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COSTUMBRES | 17-02-2017 00:00

El bricolaje regresa y marca tendencia

Las manualidades son furor. Bordados, cerámica, tejidos y caligrafía como terapia. Disciplinas de abuelas que volvieron a ser cool.

Vivimos conectados desde la mañana a la noche, y hasta nos damos un baño de inmersión con el celular en la mano. Pero hay luz al final del túnel: de un tiempo a esta parte, son cada vez más las personas que se anotan en cursos de talleres manuales. Cerámica, caligrafía, costura, bordado mexicano y hasta encuadernación son algunas de las disciplinas que reinan como actividades extracurriculares. Volver a las labores de nuestras abuelas es el lema de esta tendencia en alza.

Amplio abanico

Para Daniela Mazzei, dueña del local Pangea Cerámicas y a cargo de un curso de esta disciplina, el interés de la gente por este tipo de actividades creció en los últimos tiempos. “Muchas personas que venían a comprar piezas me consultaban por talleres, y entendí que había una demanda insatisfecha”, apunta. Así, comenzó con una amiga a dar clases de alfarería y torno y modelado a través de métodos indígenas de chorizo y tiras. La respuesta fue muy variada, desde los 4 a los 60 años y desde abogados y economistas hasta amas de casa, los asistentes dibujaron un perfil de lo más amplio. “Mayoritariamente son mujeres que vienen con alguna amiga, pero también hay hombres interesados en todo lo que tiene que ver con la creatividad, y padres e hijos que buscan un espacio diferente para compartir”, describe.

Según Claudio De Natale, profesor de encuadernación durante 10 años en la reconocida Papelera Palermo y hoy a cargo de Tienda de Insumos, desde 2010 el crecimiento del público interesado es innegable y va en aumento. “La mayoría son mujeres que además de sus profesiones y estudios formales se hacen un lugar para esta actividad sin pensar si van a vender sus productos. Aunque lo más común es que la familia y las amistades sean propiciadores del inicio del emprendimiento”, relata. Gracias a Facebook, mostrar lo que se hace es cada vez más simple y requiere menos exposición. “Lo interesante de este fenómeno es su carácter continental; ciudades donde hace poco no había propuestas de materiales o cursos hoy vivencian con interés este resurgimiento de los oficios”, ilustra.

En el terreno del bordado sucede algo similar: hombres y mujeres (pero especialmente ellas) de entre 11 y 70 años de edad se animan a poner sus manos a la obra. “En mis clases hay veterinarias, docentes, nutricionistas, estudiantes de diseño, peluqueras, jubiladas, comerciantes…”, ilustra Mariela Iris Bizarro, creadora del emprendimiento Bizz Ideas. En su mayoría el interés no reside en la profesionalización, sino que es un camino para salir de la rutina diaria y desarrollar el costado creativo, a la vez que puede ser un espacio de encuentro entre amigas, madres e hijas o familiares en general. “Atribuyo esta demanda a la búsqueda de un espacio para el encuentro con uno mismo”, sentencia Bizarro, “creernos capaces de hacer algo con nuestras propias manos y olvidarnos de los problemas es como una meditación creativa”. La experiencia de alumnas como Victoria Rodríguez Schon, quien hace un curso de joyería desde 2016 porque su rutina de oficina con computadora le resultaba agobiante y necesitaba descargar (“sentía que me faltaba un costado manual y creativo”) le dan la razón. O la de Carla Manzella, que encontró en un taller de costura entre primas el canal para encauzar su ansiedad (“soy bastante impaciente y necesito ver resultados al instante, pero en este curso me desconecté de la rutina, el caos y la vida diaria, y ya en las primeras clases pude ir haciendo mis primeras prendas”).

Valioso legado

Para Noe Arata, creadora del emprendimiento Doble Ufa y a cargo de talleres de “quilting” y “paper cut” (el arte del calado en papel), el retorno a estas actividades manuales tiene que ver también con una reconexión con las abuelas. “Creo que así como la generación anterior se peleó con lo artesanal como una forma de oponerse al formato de madre que se queda en casa cuidando a los hijos, en cambio nosotros recuperamos eso y encontramos un equilibrio, pudiendo tener ambas facetas”, sostiene. A la vez, desde su emprendimiento con varios años en el mercado hoy asegura ver una revalorización de lo artesanal como una profesión válida. “Antes era más una labor del hogar, algo puertas adentro”. Inés Rodríguez Vázquez, parte del proyecto Mundo Filo, con el que ella y su socia enseñan técnicas de bordado mexicano y japonés, patchwork y pintura, asimismo cree que hay un movimiento de recuperación de los oficios. “El trabajo artesanal está recuperándose después de varias décadas de hegemonía industrial. De a poco estamos volviendo a valorar y reconocer lo valioso del ‘arte sano’, que garantiza el contacto directo entre quien lo hace y quien lo recibe. Poder diseñar en conjunto, elegir colores y saber que el resultado va a ser único y no en serie es muy atractivo actualmente”.

La psicóloga Silvana Weckesser agrega otra razón de este auge. “Más allá de la situación económica y de volver a las fuentes, en donde los trabajos únicos y realizados de manera personal y particular adquieren mayor valor justamente por aquello que los hace a uno diferente del otro, el incremento de este tipo de tareas está basado en el placer que experimentan quienes las realizan”, opina. Así, no es el mismo sentimiento el de alguien que fabrica en serie un elemento que el de quien pone dedicación en una artesanía. “La forma rítmica y repetitiva de producir los objetos es reconfortante y contemplativa, como una práctica de atención plena. Este tipo de actividades dejan fuera los pensamientos de la mente y el ego que tanto daño nos hacen, por eso las manualidades tienen un claro efecto positivo en la salud psíquica”, enfatiza. Según la especialista, el efecto de cohesión social que producen es especialmente beneficioso en estos tiempos de soledad e individualismo.

por Vicky Guazzone

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