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MUNDO | 26-02-2017 00:00

Un día sin mexicanos: cómo fue el paro de latinos contra Trump

Las órdenes ejecutivas del presidente Donald Trump contra los inmigrantes motivaron el primer parate latino en varias ciudades.

Washington puso el cartel de “closed” (cerrado) el 16 de febrero. Más de 65 restaurantes, centenares de tiendas y miles de empleados se plegaron a la protesta  del “Día Sin Inmigrantes”, que cumplió su objetivo: demostrar lo necesarios que son los inmigrantes –en gran parte, latinos– para el funcionamiento de la capital estadounidense, donde más del 20% de la población es extranjera.

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La protesta se extendió por otras ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, Filadelfia o Houston, y en todas, estuvo marcada por la resistencia a las medidas del presidente Donald Trump, cuyas primeras semanas en la Casa Blanca han confirmado la fuerte retórica antiinmigrante que había delineado durante la campaña electoral.

En menos de un mes, el republicano ordenó la construcción de un muro en la frontera con México; aprobó el veto migratorio contra siete países de mayoría musulmana; e impulsó  redadas en ciudades de todo el país para deportar a aquellos que residen ilegalmente (la mayoría hispanos).

Según datos del Migration Policy Institute, los inmigrantes forman en torno al 14% (45 millones de personas) de la población de EE UU. De ellos, la mitad proviene de países latinoamericanos. En el mercado laboral, los inmigrantes componen el 17% y sus empleos se condensan en el sector servicios, sobre todo restaurantes, hostelería y pequeños establecimientos. “El hombre anaranjado (en referencia a Trump) quiere deshacerse de nosotros”, dice una mujer hispana y organizadora social en Washington, “pero somos la columna vertebral de este país”.

De película

Hace más de una década, el director mexicano Sergio Arau, armó un documental ficcionado: “Un día sin mexicanos” tenía la estética de películas como “Distrito 9”, pero en lugar de traer aliens, borraba sin dejar rastro, a los mexicanos de California. Y obviamente sobrevenía el caos. “Los expertos se plantean interrogantes y ofrecen distintas teorías: ¿Podría tratarse de un secuestro de extraterrestres? ¿Terrorismo biológico? ¿Es el Apocalipsis y los latinos son los elegidos? ¿O puede que, simplemente, se hayan marchado porque estaban hartos de que no los valoren?”, editorializaba desde el principio la locución del documental.

Hoy Arau, que vive en Los Ángeles y se autopostula como candidato para las próximas elecciones en México, es uno de los principales militantes anti Trump en la comunidad latina en California. “Es increíble cómo Trump le dio vigencia a una película que es de 2004", dice Arau, que cuenta que en el sitio del film, todos los días recibe alrededor de "tres mil a cuatro mil visitas de gente que tiene mucho interés en participar activamente en discutir la política de los latinos en Estados Unidos”. “La mayor parte de estas personas intercambia opiniones muy personales sobre el tema del que hablamos en nuestro filme, y nos parece que se trata de algo bien positivo porque muy pocas veces el público había tenido la oportunidad de exponer con toda libertad sus propios puntos de vista acerca de un asunto tan cercano. Provocar estas charlas ha sido desde ya, una de las mejores satisfacciones que he tenido con ‘Un día sin mexicanos’”, manifiesta el realizador.

Ahora Arau planea aprovechar el revival que Trump le ha dado al film para hacer la secuela. La guionista Yareli Arizmendi acaba de entregar el texto, y “Otro día sin Mexicanos” se empezará a rodar en marzo, y llegará a los cines latinos en octubre, estima el director.

Grieta

En Mount Pleasant, un tranquilo barrio latino del norte de la capital, la huelga fue total. Varios locales tenían pósters pegados en sus puertas y ventanas con el lema “Unámonos todos” y reivindican: “Señor presidente, sin nosotros y sin nuestro aporte este país se paraliza”.

