Según el relato bíblico, cuando Caín y Abel, presentaron los frutos de sus trabajos ante Dios, el Creador prefirió la ofrenda del segundo. Caín encegueció de celos, asesinó a su hermano y fue condenado a vagar sin descanso. Desde entonces, las historias cuyo núcleo es el conflicto de vínculos consanguíneos son base de innumerables historias de ficción. Se entiende.
La excusa argumental de “Un rato con él” es adecuada para reunir, por primera vez, a dos figuras populares y queridas del ambiente artístico que llenan salas. Pletórica de diálogos ingeniosos e irónicos, en la trama, Gregorio (Julio Chávez) y Darío (Adrián Suar), alejados desde hace décadas, son hijos de diferentes madres y pertenecen a distintas generaciones. Al fallecer el padre de ambos, se ven obligados a encontrarse en la vieja casona paterna para el complejo y traumático reparto de bienes. Esa instancia protocolar que consideran fastidiosa, con sendos abogados como intermediarios, les revelará algunos aspectos de su progenitor y también varios sobre sí mismos, particularmente sus espinosos pasados individuales que cimentaron la distancia e imposibilidad de demostrarse afecto en el presente.
Rotundo y seguro, Chávez aporta su acostumbrado vigor y presencia para transmitir los vericuetos de un ser mordaz e hiriente, que sin embargo oculta un profundo amor fraternal y mucha sensibilidad. Suar compone de forma admirable a un hombre obsesivo, que necesita justificar todos sus actos ante los demás, y es capaz de perdonar los errores compartidos. Daniel Barone da un salto cualitativo desde su anterior dirección (“Red”) y aquí logra el clima y la fluidez necesarios de una comedia dramática que emociona y divierte en dosis parejas. Algo que en estos tiempos se agradece. Consejo: no se la pierda.
por Jorge Luis Montiel
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