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POLíTICA | 19-11-2017 00:15

Los Burzaco: Hermanos en el barro

Alejandro, el de Torneos, disparó el escándalo del fútbol desde EE.UU. Eugenio, el funcionario, está preocupado. El suicidio. Mirá el video.

Es el mediodía del miércoles 15 en Nueva York. Alejandro Burzaco, el ex CEO de Torneos y Competencias, está declarando en la causa que la prensa denominó el FIFA Gate. En el medio de su extensa diatriba, la jueza Pamela Chen lo interrumpe y pide que todos en la sala se levanten. El hombre no entiende. Mira a su abogado, Mariano Mendilaharzu, que tiene la misma cara de extrañado, pero que asiente y se para. ¿No interesará lo que está contando? Está inculpándose y deschavando a líderes del fútbol latinoamericano y a funcionarios argentinos. Duda.

La jueza hace seña para que se vuelvan a sentar y Burzaco retoma su confesión. Horas después volvería a suceder lo mismo. Recién entienden lo que pasa cuando, por lo bajo, alguien les explica: “Chen notó que uno de los jurados se duerme sistemáticamente. Nos hace parar para despertarlo elegantemente”. La Justicia tiene detalles de color en cada punto del planeta.

La lejana confesión de Burzaco no pasó desapercibida en Argentina. Contó que le había pagado al ex titular del Fútbol para Todos, Pablo Paladino, y al abogado Jorge Delhon, hombres de confianza de Aníbal Fernández, 4 millones de dólares en coimas. Pero la noticia estallaría cuando, horas después, Delhon se tirara debajo del tren Roca en Lanús para suicidarse.

Mirá el video de Mirtha Legrand hablando de la nota:

En el país ya había dos causas iniciadas por las coimas en el Fútbol para Todos. Pero avanzaban a paso lento. Muy lento. El testimonio de Burzaco en Estados Unidos y el posterior suicidio del abogado las sacó de su zona de confort. Apenas estalló el escándalo, el fiscal Pollicita empezó a redactar varios pedidos de indagatoria: Aníbal Fernández, Juan Manuel Abal Medina y Gabriel Mariotto, entre otros funcionarios. Por supuesto, también a Paladino, que momentos después de enterarse de que había sido acusado de coimero comenzó a declarar públicamente que los responsables estaban arriba: desde los sucesivos jefes de Gabinete hasta la ex presidenta Cristina Kirchner. Hubo un instante de satisfacción en el despacho del fiscal que, con NOTICIAS como testigo involuntario, les dijo a sus íntimos: “Tengo la corazonada de que Paladino se va a acoger al régimen del arrepentido”.

La diputada electa Graciela Ocaña, que había denunciado el desfalco del Fútbol Para Todos en soledad, recobró el protagonismo gracias a la confesión de Burzaco. Mientras atendía a decenas de medios, redactó el pedido al juez Daniel Rafecas para que indague y detenga preventivamente a Paladino.

Tal cual sucediera con el escándalo Odebrecht disparado desde Brasil, una vez más la Justicia foránea empuja a la local.

Los protagonistas son los mismos: empresarios que pagan coimas a ex funcionarios kirchneristas. Pero hay otra casualidad: el macrismo también está involucrado, aunque no directamente, sino a través de parientes.

En el caso del Fútbol para Todos el que prendió el ventilador, Burzaco, es hermano de Eugenio, secretario de Seguridad y funcionario PRO de la primera hora. En Odebrecht, una de las empresas involucradas es Iecsa, que por entonces aún era de Ángelo Calcaterra, el primo de Mauricio Macri. Son balas que pican cerca.

En familia

Eugenio se angustia cada vez que el tema de las coimas de Torneos al Fútbol Para Todos recrudece. “Está golpeado. Lo toca desde lo humano”, le dice a NOTICIAS un ex funcionario que trabajó durante muchos años con él. Y completa: “Siempre sufrió mucho con eso”.

Pero el tema no sólo lo toca desde el lazo fraternal que tiene con su hermano. En el 2010, Carlos Ávila, el creador de Torneos, denunció a colaboradores de su ex empresa y a funcionarios porteños de haberlo espiado. Según sospechaba, había un interés de Alejandro Burzaco de saber sus movimientos, que podrían haber sido canalizados a través de Eugenio. La suya era una de las famosas escuchas ilegales del PRO. La Justicia nunca lo comprobó.

Algunos medios indicaron que en su declaración, Burzaco aseguró que su hermano Eugenio le había advertido que había amenazas contra su vida que venían de la Policía Bonaerense. El Burzaco funcionario les aclaró a sus íntimos que eso no era cierto.

Desde el 2015, Eugenio se hizo cargo de los cuatro hijos de Alejandro, que permanecen en Argentina. Y está al tanto de cada movimiento de su hermano. Tras la declaración del “arrepentido”, se autoexcluyó de algunos actos que tenía en agenda: no quería sufrir el acoso de la prensa.

Entre el martes 14 y el miércoles 15, Burzaco respondió preguntas de los fiscales. El jueves 16 (al cierre de esta edición) y el viernes 17 enfrentaría los interrogantes de los abogados de los acusados. “No hay preocupación por la seguridad de sus familias”, aseguró a esta revista su defensor, Mariano Mendilaharzu. El letrado fue el encargado de esconderlo durante 13 días cuando Interpol lo buscaba en Italia y Estados Unidos. Y el responsable de frenar las causas de lavado de dinero y evasión tributaria en Argentina.

Burzaco está sin arresto domiciliario desde que se declaró culpable, en noviembre del 2015. Y ahora, como “arrepentido” quiere evitar la cárcel. “Nos tenemos fe”, le confiesa a NOTICIAS Mendilaharzu.

Tras escuchar las acusaciones, Paladino reaccionó: “¿Por qué nos nombró a nosotros en un juicio que no tiene nada que ver? Quiere ensuciar la causa del Fútbol Para Todos”, aseguró. Burzaco declara en un juicio contra tres dirigentes del fútbol internacional: Juan Ángel Napout (paraguayo, ex presidente de la Conmebol), José María Marín (brasileño, ex mandatario de la confederación de su país) y Manuel Burga (peruano, y ex presidente de su liga). La confesión sobre la coima local fue un daño colateral para los ex funcionarios K.

Desde esa declaración, el FIFA Gate es una mancha negra con la que nadie quiere ensuciarse. Lo mismo que sucedió con Odebrecht. Desde el martes todos se tiran con la declaración de Burzaco: los kirchneristas lo asocian a su hermano, los macristas a la corrupción K. Están en el mismo lodo, todos manoseados.

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