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MUNDO | 27-05-2017 00:20

Crisis nao tem fim: Las flojas excusas de Michel Temer

Tras el escándalo de corrupción, Temer se refugia en la presidencia. Lula y Cardoso buscan pactar una salida para la crisis.

Que Michel Temer no renunciara de inmediato tenía una lógica. En la radio y la televisión, todos leían la noticia de que había aparecido una grabación que probaba la participación del presidente en la cascada de sobornos para proteger a los funcionarios y legisladores salpicados por el Lava Jato, y vaticinaban como un coro afinadísimo que, de un momento a otro, presentaría su renuncia. Pero Temer no actuó según el multitudinario vaticinio. ¿Por qué lo haría antes de comprobar el calibre de la prueba que se anunciaba? ¿Y si no era la bala de plata? ¿Si la grabación que el empresario Joesley Batista le hizo tenía algún flanco que permitiera cuestionarla como prueba de que avaló un soborno, dándole chance de estirar su estadía en el Planalto? En lugar de doblegarse, el acosado jefe de Estado sacó pecho y descartó con tono altanero la posibilidad de renunciar. Pero a renglón seguido apareció la prueba en todos los medios de comunicación. A partir de entonces, la imagen que da Temer es la del forajido que se atrinchera en la presidencia, convirtiéndola en su última guarida.

Cada noche que pasa en los aposentos de la residencia La Alborada, agrava la crisis política y, por ende, complica el despegue de la economía brasileña, afectando a la región.

Los argumentos que esgrimió desde ese momento sonaron con la voz agónica de un hombre lobo atravesado por la bala de plata.

Terremoto

La defensa que esgrimió Temer no disipó el terremoto que parece destinado a derribarlo.

El turbio mandatario usó como escudo dos afirmaciones muy endebles. La primera: que la grabación que lo registra avalando la continuidad del soborno a Eduardo Cunha para comprar el silencio de su correligionario encarcelado, ha sido manipulada y editada. La segunda: que el empresario que lo traicionó al grabar esa conversación privada había efectuado días antes una millonaria compra de dólares, especulando con la devaluación que produciría la bomba que él mismo haría explotar por su acuerdo con la Procuraduría de la Nación y la Justicia.

Sobre la primer afirmación hay que decir que sería negligente la Justicia brasileña si enviara al empresario de la industria frigorífica en una misión de ese tipo, sin tener la precaución de recibir la grabación ni bien sale del encuentro en el que la realizó.

A esa acción la ordenó la Fiscalía y la Policía Federal, por tanto se supone que fiscales y agentes federales tomaron las medidas destinadas a que sea útil, sin posibilidad de adulteraciones. De tal modo, si alguien editó la grabación para usarla arteramente contra Temer, fue la Justicia y la Policía, no el empresario utilizado para obtener la prueba del delito.

O sea que esta parte de la autodefensa del presidente implica un ataque a la Justicia y está claro que, en Brasil, los jueces del Lava Jato tienen mucha más credibilidad que la corrupta clase política que integra Michel Temer.

Respecto al segundo argumento defensivo del acosado presidente, que denuncia una maniobra especulativa que lograría el resultado buscado haciendo detonar el escándalo que estalló en el Planalto, corresponde señalar que sería muy extraño que un empresario con largos años realizando la corrupta maniobra del soborno, no haya especulado para sacar de esa acción que acordó con la Justicia, alguna ganancia que compense la multimillonaria multa que deberá pagar para que su empresa pueda seguir operando. ¿Por qué razón habría que esperar que un empresario corrupto, no sea también un inescrupuloso especulador?

Economía

Los argumentos esgrimidos hasta el momento por Michel Temer no revierten ni su situación político-judicial, ni su problema político-económico. El problema político-económico que acelera su derrumbe es que, igual que Dilma Rousseff en la antesala del juicio político, se quedó sin músculo para conducir el timón y sacar al Brasil de las tempestades que demoran su reactivación económica.

Igual que con Dilma en el tramo final de su segunda presidencia, cuando los empresarios brasileños miran al capitán de la nave esperando ver a un piloto de tormentas, lo que ven es un timonel sin brazos tambaleándose en la tempestad.

El trance por el que atraviesa Brasil era previsible. Sucede que la llegada de Temer a la presidencia constituía un absurdo. El impeachment debe servir para superar una situación problemática, en lugar de profundizarla. Y con el reemplazo de Dilma Rousseff por su vicepresidente, el problema que mantenía empantanado a Brasil se profundizaba.

Cuando Collor de Mello fue destituido por los negociados de su tesorero de campaña Paulo César Farías, al asumir la presidencia el hasta entonces vicepresidente el problema quedaba superado, porque Itamar Franco no tenía vinculación alguna con el esquema de corrupción que había generado el escándalo.

Del mismo modo, cuando Richard Nixon renunció antes de comenzar el juicio político que sin dudas terminaría en destitución, su reemplazo por el vicepresidente implicó una vuelta de página porque Gerarld Ford no había tenido vinculación alguna con el caso Watergate.

En Brasil no fue así, sino todo lo contrario: Temer estaba sospechado de delitos mucho más graves que los que causaron el impeachment contra Dilma. Lo que derivó en la destitución de Rousseff fue un delito contable, o sea una cuestión meramente administrativa. Como si un juicio político reemplazara un gobernante por cometer infracciones de tránsito con su auto, por otro gobernante que está seriamente sospechado de robar autos.

El pacto

Tal como lo planteó está columna de Noticias desde que comenzó a abrirse paso el impeachment que finalmente destituyó a Dilma Rousseff, a la primer mujer que presidió Brasil no la sacaban del poder por sus faltas y errores, que fueron muchos, sino por no hacer nada por proteger a los dirigentes y legisladores salpicados por la corrupción sobre los que avanza el Lava Jato.

Pues bien, a Temer lo sorprendiendo haciendo lo que esa dirigencia corrompida reprochaba a Dilma no hacer. En otras palabras, al reunirse con empresarios corruptos para que sigan fluyendo los sobornos que obstruyen la delación premiada, Michel Temer no sólo intentaba protegerse a sí mismo de las potenciales confesiones de sus correligionarios presos, sino que cumplía la misión que le encomendaron los verdugos de su compañera de fórmula.

El de Temer era un final cantado. Lo único novedoso en este pantanal, es el inicio de contactos entre Fernando Henrique Cardoso y Lula, para que sus partidos acuerden el modo de sacar al hombre que hizo de la presidencia una guarida.

En rigor, lo que también deben querer negociar los ex presidentes es una forma de acordar con la Corte Suprema el final del terremoto judicial que está sepultando a la dirigencia política.

por Claudio Fantini

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