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SOCIEDAD | 16-06-2017 03:48

Spinner: Mitos y peligro del juguete de moda

El fenómeno que apasiona a los chicos y es un dolor de cabeza para los padres y colegios, aún no está certificado. El mito del autismo.

Giran y giran y giran, nada parece cambiar. Sin embargo, su aparición produjo en millones de niños la ansiedad que se supone debía calmar. “Quiero un spinner y lo quiero ya”, la clásica exigencia de la generación Z ahora se topaba con una dificultad concreta y no era cuestión de dinero. Los angustiados padres corrían a las jugueterías por esos spinners tan deseados para pronto descubrir que su pedido dejaba atónitos a los vendedores que ni entendían de qué les estaban hablando. Mientras los padres, cual spinners, daban vueltas y más vueltas sin encontrarlos, los chicos les explicaban que el juguete aún no era un juguete “oficial”.

El objeto de deseo era un fenómeno surgido en la red, no algo que estaba en un mostrador listo para venderse. Tal demanda fenomenal encontró su primera satisfacción en fabricantes unipersonales que gracias a una impresora 3D pudieron vender sus modelos en sitios de ventas por Internet. Fue el primer gran triunfo de esta tecnología que, por costos, no puede competir con las tradicionales de inyección cuando se trata de producción a gran escala. “El nicho de la impresora 3D es el prototipado y el objeto personalizado, del que se venden pocas unidades. O, como se vio ahora, el replicar un modelo en boga antes que la cadena comercial tradicional esté lista para producirlo”, señala Federico Ranzenberg, especialista en efectos especiales para cine con más de 20 películas como “Relatos Salvajes”.

Cool. Mientras el furor crecía, el presidente Mauricio Macri se subió a la ola y mostró su destreza en Instagram al girar un spinner sosteniéndolo con un solo dedo mientras además movía el brazo. El costado cool del Presidente pronto chocaría con la realidad de las normas: en sus manos tenía lo que la Cámara Argentina de la Industria del juguete considera un artículo inseguro para los niños. “Los spinners vienen de contrabando o son producidos en el país en forma casera o realizados por fábricas que aún no cuentan con las certificaciones de seguridad. Esto presenta una problemática grave ya que este tipo de productos no está certificado y está al contacto de los niños. Se han registrado casos de desprendimiento de piezas como rulemanes y bolitas que pueden dañar la vista”, detallaron en un comunicado. El spinner, de hecho, ya demostró su peligro con el caso de la una niña de 10 años, hija de la tejana Kelly Rose, que al intentar limpiar el juguete con la boca, terminó uno de los aros metálicos en su garganta.

Negocio. Con un mercado potencial de 16 millones de usuarios en Argentina, especialmente chicos de escuela primaria y primeros años de secundaria, los spinners significan un negocio de 240 millones de dólares. Tal magnitud de números hizo que los importadores no quieran perderse el negocio. Al mismo tiempo, China ya logró ponerse en sintonía con el nuevo fenómeno y tiene su maquinaria lista para inundar de spinners al mundo. Pero los primeros adelantados no certificaron sus productos y sufrieron un golpe. La AFIP reveló el secuestro de 43.000 spinners por un valor de 10 millones de pesos a un pasajero que venía desde Miami. Mientras todos quieren su spinner, la realidad es que la venta oficial de productos certificados sobre su seguridad para niños recién comenzará hacia fines de este mes. Todo lo que hay en la calle en estos momentos, aún los que están en lugares serios como shoppings de primer nivel, no están debidamente homologados.

Salud. Por supuesto también está el debate de si se trata de un juguete o no. Es que los vendedores hacen hincapié en sus bondades como la de liberar el estrés y la ansiedad, así como su uso de apoyo en temas como autismo y déficit de atención. Para ellos muchos se basan en Wikipedia. La enciclopedia online afirmó que la ingeniera química Catherine A. Hettinger fue la inventora de la idea en 1993. Su diseño fue creado con el fin de poder relacionarse mejor con su hija que padece una enferdad autoinmune por la cual se le debilitan los músculos. De hecho, Hettinger patentó la idea. Todos los medios replicaron la información hasta que Bloomberg consultó a dos expertos en patentes que señalaron que el modelo actual es demasiado diferente como para que Hettinger pudiera realizar una demanda. De todas formas, era un ejercicio teórico porque Hettinger no había renovado la patente en 2005 y de todas formas hubiera caducado en 2014. La publicidad mundial no le vino nada mal a la ingeniera –muchos medios comentaron su mala situación financiera mientras se desataba el boom de las ventas– y recicló su idea en un proyecto de financiamiento colectivo actualmente vigente en la plataforma Kickstarter.

Wikipedia tuvo que modificar su contenido y ahora el padre de la idea parece ser un tal Scott McCoskery que, en 2014, diseñó su Torqbar para uso personal y que luego fue vendiendo de forma limitada. Ese dispositivo contiene las partes metálicas y el rodamiento (la pieza clave que tienen los rulemanes y se ubica en el centro del dispositivo) característicos de los modelos actuales pero es una barra no tiene los tres brazos del spinner actual. ¿Cómo surgió el modelo más popular? Aún nadie lo sabe y parece que, al ser compartido el diseño de Scott por la red, muchos empezaron a proponer sus ideas en forma simultánea. El spinner es, en realidad, la materialización de la innovación colectiva que caracteriza los movimientos culturales actuales de la generación Z.