En el centro cristiano "La Casa", madres, padres e hijos aprovechan el día libre para asistir a una reunión con una orientadora social, que ofrece instrucciones sobre cómo actuar ante las posibles redadas de las autoridades de inmigración.

“Desde que entró el presidente Trump, los latinos no dormimos tranquilos”, dice Julia Flores, salvadoreña que vive a pocas calles y lleva 18 años en Washington. “Es importante salir a la calle hoy, no trabajar, y demostrarle al presidente que un día sin latinos es una pérdida para el país”, arengaba  mientras los asistentes se preparaban para marchar hacia la Casa Blanca.

Al sur

Trump no estaba en casa. El presidente estadounidense había viajado a Florida para reforzar el vínculo con sus votantes. Y de paso, en un estado latino por esencia y proximidad, anunciar que pronto presentará una nueva orden ejecutiva sobre inmigrantes y refugiados.

En un acto con espíritu de mitin de campaña ofrecido en un hangar del Aeropuerto Internacional Orlando Melbourne, al que según la Policía local se dieron cita unos 9,000 simpatizantes, el mandatario criticó la orden de un juez federal que suspendió la orden ejecutiva que firmó el pasado enero: un decreto que cerraba temporalmente las puertas a los refugiados e inmigrantes de siete países musulmanes, y suspendía la acogida de refugiados durante 120 días para examinar los mecanismos de aceptación.

“Nosotros no nos rendimos, vamos a hacer algo esta semana con lo que creo que van a estar impresionados. Tenemos que mantener seguro nuestro país”, afirmó, tras anunciar la firma de una nueva orden ejecutiva en esta materia.

Sobre el improvisado escenario, el mandatario defendió la necesidad de la medida, y hasta leyó parte del decreto para explicar que su motivación se basó en “protección y seguridad”.

"La campaña contra criminales ilegales es meramente en mantenimiento de mi promesa de campaña. Miembros de bandas, traficantes de droga y otros están siendo deportados", reforzó Trump tras el discurso a través de Twitter.

Congresistas. El Caucus Hispano, la agrupación que conglomera a treinta diputados demócratas de origen latino en el Congreso de Estados Unidos, expresó su “enfado” y “tristeza” por las redadas de agentes de inmigración en el pasado fin de semana, ordenadas por el Gobierno de Trump en numerosos puntos de todo el país.

“Mis constituyentes están con los nervios de punta por lo que ha pasado estos últimos días”, aseguró la diputada Judy Chu en una conferencia de prensa en el Congreso, en referencia a las redadas llevadas a cabo en su distrito en el sur de California, al este de Los Ángeles, con gran número de habitantes de origen asiático e hispano detenido.

La secundó Michelle Luján Grisham, la diputada que preside el Caucus Hispano. “Tom Homan, el jefe interino del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), nos canceló ayer la reunión a último momento. Un signo más del desprecio que esta administración tiene por los latinos”, manifestó Grisham visiblemente enojada.

Horman por su parte contestó con un comunicado: “Las acciones policiales ya lograron el arresto de 678 personas”, festejó. Y advirtió que bajo las nuevas órdenes ejecutivas del 25 de enero, los 11 millones de indocumentados corren el riego de deportación (dejando de lado las prioridades establecidas por la Administración Obama en  noviembre de 2014).

Organizaciones en defensa de los inmigrantes informan de más de un centenar de detenidos en diversas redadas sólo en el sur de California, una de las zonas con mayor presencia de inmigrantes latinoamericanos del país. Los diputados latinos planean una cruzada en el Congreso, pero el presidente de la Cámara, el republicano Paul Ryan, ya se manisfestó opositor a la medida, y dispuesto usar su influencia para frenarlos.

Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en la Cámara baja, manifestó: “Todo lo que está ocurriendo en el país no nos está haciendo sentir más seguros, se están vulnerando derechos, y queremos respuestas”. “Necesitamos obtener datos sobre lo que está ocurriendo”, enfatizó.

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