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ECONOMíA | 15-12-2017 01:40

Cambiemos: Del exitismo poselectoral a un fin de año caliente

Choques callejeros y presión en el Congreso colisionaron con la agenda del Gobierno. Trastienda del conflicto.

Envalentonado después de ganar las elecciones legislativas del 22 de octubre pasado, el presidente Mauricio Macri congregó ocho días después a líderes políticos, empresariales y sindicales en el Centro Cultural Kirchner, ahora apodado sólo como CCK, para anunciarles el reformismo permanente. En pocas semanas antes de terminar 2017 quería aprobar una serie de cambios que dieran vuelta la economía argentina con el objetivo de atraer inversión privada: las reformas laboral, previsional y tributaria, el pacto fiscal con las provincias y el presupuesto 2018, entre otras. Pero con el correr de los días se ha encontrado con una inesperada oposición en las calles y en el Congreso.

“Hubo un error de cálculo político de parte del Gobierno”, admiten los más infieles en el PRO. “El Gobierno pensó: gano las elecciones, con el pacto fiscal les doy plata a los gobernadores peronistas, que están necesitados; se la saco a los jubilados y los senadores y diputados del PJ acatan a sus jefes. Pero el peronismo se rompió. Ahora tenés por un lado los gobernadores y por otro, la CGT, que te convoca un paro contra la reforma previsional. El Gobierno pensaba que nadie iba a protestar por los jubilados, que en tal caso alguno expresaría su bronca con el voto en 2019, pero de repente te apareció la CGT, que en septiembre estaba ‘cagada’ de miedo por la detención del Pata Medina”, recuerdan en el oficialismo el arresto del jefe de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA) de La Plata por extorsión.

En los próximos días puede que aparezcan en la prensa informes sobre el enriquecimiento de varios caciques sindicales. Serían notas con asidero, pero también con aliento gubernamental.

Al día siguiente del acto en el CCK, con la estela de la victoria electoral encima, el Gobierno difundió el borrador de una reforma laboral ambiciosa que había negado durante toda la campaña. Dos semanas después, el 15 de noviembre, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, sentó a los tres secretarios generales de la CGT, Juan Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña, eliminó algunos artículos del proyecto de ley, pero mantuvo otros y anunció un acuerdo. Sin embargo, cuando el jefe del nuevo bloque peronista de senadores Argentina Federal, Miguel Ángel Pichetto, les pidió a los triunviros que fueran a defender el pacto en las comisiones de la Cámara alta, ninguno se acercó.

Schmid, Daer y Acuña tomaron, en cambio, el camino que conduce a Roma. Soñaban tal vez con una foto con el papa Francisco que los exculpara de cualquier pecado de aceptar una flexibilización laboral. Mientras tanto, ni los Moyano, ni las dos CTA, la de Pablo Micheli y la del kirchnerista Hugo Yasky, ni la Corriente Federal del bancario radical K Sergio Palazzo la respaldaban y ya anunciaban las protestas callejeras que vendrían. Al final el pontífice de militancia juvenil peronista no recibió a los tres que en los papeles lideran la CGT.

No grato. Pichetto, entonces, pateó la pelota de la reforma laboral para febrero. El Gobierno respondió metiéndola en las sesiones extraordinarias de este diciembre. El senador peronista, ex menemista y ex kirchnerista, cumplió con el deseo de los gobernadores de aprobar en bloque las relacionadas reformas previsional y fiscal, pero advirtió que no le era grato votar una norma que reducía los aumentos de los jubilados.

“Si Pichetto aceptaba tratar ahora la reforma laboral, se incineraba”, comenta un analista político peronista. “Por eso les pidió a los de la CGT que pusieran la trucha. Pichetto quiere mostrarse como la alternativa a Cristina (Kirchner), el que la frena, su adversario. Le partió el bloque y la dejó con otros siete. Él tiene 25 senadores. Quizá sueña con ser el candidato peronista que pierda contra Macri en 2019”, continúa el confidente, y recuerda que otro rionegrino, Horacio Massaccesi, cumplió una misión similar pero con la UCR en los comicios que reeligieron a Carlos Menem en 1995.

La CGT se quedó sin la foto con el Papa y sin la guita para las obras sociales que le había prometido Triaca”, analizan en el peronismo. El 26 de noviembre, el nuevo presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Social que llegó a ese cargo con la bendición de Francisco, monseñor Jorge Lugones, criticó la reforma jubilatoria. Y la CGT tomó esa bandera, pero fueron las CTA, la Corriente Federal y las corrientes piqueteras que integran la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) las que tomaron las calles en los últimos días, primero para protestar contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y después contra las reformas laboral, previsional y también la tributaria, que incluye el blanqueo laboral y la reducción de contribuciones patronales.

La CGT esperó a estas marchas, aguardó a que los diputados oficialistas y opositores se trenzaran en una gresca en la Comisión de Previsión y Seguridad Social el 12 de diciembre, para convocar 24 horas después a un paro para el 15. Es decir, una huelga que se convoca no para el día en que los legisladores debaten el proyecto sino para el día siguiente. “La CGT se vio empujada a convocar un paro. Hacerlo un viernes es invitar a un fin de semana largo”, reían en el PJ.