Terapia. Los centros educativos terapeúticos (CET) que tratan especializaciones como el autismo tienen sus reservas. Por ejemplo, en el CET Mi Lugar que tiene sucursales en Glew, Temperley y San Rafael no consideran que se “haya demostrado en forma científica su utilización. Se habla de su uso en temas como hiperactividad, ansiedad, estrés, que ayuda a incrementar la capacidad de concentración. Pero a su vez debemos tener en cuenta que se quita la atención en otros objetos de conocimiento y hay que ver cuándo eso es o no conveniente. Lo interesante es que hay formas caseras de hacerlos hasta con tapitas de gaseosas. Participar de su construcción sí es más interesante como parte de un proyecto integrador del cual puedan participar los chicos. Para el autismo en particular quedarse atados a algo que gira y que queden prendidos en lo mismo no parece que sea algo que lo favorezca”, señala María Mercedes Mas, directora del CET Mi Lugar.

Desde las neurociencias se entusiasman más con la idea. “Los juguetes como el spinner a veces son parte de las “dietas” o “estrategias sensoriales” que les damos a los chicos para que puedan quedarse sentados por más tiempo prestando atención. Por supuesto depende cómo se lo utilice”, explica Sofía Geyer especialista en neurocreatividad.

Las escuelas primaria y secundaria están viendo como lo que era un tema de unos pocos chicos ahora es una invasión. La Escuela del Sol, en el barrrio de Colegiales, parece ser el primero que emitió un comunicado impidiendo el uso de los mismos. El spinner llegó y cada escuela está estudiando bajo qué límites permiten utilizarlos.

Bondades. Los padres por su parte justifican su uso desde otros ángulos. “Desde que lo tiene mi hijo de 14 años usa menos el celular. Además, luego de un rato le disminuyó el estrés y como consecuencia se portó mejor. Es interesante notar que estos objetos les crean nuevas preguntas, algo que es fundamental. Si uno quiere que su giro tenga mayor duración aparecen temas de la física, y de ahí saltamos a temas como qué pasaría si roto un spinner en el vacío o si lo hago rotar en el espacio”, señala Daniel Pozzi, biólogo.

Si son útiles y si son sólo un argumento de venta seguirá siendo un tema polémico. “Hasta donde conozco no se probó su uso terapeútico. Tampoco las canicas y los coches con plastilina. Me tiene podrido esa tendencia de que todo debe tener un fin. ¿Y jugar? ¿No alcanza?”, protesta Ranzenberg.

Récord. El precio de los spinners suele estar en el rango de 100 a 500 pesos. La diferencia es la calidad de los materiales y la duración del giro que puede alcanzar. Un spinner convencional dura sólo de 30 segundos a 1 minuto. Los chicos los abandonan rápido y la atención actual se centra en los de mayor duración. “Tenemos unos rodamientos japoneses con los cuales logramos más de 4 minutos” se entusiasma Diego Pegora, un vendedor de Mercado Libre. Es difícil ver cuál es el récord actual debido a que hay muchos fraudes pero se ofrecen spinners con una duración de 5 a 10 minutos con lo cual es posible que la duración esté en algún punto intermedio. Claro que además del spinner todo depende de la técnica, algo que los chicos van desarrollando copiando estrategias que ven por Youtube.

Ventas. La escasez del producto hizo que se cree una cadena comercial paralela donde los chicos son protagonistas. Es que no todos los padres están dispuestos a comprar en un sitio online.

¿El fenómeno de los spinners será duradero en el tiempo o sólo una moda pasajera como el año pasado fue el Pókemon Go? La pregunta aún es difícil de responder, pero al menos se puede visualizar que sobrevivirá como un objeto de marketing.

Ya varias empresas como T-Mobile ponen su logo en los spinners que repartirán en diversos centros de convenciones. Por otra parte, el fenómeno viral del spinner se sumó al del slime. Este último propone a los chicos crear una especie de masa con un poder de gran estiramiento sin que se pegotee.

Lo interesante del slime es que significa para los chicos entrar en el mundo de la química donde deben mezclar borax con cola y otros elementos como colorantes, aunque esto tiene sus riesgos para la salud. Cada uno hace su slime y luego lo comparte por la red. La fabricación casera de los spinners puede realizarse disminuyendo mucho el costo. Los rodamientos se consiguen por 40 pesos y para el resto del cuerpo hay varias propuestas caseras incluso sin la utilización de impresoras 3D (ver columna).

Mientras la tierra gira alrededor del sol, y el sol gira a su vez alrededor de la vía láctea, los chicos siguen fascinados haciendo girar sus spinners. Tal vez porque van descubriendo que todo giro, aun si se hace sobre sí mismo, implica un cambio. Mientras la adolescencia se va, el tiempo le dicta al spinner círculos que no son redondos. Giran, y giran y giran, pero ya nada es igual.

por Pablo Wahnon

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