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CULTURA | 12-12-2016 19:20

Colección Fadel: maravillas de Brasil

La muestra “Antropofagia y Modernidad” lleva a MALBA 150 piezas que sintetizan la construcción cultural moderna y vanguardista del país vecino.

La primera pieza adquirida por Hecilda y Sérgio Fadel cuando se casaron en 1968 fue una marina de José Pancetti, de 1946. Cincuenta años después poseen una extraordinaria colección de más de 3.000 obras, que reúne cinco siglos de arte del Brasil: desde el barroco colonial hasta la actualidad. Es uno de los de los acervos de arte brasileño más importantes y completos del mundo en manos privadas. Una magnífica selección de 150 piezas, principalmente pinturas, puede apreciarse en MALBA. Presentes en la inauguración, los Fadel se emocionaron hasta las lágrimas al ver el fruto de sus anhelos abierto a la consideración pública.

Un año para recordar. Tras la muestra de Yoko Ono y la nueva exposición de la colección permanente, MALBA cierra el año (el 15° aniversario del museo) con “Antropofagia y Modernidad. Arte brasileño en la Colección Fadel”. La presencia del arte brasileño en MALBA no es una novedad, después de todo, los artistas de Brasil son los segundos más representados en el Museo de Arte Latinoamericano fundado por Eduardo F. Costantini. La pieza más emblemática del modernismo de Brasil e inspiradora del movimiento antropofágico es “Abaporú” (1928) -que en lengua tupi-guaraní significa “hombre que come carne humana”- y pertenece al patrimonio del museo. El volumen y la calidad del conjunto presentado ahora, doblemente rico por su diversidad, bien vale una nueva visita a la institución que también ofrece la primera muestra antológica de la escultora Alicia Penalba en el país, de su época de más de 30 años en París hasta su muerte en 1982 (con completo catálogo).

La espléndida exhibición “Antropofagia y Modernidad…” transita los diferentes movimientos modernos y de vanguardia vinculados a la construcción cultural de Brasil, a la búsqueda de la identidad nacional (con raíces africanas, indígenas y portuguesas) y también señala momentos políticos del ineludible vecino de la Argentina. Fue curada por Victoria Giraudo, con el asesoramiento del director del museo MAR de Rio de Janeiro, el curador e historiador Paulo Herkenhoff (asesor de Colección Fadel durante años).

“La mirada de este recorte curatorial se apoya fundamentalmente en el concepto de ‘Modernidad’, relativo a las grandes metrópolis con fuertes relaciones internacionales, y en el de ‘Antropofagia’ entendido como modelo de apropiación…”. El concepto de “antropofagia”, en el poético manifiesto con ingredientes de humor surrealista de Oswald De Andrade de 1928, se halla basado en cierta creencia indígena que sostiene que comiendo al enemigo se absorben sus características positivas. Esta muestra es “una posible narrativa acerca de cómo gran parte del arte brasileño se movió entre lo orgánico de su paisaje (la curva topográfica de la Bahía de Guanabara, del Río Amazonas o de la floresta) y la línea recta, fría y anónima que simboliza a la modernidad internacional y al progreso racional”, apunta la curadora.

Presentada de manera cronológica, la exhibición despliega obras de fines del siglo XIX hasta los años ‘70. La primera parte comienza con las manifestaciones del modernismo originario en Brasil (o el primer modernismo) -con paisajes de João Batista Castagneto y Eliseu Visconti, y las primeras obras abstractas de Belmiro de Almeida- hasta los años ’30. Aquí pueden verse obras de Lasar Segall, Oswaldo Teixeira, John Graz, Ismael Nery, pinturas de tintes expresionistas de Anita Malfatti, como el retrato del escritor y musicólogo Mário de Andrade, de 1922.

Se suceden maravillosos trabajos de Tarsila do Amaral, como “Morro da Favela” (1924), y más, reflejando el temprano contacto de la artista con los colores, sabores y costumbres de los trabajadores de la finca de sus padres; puertas adentro vivía en la cultura europea. Las pinturas de Cícero Dias irradian sincretismo religioso. En la bella “Menina de Guaratinguetá” (1929) o “Roda de Samba” (1929) se observa la búsqueda de Emiliano Augusto Di Cavalcanti de un lenguaje propio.

El despliegue continúa con la búsqueda de las raíces autóctonas e inmigratorias de Cândido Portinari, como en la vista de un partido de fútbol con cierta atmósfera metafísica, “Futebol” (1935); las once figuras de niños no tienen rasgos faciales. Unos pasos más allá, las obras de los años ‘40 de Alberto de Veiga Guignard sorprenden por sus vivos colores y por sus paisajes imaginarios.

También está presente el informalismo de los años ‘50 y ‘60 con pinturas y de, entre otros, Iberé Camargo y Flávio-Shiró Tanaka. La abstracción geométrica, el concretismo y el neoconcretismo están representadas por piezas de los años ’50 de artistas como Waldemar Cordeiro, Lothar Charoux, Anatol Wladislaw, Lygia Pape, Lygia Clark, y en las banderas de Alfredo Volpi y la “Pintura 174: ritmos coplanares” (1956) de Willys de Castro.

Las nuevas figuraciones, las escrituras de Mira Schendel, esculturas de Sérgio Camargo y Waltercio Caldas, las pinturas de Wanda Pimentel, los conceptualismos, los objetos del mítico Hélio Oiticica completan el completo recorrido de esta imperdible muestra.

Producida y organizada por MALBA ya se presentó en Museo Nacional de Arte de México (MUNAL). Con catálogo bilingüe, de 165 páginas, que reproduce las obras más importantes; con texto de Victoria Giraudo y presentación de Paulo Herkenhoff. 

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por Victoria Verlichak

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