En el año 2012 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos hizo estudios probando estimuladores transcraneables por corriente continua. Consistían en una batería de nueve voltios que emitían una corriente eléctrica constante hacia el cerebro. Luego de un año de pruebas, los experimentadores informaron que la tDCS puede aumentar el estado de vigilancia, haciendo que los participantes duplicaran la velocidad con la que podían detectar bombas, francotiradores y otras amenazas en imágenes difusas.
Actualmente hay empresas, por ejemplo Halo Neuroscience (está en San Francisco, Estados Unidos) que vende cofres de 700 dólares destinados a atletas de élite. El dispositivo estimula la corteza motora y promete "ganar en fuerza, explosividad, resistencia y memoria muscular" cuando se combina con entrenamientos. Caputron, que se lanzó en 2014, también vende dispositivos de estimulación cerebral personal y está haciendo un negoción: distribuyó más de 10.000 productos tDCS en el 2015 y más de 20.000 en el 2016.
De los riesgos ninguno de ellos habla, como por ejemplo qué sucede si se aplica electricidad a zonas cerebrales equivocadas, afectando funciones cognitivas y/o motoras que no tienen por qué ser estimuladas, y que pueden ser dañadas. O del peligro de quemarse gracias a la electricidad aplicada.
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