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SOCIEDAD | 27-10-2016 00:00

El insulto como síntoma de época

Los expertos afirman que atravesamos era de la Post-Verdad. En estos tiempos, en los que prima la lógica de las redes sociales, los agravios están a la orden del día.

“Usted sin nada es una pobre vieja enferma y sola peleando contra el olvido y arañando desesperada un lugar en la historia que ojalá la juzgue como la mierda que fue”. Sin pelos en la lengua, así se refirió Jorge Lanata a Cristina Fernández en su programa “Periodismo para todos”. El periodista no es el único que utiliza el insulto para sustentar sus opiniones. La cantidad de agravios que, día a día, se escuchan en los medios de comunicación forman parte de un tsunami global que ya llegó a la Argentina. En el mundo lo llaman: la era de la Post-Verdad. Y la descalificación es un síntoma de esta época.

“El insulto, per se, busca la aniquilación discursiva del destinatario, refleja la intención deliberada de descalificar al oponente más que a los argumentos expuestos”, explicó a NOTICIAS el máster en comunicación política, Santiago Castelo.

El jueves 13 de octubre, el novio de la vicepresidenta Gabriela Michetti, Juan Tonelli, recurrió al mismo mecanismo. En la presentación de su libro “Poder ser” tildó de “hijo de puta” a Ignacio Iraola, director de Editorial Planeta, quien se había negado a publicar el libro bajo ese sello (ver recuadro). Tonelli estaba flanqueado por la vicepresidenta, por el filósofo PRO Alejandro Rozitchner y por otros colegas del mundo editorial. Todos sonrieron cuando el autor se desbordó con estos calificativos. Llamó la atención que nadie se haya incomodado.

El concepto Post-Verdad fue acuñado por el escritor Ralph Keyes, en el 2004, en su libro “The post-truth era: dishonesty and deception in contemporary life” y sirve para describir la particularidad de estos tiempos, en los que la verdad ya no es un valor supremo en sí mismo. Según Keyes, la falta de confianza en las instituciones y el avance de la tecnología son dos factores clave para comprender este fenómeno. “Asistimos a una era en que la honestidad está contra las cuerdas”, explicó el autor. Y, si bien la mentira no es nada nuevo para la humanidad, por primera vez en la historia no se la percibe como un disvalor en el discurso político.

La era de la Post-Verdad no puede ser entendida sin el avance de las redes sociales. En estas plataformas prima la inmediatez y los contenidos se viralizan sin ningún tipo de chequeo. Esta narrativa también se adoptó en la Argentina. Por eso, nadie se sorprende cuando los periodistas putean en el primetime; los políticos se desesperan por meter un bocadillo en un panel televisivo y cuando el Gobierno nacional gasta elevadas sumas de dinero para estar presente en las redes sociales con una consigna vendedora.

Algunos ejemplos. El periodista deportivo Paulo Vilouta le dijo en “Intratables” al sindicalista Leonardo Fabre: “Usted defiende la corrupción y yo no… usted es un pelotudo, ridículo”. El periodista Hernán Brienza se enojó con María Julia Oliván por una investigación que había hecho y le envió un mensaje que decía: “Dios se va a encargar de que sufras lo hija de puta que fuiste”. Otro periodista, Roberto Navarro, afirmó que “Fantino se hace el boludo pero es uno de ellos”, acusándolo de no cubrir la crisis económica del país y su colega Eduardo Feinmann se cruzó con Guillermo Moreno y lo acusó de “cagón”.

Luego de la dura carta de Lanata a Crsitina, el conductor Leonardo Greco salió al cruce del periodista a través de un video. En la misma tónica, respondió a los agravios contra la ex presidenta con más insultos. Después de invitarlo a “cagarse a trompadas”, el locutor ironizó: “Sos un enfermo de verdad y estaríamos en desventaja”.

Otro de los hitos de este año en materia de insultos, tuvo como protagonista a Álvaro Zicarelli, ex empleado del Senado de la Nación y que precisamente perdió su cargo luego de que se filtrara un video en el que insulta a CFK. “Guanaca, yegua, víbora, arpía, tarada, mentirosa, vos, tu hijo y la prole que te sigue", fue una de sus frases más fuertes.

Sin embargo, el fenónemo de la Post-Verdad no comenzó con     Mauricio Macri en el poder. El kirchnerismo, a su modo, también replicó las particularidades de esta época. Sin desprenderse de la épica setentista que teñía de profundidad su relato, también cayó en la construcción de enunciados engañosos. “Hay menos pobres que en Alemania”, soltó Aníbal Fernández y muchos defendieron a capa y espada esa aseveración. El insulto, podría decirse, fue fomentado y aplaudido por el kirchnerismo como una forma de desprestigiar al oponente, sin importar qué argumentos tuviera.  Luis D’Elia, Guillermo Moreno y Hebe de Bonafini fueron el ejemplo más virulento. En la década ganada se instaló el agravio como método de debate. Y sus enemigos fueron, con matices, la continuidad de una forma de comunicación que ya preocupa a nivel mundial.

por Marcos Teijeiro y Giselle Leclercq

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