Thursday 28 de March, 2024

POLíTICA | 07-05-2017 00:00

2x1: el fascismo cheto según Nancy Pazos

Un fallo de la Corte Suprema de Justicia que define la imagen del Gobierno y la interna dentro del PRO que los muestra en un estado de bipolaridad.

Mauricio Macri tuvo que tolerar que lo compararan con Fernando de la Rúa durante todo el primer año de su llegada al poder. De hecho parte de la oposición llegó al límite de utilizar el helicóptero para enfatizar esa idea en el imaginario colectivo y acrecentar la sensación de inestabilidad política.

Con el correr de lo meses, cambio de humor social mediante, la percepción y comparación histórica fue variando hasta llegar al modelo casi antagónico. Hoy no son pocos los que ven en el macrismo un deja vu de los 90. Y si algo faltaba para que el macrismo fuera visto como un menemismo aggiornado era el fallo de la Corte Suprema de Justicia que beneficia a los genocidas y que retrotrae la política de derechos humanos a un retroceso comparable con los indultos de Carlos Menem.

Desde ya que el gobierno intentó tarde despegarse de los jueces del tribunal. Pero el solo hecho de saber que el fallo dividido consolidó una nueva mayoría en la Corte encabezada por los dos jueces designados por Macri más Elena Highton de Nolasco (jueza que al menos ante su descendencia deberá explicar el porqué de su cambio radical en su concepción sobre derechos humanos, ¿será un tema de edad o de devolución de favores quizás?) hizo que el esfuerzo fuera en vano.

El propio Daniel Sabsay, militante antikirchnerista, terminó dándole la razón a Cristina Fernández: “Claramente este fallo no hubiera salido de la Corte durante el gobierno pasado. Los jueces están siendo quizá más papistas que el Papa”, dijo el constitucionalista, quien advirtió sobre el lugar de precariedad en que este fallo más la situación de Milagros Salas nos deja ante los organismos internacionales de Derechos Humanos.

Pero volvamos a los puntos de comparación entre el gobierno de Macri y el de Carlos Menem (con respeto de ambos). El rumbo liberal de la economía, la buena llegada al mundo, el “somos del mismo palo” con Donald Trump, el deme dos compulsivo de quienes pueden viajar al exterior, y por si fuera poco volver a ver a Zulemita entrando por la explanada a la Casa Rosada, tal como sucedió esta semana, cuando la hija del ex presidente se reunió con el ministro del Interior para pedir fondos para financiar un hospital infantil en La Rioja.

Pero pasar de que lo vean como De la Rúa a que lo vean como Menem no es sólo una mirada externa. El propio Gobierno suele bambolearse entre puntos extremos. Veamos:

- Intentos desestabilizadores vs. reelección.

- Internas despiadadas del poder vs. todos unidos y sonrientes (foto incluida obviamente).

- Los brotes verdes serán bosques para octubre vs. ganaremos a pesar de la economía.

- Martín es un traidor vs. Lousteau nunca integró Cambiemos.

Cada una de estas premisas, lecturas políticas o sensaciones térmicas partieron de los habituales voceros del poder en los últimos 60 días. El macrismo pasó del desaliento y la frustración a tal grado de triunfalismo que roza el mareo y la soberbia.

Para bien o para mal de sus protagonistas, el poder se muestra impúdicamente bipolar. 

Segui a Nancy Pazos en Twitter: @NANCYPAZOS

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