Y la solidez del sentido común burgués tuvo como contrapartida la creación de un género nuevo (el cuento de fantasmas). Es el período que enfoca la cordobesa Cristina Bajo en este volumen. El resultado es ejemplar.

Tanto el prólogo como las introducciones extensas a cada relato tienen la originalidad de referirse todo el tiempo a la experiencia vital de la propia antóloga. Un sitio cordobés con una casona digna del Londres antiguo. Alguna referencia rápida a las sierras, otra a alguna librería que dirigió, y donde esperaba con ansias la llegada de novedades de Lovecraft.

Más destacable aún es el hecho de que incluya varias joyas de poca circulación. Logró encontrar, por ejemplo, un relato casi desconocido de Henry James. También es contundente el relato elegido de su amiga Edith Wharton, “Kerfol”, con la actuación de varios perros y un nuevo descalabro de celos y sentimientos. La perlita es un relato de media carilla, anónimo e impresionante: “Vivir para siempre”.

Entre los relatos largos sobresale “Cómo desapareció el miedo de la galería alargada”, de E. E. Benton, que cambia de dirección más de una vez, o la inclusión de Madeline Yale Wynne en “La pequeña sala”.

A ellos se suman Leopoldo Lugones, Gustavo Adolfo Becquer, un poema de Emily Dickinson, un cuento cruel de Saki, y otro oriental de Lafcadio Hearn. Todos inducen la fascinación y cierto entorpecimiento de las facultades racionales. Más aún por la cuidadosa selección de decenas de pequeños grabados relacionados con la época y los textos. La propia Cristina Bajo aporta el último cuento, menos angustiante y oscuro que los que provienen de la época victoriana, en un libro para releer en crudas noches de invierno. O a pleno sol.

por Elvio E. Gandolfo

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