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ECONOMíA | 04-12-2017 10:51

Sin ponerse de novios: la relación entre el Gobierno y la industria

Faltazos de funcionarios en la UIA, que se divide entre los que mantienen la esperanza y los críticos.

Caía el sol en Parque Norte y más de un empresario industrial se entregaba al deporte de zamparse sándwiches de pernil y hacer cola en un food truck de cerveza. Era la tarde del 28 de noviembre, acaba de terminar la Conferencia Industrial Argentina con faltazos de último momento de cuatro expositores del Gobierno: Mauricio Macri; el ministro de Trabajo, Jorge Triaca; el canciller Jorge Faurie y el secretario de Industria, Martín Etchegoyen, que llegó para el ágape final.

Macri canceló por la búsqueda del submarino. La mayoría de los empresarios lo comprendió. Pocos elucubraron sobre eventuales broncas del jefe de Estado hacia un sector que conoce de cuando armaba autos, pero al que apenas menciona cuando habla de las potencialidades de la Argentina, quizá porque lo vincula a una economía cerrada. En su discurso, el director ejecutivo de la Unión Industrial Argentina (UIA), Diego Coatz, se centró en el tema del encuentro, mostrarle al Gobierno y a la sociedad que las fábricas locales aspiran a ser 4.0, con servicios, robotización y productos a medida del cliente, pero que contra ello atentan las altas tasa de interés, la reducción de los créditos productivos subsidiados y los elevados impuestos.

Los industriales excusaron a Triaca: estaba tratando de reflotar una de las reformas que más desean los hombres de negocios para bajar costos, la laboral, y que el peronismo en el Senado postergó al día siguiente, en medio de una masiva protesta sindical. Menos contemplación empresarial hubo para Faurie, cuyo ministerio negocia por estos días junto con el de Producción el tratado de libre comercio Mercosur-Unión Europea. El ministro de Producción, Francisco Cabrera, dijo en la conferencia que “es posible” que en los próximos días se arribe a un acuerdo. Pocos industriales se entusiasmaron.

En el cónclave, en el que disertó el fundador de Editorial Perfil, Jorge Fontevecchia, sobre la Argentina de 2030, prevalecían dos posturas: los que apoyan al Gobierno porque consideran que es la última oportunidad para encarrilar al país, pero están preocupados; y los que lo critican cada vez más. Hay fanáticos del PRO como Cristiano Rattazzi, fiscal en las elecciones y jefe local de Fiat Chrysler, que en público elogió las altas tasas para domar la inflación pero en privado reconoció que la economía vuelve a desacelerarse.

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La foto de los empresarios con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, en el cierre del cónclave ilustró los sectores que respaldan a un Gobierno que se envalentonó tras los comicios con una serie de reformas para bajar costos, pero que ahora encuentra dificultades para aprobarlas. Allí, estaban el presidente de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss; el de la UIA, Miguel Acevedo, de Aceitera General Deheza (AGD); el de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Daniel Funes de Rioja; Paolo Rocca, dueño de Techint; Luis Pagani, de Arcor; el jefe de YPF, Miguel Gutiérrez, y el de Mercado Libre, Marcos Galperín. Industriales de la alimentación admiten que el consumo sigue flojo y la indigencia crece. La Copal debería ser la más entusiasmada por un acuerdo con la UE, pero ha expresado sus reservas por la mezquina oferta de apertura que proponen no sólo Francia sino también Alemania. Mientras, las importaciones de alimentos elaborados crecen 31,5%, más que el 25,2% de las maquinaria que entusiasma a Cabrera.

Contras. Del otro lado están los industriales que están a la defensiva, inquietos por la reforma tributaria. El papelero José Urtubey, vocal de la UIA y hermano del gobernador salteño, se queja de la eliminación del decreto que permite deducir cargas sociales del IVA. Un prosecretario de la entidad, el textil Jorge Sorabilla, le dijo al ministro de Hacienda y disertante en la UIA, Nicolás Dujovne, que la reforma tributaria era “demasiado tibia y gradual frente a la magnitud del problema de la competitividad”. Cerveza en mano, un colega lo felicitaba: “Es que con la reforma las pymes vamos a pagar más contribuciones patronales y, como casi no ganamos, pagamos poco impuesto a las ganancias y, por tanto, ni vamos a poder descontarle mucho impuesto al cheque ni vamos a beneficiarnos mucho de la baja de alícuota para los que reinviertan”.

Consultores revoloteaban por Parque Norte. Uno reconocía que sus clientes quieren reducir ineficiencias tras años de economía cerrada. Otro admitía que no era la industria la estrella del modelo: “A mí me contratan empresas brasileñas para exportar a la Argentina y otras que quieren analizar si invierten en recursos naturales, energías renovables o las PPP (proyectos público-privados, de infraestructura)”. Todos murmuraban el problema tabú: el valor de dólar.

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