Thursday 28 de March, 2024

MUNDO | 08-07-2017 00:00

La grieta chavista: entre la dictadura y la impunidad

La Fiscal General Luisa Ortega se puso al frente de la resistencia al régimen de Maduro.

Una astilla del mismo palo se clavó en el talón de Aquiles del chavismo. Ese talón es Nicolás Maduro y la astilla es Luisa Ortega. La Fiscal General se puso al frente de la resistencia contra la dictadura  que intentan consolidar Maduro, Diosdado Cabello y la cúpula militar a través de una Asamblea Constituyente inspirada en los soviets de Lenin.

Ortega procura vencer a un liderazgo inepto y corrupto que, a su vez, intenta destituirla con la ayuda de los jueces supremos.

Enemigo íntimo

Hace apenas un año, nadie hubiese imaginado que esa mujer enfrentaría a sus jefes, convirtiéndose en aliada de la oposición. La Fiscal General que dio argumentación jurídica al encarcelamiento de Leopoldo López y otros presos políticos, ahora dirige un mensaje televisado al pueblo, para recordarle el deber ciudadano que impone el artículo 333 de la Constitución; casi un llamado a la rebelión. Y a renglón seguido, reconoce la legitimidad de la Asamblea Nacional en el propio hemiciclo legislativo, recibiendo una ovación de los diputados opositores.

Si la resistencia contra Maduro es derrotada, habrá un Estado totalitario sin camuflajes. Si el derrotado termina siendo el régimen, la oposición y el chavismo encolumnado con Ortega tendrán que formar un gobierno de “unidad nacional” para rehacer un país económica e institucionalmente devastado.

No será el primer caso en la historia. Khrushev fue el comisario político de Stalin en Ucrania y después fue quien denunció los genocidios y puso en marcha la “desestalinización” soviética. En el “trujillato”, Joaquín Balaguer fue un servil ejecutor de los designios de su siniestro jefe, pero tras el asesinato de Trujillo, puso fin al régimen de terror en la República Dominicana. Aunque un caso más parecido al venezolano ocurrió en Paraguay, cuando a Stroessner lo enfrentó y derrocó nada menos que su consuegro, Andrés Rodríguez, el general corrupto que terminó abriendo paso a la democracia.

A todo o nada

A esta altura, el chavismo no puede detenerse. Sólo le queda avanzar hacia el totalitarismo. Quitarse los últimos y deshilachados ropajes republicanos con que cubre su verdadera naturaleza, y proclamar el régimen de partido único, proscribiendo abiertamente toda disidencia.Tampoco pueden detenerse quienes enfrentan la dictadura. En los próximos meses, el madurismo cae, o cae la resistencia. Y no hay nada extraño en esta trágica encrucijada. Lo extraño sería que hubiera prosperado el “diálogo” promovido por el Vaticano, el titular de UNASUR y los ex mandatarios. El Papa Francisco, Ernesto Samper, Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos y Leonel Fernández deben saber que nunca hubo posibilidad de diálogo y que sus gestiones sólo le servían a Maduro para ganar tiempo y organizar el proceso que está declarando a “moribunda” a la Constitución de 1999, del mismo modo que Chávez declaró “moribunda” a la Constitución sobre la que juró al asumir la presidencia.

En todo caso, lo único inesperado es que en la primera línea de la resistencia no esté Henrique Capriles, ni María Corina Machado, sino una chavista de la primera hora.

Su pasado la condena

Ni bien asumió en el 2007, Ortega solicitó la extradición del ex presidente Carlos Andrés Pérez, por la sangrienta represión de 1989. Y en el 2014 hizo encarcelar al líder de Voluntad Popular. Por ella es que Leopoldo López lleva tres años en Ramo Verde. Y sigue en esa prisión militar a pesar de que Franklin Nieves, el fiscal que lo acusó, admitió que las pruebas presentadas eran falsas.

Lo curioso es que ahora está en guerra contra el poder político-militar, convertida en adalid del Derecho. Ortega acusó en el último tiempo a SEBIN (el KGB chavista) de violar derechos humanos. Maduro le respondió promoviendo al jefe de los espías a General en Jefe del Ejército.

Algún día Ortega deberá explicar cientos de presos políticos, pero ahora es la prueba más visible de que esta Venezuela es una dictadura.

Mientras el Papa aún habla de democracia al referirse al caso venezolano (aunque presionado por la curia venezolana advirtió a Maduro que su “asamblea constituyente” hará peligrar la “democracia”), una chavista de pura cepa describe un régimen sin división de poderes en el que los servicios de inteligencia controlan al Tribunal Supremo.

Lo que tiene en claro Francisco, es que la salida del régimen sólo puede realizarse mediante una negociación de impunidad. Una cúpula cívico militar corrupta y criminalizada, que tiene el poder de fuego de un ejército contaminado por el narcotráfico, y fuerzas policiales manchadas por la represión, no entregará el poder porque se lo pida una Fiscal, la oposición o la calle.

Pacto de impunidad

Sin guerra civil, el régimen no cederá un milímetro de poder porque quedaría en riesgo de juicios por corrupción y crímenes de lesa humanidad. Por eso lo más probable es que, cuando Francisco dice “diálogo”, en realidad está diciendo “negociación” e impunidad.

Así lo están expresando líderes dispuestos a buscar un punto final a la tragedia venezolana. Por caso, el canadiense Justin Trudeau.

Mientras desde afuera empiezan a presionar por esa negociación, Ortega procura dividir al chavismo, para que el sector disidente se una a la oposición y fuerce la caída de Maduro. El régimen puede adentrarse aún más en la ilegalidad destituyendo a la Fiscal, pero no puede describirla ideológicamente como al resto de los opositores. Ella es del mismo partido y hasta hace poco se esforzaba para dar un camuflaje de legalidad a las arbitrariedades de ese poder.

Ortega abrazó con devoción la causa chavista. Difícilmente crea en los argumentos jurídicos y filosóficos con que ahora defiende el Estado de Derecho y las libertades públicas. Lo que muestra su inesperada rebelión, es un poder inservible y corrupto que ha ido demasiado lejos. Lo suyo no es una repentina conversión demócrata, sino el destello de lucidez que percibe una deriva condenada al hundimiento o al totalitarismo. Y en esa disyuntiva, opta por liderar un motín contra el capitán inepto que ahoga a un pueblo entero.

* Profesor y mentor de Ciencia Política, Universidad Empresarial Siglo 21.

por Claudio Fantini

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