Sondeos. Las encuestas que maneja el Gobierno evidencian rechazo a la poda de las jubilaciones. Irrita más a la población que la reforma laboral. En lugar de centrar su discurso en negar que los mayores sean los perjudicados, el joven diputado del PRO Nicolás Massot provocó a los kirchneristas: “Si quieren la guita de los jubilados, los acompaño a buscarla a Ezeiza o Marcos Paz”. Su par K Rodolfo Tailhade le contestó: “Si querés, vamos a Marcos Paz juntos. Yo voy a visitar a los prisioneros políticos que tiene tu gobierno, y vos vas a las celdas de los amigos de tu familia, que están ahí por haber matado, desaparecido y secuestrado a 30.000 compañeros”. Al día siguiente de esa sesión de empujones, Cambiemos convocó de urgencia para el 14 al tratamiento en el recinto de las reformas tributaria y previsional.

El debate en comisión discurrió por quién se roba la plata de los jubilados y no por la imperiosa necesidad de tornar sustentables el sistema previsional y las cuentas públicas. En la crítica al Gobierno, el kirchnerismo no estaba solo. La diputada Graciela Camaño, del Frente Renovador, analiza cómo el Gobierno pasó del exitismo poselectoral a la paranoia por si en los próximos días se le piantaban los votos de los legisladores obedientes a sus gobernadores: “Los gobiernos no pueden hacer una de más. Para eso se necesita olfato político. Con ser CEO no alcanza. La bravuconada de decir en comisión ‘tenemos huevos’, ¿para qué sirve? ¿Para cagar jubilados? ¡Qué guapos! ¿No?”.

Aliado. El mismo día en que el oficialismo llamaba a la sesión urgente en el recinto, uno de los gobernadores preferidos de la Casa Rosada, el salteño Juan Manuel Urtubey, opinaba que los K presos no eran perseguidos políticos sino ladrones. En cambio, la CGT, que en un principio parecía en el bolsillo oficial, se destapaba con un llamado a la huelga. “La CGT se dio cuenta de que quedó vacante el rol de opositor en la Argentina y de que estas reformas tienen mucha resistencia”, analizan en el PRO. “Cuando no hay oposición, alguien la ocupa. El tema no es si el Gobierno logra aprobar o no una ley previsional que le ahorra hasta $130.000 millones, sino que aparece un nuevo actor político opositor: la CGT. El Gobierno reaccionó apurándose a aprobar las reformas para evitar una sangría”, prosiguen en el oficialismo.

Esa sangría comenzaba el 7 de diciembre cuando la diputada Elisa Carrió anunciaba que rechazaría en forma parcial la reforma previsional. En la Coalición Cívica escuchaba resquemor. Además, abogados constitucionalistas amigos de Cambiemos cuestionaban la legalidad de diversos artículos, como el que recalcula a la baja el aumento que los jubilados percibirán en marzo próximo. Como en otras oportunidades, la cúpula del Gobierno se sentó a explicarle a Carrió lo que pretendía y acabó convenciéndola el 11 de diciembre. Pero las críticas de la líder de la CC ya habían despertado la alerta de los opositores. “Le explicaron la reforma a Lilita, pero no a nosotros”, se quejó un peronista. “El que no se oponga va a quedar pegado con una ley que critican hasta en Clarín”, agregó. El jefe de los diputados K, Agustín Rossi, aprovechó la escena para tomar protagonismo político, con un salto ante las cámaras para frenar la violencia en la comisión. “La oposición está ante un ecosistema político nuevo y no sabe qué bandera agarrar. No sabe cómo meter un gol. Entonces la CGT y las organizaciones sociales salieron a la calle para no quedar como partenaire”, interpretan en el PJ. Así es que este diciembre que pintaba tranquilo, sin amenazas de saqueos, como otros años, ahora se calienta entre protestas de grupos con facilidad para movilizarse y megaoperativos policiales que parecen desproporcionados.

En el peronismo interpretan que varias veces el Gobierno se confió y perdió. Cuando Macri llegó al poder, esperaba una lluvia de inversiones, pero aún la sigue aguardando. Creyó que el aumento de tarifas sin convocar audiencias públicas a principios de 2016 avanzaría, pero la Justicia se lo rechazó, el incremento volvió a fojas cero y debió implementarlo de forma más gradual. Sin embargo, un analista peronista advierte: “Tampoco hay que subestimar al Gobierno: te propone siete reformas y te saca seis. En el medio echan a 100 tipos del Enacom (Ente Nacional de Comunicaciones), modifican el sistema del empleo público, aunque niegan que vayan a echar a 18.000, tienen parados el otorgamiento de jubilaciones o los pagos a las provincias que demandaron en la Corte Suprema. Estos tipos gritan 200%, pero van por 100. No es menor lo que consiguen.

Arrancan y van. Pero a veces festejan antes de meter el gol”. Mientras, economistas amigos del Gobierno elevan cada vez más su voz después de las elecciones reclamando más ajuste del gasto público. Así transita Macri su camino en un diciembre impensadamente caluroso.

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